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Feminismos o el presente del futuro

El programa Argentina Futura que coordina Alejandro Grimson presentó el libro “El futuro después del COVID-19”, publicación digital donde participan diversos intelectuales de nuestro país. En esta nota, analizamos los textos que desde los feminismos populares proponen un análisis del presente con propuestas hacia el futuro por venir.

Por: Juan Manuel Ciucci
Imagen: Foro Participativo Virtual en Patagonia Sur del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad. Para la implementación de acciones contra las violencias por motivos de género en todo el país, encuentros con autoridades provinciales donde se suman sus propuestas a un plan integral.  

Como decíamos en la nota anterior donde comentamos el libro “El futuro después del COVID-19” que ha sido editado por el programa Argentina Futura y que puede ser descargado de forma gratuita, la diversidad de posturas y firmas presentes (Horacio González, María Pía López, Rita Segato, Dora Barrancos, María Moreno, Beatriz Sarlo, Eduardo Fidanza, Andrés Malamud, etc) permiten ejercer el derecho a la elección, a una hipótesis de lectura que nos encuentre más cerca o lejos de nuestro propio ideario.  De allí que las lecturas del libro que proponemos en estos dos artículos responden a nuestro interés, pero también a las propuestas que entendemos son fundamentales para pensar el mañana.

Decíamos que los textos que nos brindan las claves de un mundo por venir son aquellos que enfrentan el desconcierto que a todos nos embarga en este presente desde lecturas/propuestas de índole popular, pero especialmente feministas. Encontramos en ellas una posibilidad de futuro, una crítica del presente pero con propuestas de potencia y esperanza. Pero con un optimismo que está lejos de lo inevitable o de lo ya impuesto, sino que se fundamenta en la vocación de transformación que nace desde cada une. Es un signo de época, sin dudas, pero también un indicio de un mundo posible por venir.

Quizás uno de los textos más interesantes del libro sea Coronavirus: Todos somos mortales. Del significante vacío a la naturaleza abierta de la historia de Rita Segato (Doctora en Antropología). La autora inicia caracterizando al COVID-19 de dos maneras muy peculiares: por un lado lo ve “como Ernesto Laclau vio a la figura de Perón en la política argentina: un “significante vacío”, al que diversos proyectos políticos le tendieron su red discursiva”; y por el otro “como un evento que da origen a un “efecto Rashomon”, evocando aquí la forma en que en las Ciencias Sociales se ha usado el tema del clásico film de Kurosawa: un mismo crimen relatado desde cuatro perspectivas de interés diferentes”.

Pero sobre todo “lo veo como una situación de lo que Lacan llamó “irrupción de lo real” -el imaginario que atrapa nuestra visión del mundo o grilla a través de la cual filtramos las entidades que formarán parte de nuestra percepción es una fina tela que nos envuelve. Más allá de ella se encuentra lo “real”, para usar el término de Lacan: la naturaleza tal cual sea, incluyendo nuestra propia naturaleza”. Por lo tanto, “toda una disponibilidad distinta para la vida y para lo inevitable de la muerte surge de una conciencia que acepta ser parte subordinada al orden natural”.

“Más que por las muertes que ocasiona, pues decesos, mortandades ya hemos visto muchos, pero no han parado el mundo, es el desconcierto, descontrol e imprevisibilidad que la microscópica criatura ha introducido lo que viene a molestar la credibilidad del sistema”, indica Segato. Desde aquí partimos para reforzar nuestra lectura de los feminismos como propiciantes de esperanzas y desafíos ante el mundo por venir, que ante la ruptura de la normalidad ven como posible un mundo superador. Esa duda ante la norma es clave para el cambio: “de repente, es posible preguntarse si el orden institucional y la usina económica a que respondía no era ficcional, si el universo que habitábamos no adolecía ya de una precariedad insostenible”.

“Que nadie venga a decirnos ahora que “no es posible ensayar otras formas de estar en sociedad´´ u otras formas de administrar la riqueza: se puede parar la producción y se puede parar el comercio”, festeja por sus implicancias Segato. “Estamos ahora frente a la evidencia que siempre los dueños de la riqueza y sus administradores buscaron esconder: la llave de la economía es política, y las leyes del capital no son las leyes de la naturaleza”. Y si bien “trabajar en la predicción es peligroso, pues no tenemos datos claros ni sobre el presente ni sobre el futuro”, es posible decir también “que una politicidad en clave femenina se adapta mejor a este tipo de contingencia en la que salvar la vida es todo lo que importa”.

“En más de un texto he presentado al Estado como la última etapa de la historia del patriarcado”, explica Segato. “He dicho que cuando la tarea política masculina deja de ser una entre dos tareas políticas, y el espacio donde se ejecuta deja de ser uno entre dos espacios -el público y el doméstico, cada uno con su estilo propio de gestión-, para convertirse en una esfera pública englobante y el ágora única de todo discurso que se pretenda dotado de politicidad, es decir, capaz de impactar en el destino colectivo, en ese momento, la posición de las mujeres, ahora secuestradas en la cápsula de la familia nuclear, se desploma a la calidad de margen y resto, expropiada de toda politicidad”.

Pero ante esta pandemia, algo se ve modificado: “se me ocurre que el enfoque albertiano, su manera de hablarnos, es, al menos en esta circunstancia, una gestión doméstica de la nación. “Materna”, he dicho públicamente, porque lo materno y lo paterno independen del cuerpo en que se depositan, como nos ha enseñado desde hace tiempo la útil y vilipendiada categoría “género”, gran formulación del feminismo que nos ha permitido desencializar, desbiologizar roles y sexualidades”. Por lo tanto “Alberto nos pide aunarnos, genera una experiencia infrecuente en nuestro país”, y así “genera comunidad, nos pide que depongamos la discordia e intentemos reinicializar para enfrentar lo desconocido, dice que nos va a proteger y que va considerar las necesidades materiales en su desigualdad”. Es por eso “que he dicho que parece encarnar un estado maternal, una gestión doméstica, como una innovación”.

Eso nos permite pensar en un futuro, porque “la politicidad en clave femenina, como he dicho otras veces, es tópica y no utópica, práctica y no burocrática”, nos dice Segato. Y ante este cambio, las “maneras de sustentar la vida que estaban al rescoldo se van reencendiendo lentamente”, “nos vamos dando cuenta de que al menos una parte de la capacidad de subsistencia tiene que quedar necesariamente en manos de la propia gente”. De allí la recuperación de lo comunal, de lo autogestivo. Por lo que “el buen Estado es un Estado restituidor de fuero comunitario, protector de la producción y el mercadeo local y regional, capaz de fogonear un camino anfibio: no podrá abdicar del mercado global porque de sus dividendos provienen los recursos para sus políticas públicas, pero tampoco deberá abandonar la auto-sustentabilidad de las comunidades, la soberanía alimentaria y el mercadeo local, arraigado, que, como en el caso presente, vuelve a hacerse crucial para la sobrevivencia”.

Las tareas hacia el futuro son entonces plenas de posibilidades pero, al mismo tiempo, de complejidades. “El problema que resta es ¿cómo garantizar que esa experiencia quede registrada en los discursos del tiempo pos-pandemia y permanezca audible para, de esa forma, evitar que sea rehecha la fantasía de normalidad y de inalterabilidad que nos capturaba? ¿Cómo retener la experiencia de un deseo que, al menos durante este intervalo, se encaminó libremente hacia otras formas de satisfacción y realización?”, nos interpela una vez más Rita Segato.

Por su parte Dora Barrancos (Socióloga, Magister en Educación, Doctora en Historia y parte del equipo de asesores de Alberto Fernández) en El regreso del futuro interpreta este contexto como “una oportunidad histórica para mostrar con toda evidencia la tragedia de la desigualdad humana producida por las fórmulas del capitalismo, aun porque quedarán más expuestas que nunca las diferencias ominosas pues, aunque el virus no se preocupa por distinguir las jerarquías sociales, cuando finalmente se cuenten las víctimas se verá cuánto más fueron afectados los grupos sociales que menos recursos tenían”. Por lo tanto “nos será más fácil recomponer acuerdos distributivos, tendremos más franqueado el camino para impedir trasferencias de la renta a sectores que deberían dejar de ser concentradores”.

Y la propuesta es avasalladora, ante aquellas deudas históricas que éste presente inesperado nos puede permitir saldar. “Si hay alguna interrupción esperable de las configuraciones violentas de base de nuestras sociedades, debe centrarse antes que en ninguna otra en poner coto a la arcadia patriarcal. Están a la vista los estragos producidos por el dominio transhistórico masculino, la irracionalidad de las jerarquías de género, la perfidia de las ideaciones de exclusión, de discriminación”. Para que no queden dudas, Dora nos dirá que “el sistema patriarcal es ínsitamente violento, y lo es desde su convalidación simbólica que pretende fundar en la naturaleza o en lo sobrenatural, los designios funcionales binarios de la especie”. Es por esto que “la violencia ejercida contra las mujeres, contra quienes se localizan en las anchas esteras de la disidencia sexual y genérica, contra las personas “trans”, constituye un clamor”, por lo cual “necesitamos comprometernos con el futuro que está a nuestro alcance para devastar la desigualdad, la humillación, la violencia”.

En tanto que Diana Maffía (Doctora en Filosofía) en su texto Violencia de Género: ¿La otra pandemia? nos enfrenta con un problema central que desde distintos sectores ha emergido como un reclamo urgente. “Según los registros oficiales, la violencia doméstica y los femicidios han recrudecido en cuarentena. En las primeras semanas llevábamos más víctimas de femicidio que de coronavirus, pero eran menos noticia. No hay en toda la sociedad la empatía hacia las acciones colectivas que nos permitirían defendernos como comunidad de esta `otra pandemia´”.

Para comprender desde donde se origina esta situación de vulnerabilidad, Maffía nos retrotrae a los comienzos del Estado moderno que  “desde su surgimiento, ha hecho un doble desplazamiento: al separar el ámbito público del privado, reserva el alcance de las intervenciones políticas a lo público y deja el ámbito privado fuera de su injerencia”, al mismo tiempo que “segrega a las mujeres a tareas domésticas y de cuidado, desplazándolas al ámbito privado sin protección estatal”. Si en el ámbito público el Estado se compromete a garantizar derechos e intervenir para producir igualdad “en el ámbito privado la institucionalidad de la Familia (nuclear, preservadora de la legitimidad de los hijos y la herencia) queda fuera de su alcance y conserva las relaciones “naturales” de poder de los varones hacia mujeres y niños/as.”            

En el Informe de Femicidios y Travesticidios / Transfemicidios del 2019, la Corte Suprema de Justicia de la Nación consignó 278 víctimas letales. “En 99 de estas víctimas, constaban hechos anteriores de violencia; 41 habían hecho denuncias previas y 24 tenían medidas de protección vigentes. Sin embargo, todas terminaron muertas”, nos informa Maffía. “Cuando con velocidad planetaria una pandemia azota a toda la humanidad, lo hace sobre este trasfondo de desigualdad” agrega, y “cuando nos conmina a defender la vida quedándonos en nuestras casas, lo hace sobre este tercio de mujeres para las que esto significa convivir con su verdugo y con quien azota de muchas maneras a ella y sus hijxs”.

Pensando en el futuro, entiende que ante la pandemia “han quedado a la intemperie y bien visibles las condiciones que hacen de la ciudadanía (como ejercicio de derechos) una carrera de obstáculos y un valor muy alejado de las vidas de muchas personas: los ancianos y ancianas, las personas en situación de calle, quienes viven de changas, quienes dan las mayores fuentes de trabajo en pequeñas empresas ahogadas de impuestos y sin ayuda del Estado, los niños y niñas, las identidades travestis y trans”.

“Esa lucidez debería mantenerse para marcar las prioridades de intervención y modificar positivamente las desigualdades de origen que aumentan los riesgos de sufrir las consecuencias de una violencia de género que la indiferencia pública agrava injustamente”, indica. “El femicidio, la violación, la violencia de género no son enfermedades. Están extendidas de modo amenazante sobre todas las mujeres y sexualidades disidentes como contracara de los privilegios de quienes detentan las condiciones de poder hegemónico. Es por eso que las feministas decimos que los violentos no son enfermos, son hijos sanos del patriarcado”.

María Pía López (Socióloga y Doctora en Ciencias Sociales, ex Directora del Museo del Libro y de la Lengua) en su texto El futuro ¿ya llegó? remarca las diferencias que la pandemia deja al descubierto. “La masividad del peligro pone en evidencia los desiguales accesos a la salud (distritos gigantescos e híper poblados que tienen un solo hospital), a los servicios públicos, a las viviendas en condiciones y al trabajo formalizado. La cuarentena empezó a ser un privilegio accesible a quienes tenemos lugar para encerrarnos y salario, aunque no salgamos a trabajar, pero a la vera de eso están millones de personas que viven en casas precarias y cuyos ingresos provienen de la economía popular”.

Pero también trae aparejados otros riesgos: “retirarse del peligro del virus que circula, puede significar el encierro en una situación no menos peligrosa: la del abuso y la violencia intra familiar, como lo demuestran los números crecientes de femicidios. El rasero del virus no iguala, aunque a todes contagie: más bien se asienta duramente sobre las desigualdades existentes y las profundiza”

En tanto, se nos escapa a la vista todo aquello que vamos perdiendo lentamente: “lo que queda suprimido en la deriva obligada del aislamiento es una suerte de circulación menos productiva, el cotilleo en los lugares de trabajo y el roce amistoso y amoroso en los pasillos de las instituciones educativas, la palabra ocasional en la calle y las fiestas del anonimato. El espacio público, puesto en cuarentena por riesgoso, es el de los cruces inesperados y el del acceso a bienes de los que no disponemos en el espacio privado o cuya distribución es siempre desigual”. El resultado puede ser entonces exasperante: “nos quedamos, entonces, en nuestra pura desigualdad de propietarios o en la condenada escasez”.

Ante este presente, “es fundamental el modo en que se concibe el Estado y sus responsabilidades: porque si las gestiones neoliberales parten de la producción sistemática de vidas desechables (o de la reproducción permanente del trazo que divide aquellas que tienen mérito para vivir y las que pueden ser descartadas, con lo cual reducen las políticas públicas a políticas de seguridad para defender a quienes merecen seguir viviendo); el gobierno actual en Argentina parte de la hipótesis contraria, afirmada una y otra vez por el presidente: de todo se vuelve, incluso de las crisis económicas que alguna vez terminan, pero lo irreparable es la pérdida de vidas”.

Pero como decíamos, el desafío propuesto es de futuro, y no de dudas u opciones apocalípticas. “La crisis provocada por la pandemia también exige otros movimientos, activa memorias y modos de actuar, exige una imaginación política que reabre aquella asfixia respecto de un orden cerrado -ese capitalismo del que no podemos sospechar el final- y carente de rasgos utópicos”. Son entonces “los valores sostenidos y preservados por el movimiento de derechos humanos los que permiten establecer alertas ante la violencia institucional que puede ser correlato de la regimentación de la circulación en el espacio público, porque hemos visto coreografías de la sumisión llevadas a cabo por agentes de las fuerzas de seguridad, pero también conocido las denuncias y las sanciones que merecieron”. Como así también “el saber producido por los feminismos respecto del trabajo, los cuidados, la organización, es elemento consistente en el ejercicio de las políticas públicas”.

Por lo tanto en la Argentina “la rebelión feminista fue construyendo zonas de enunciación sobre esas mismas cuestiones, para pensar que la vida no es solo la supervivencia biológica sino aquello que puede investirse de deseo y realizarse con dignidad. Feminismo o crueldad: ahí está la politización de los cuidados. La pandemia revela que no hay salida individual, que lo común nos acontece como riesgo si no lo comprendemos como potencia y fuerza. Como toda situación amenazante puede ser codificada en términos de seguridad (policial, científica) o de apuesta a lo común. Pero si lo primero requiere trazar siempre la división con los que encarnarán la amenaza (los portadores del virus, quienes viajaron o tienen profesiones riesgosas), lo segundo parte de comprender que se trata de gestionar con otres el riesgo que todes atravesamos.

Por eso “el camino de los feminismos populares cuando encaran la cuestión dramática de la violencia de género no suele ser punitivista, porque el punitivismo busca el castigo como atajo y culmina en el reclamo de la crueldad sobre otros. La apuesta a la gestión con otras personas de aquello que nos pone en riesgo insiste sobre la pregunta por la red que previene y contiene. Ese saber que no desconoce la violencia, pero renuncia a la crueldad, que busca la fuerza común no para conservar lo existente sino porque la conservación de la vida es punto de partida para su transformación”. Un Estado que se constituye y rearma con relación al trato de la emergencia “lo hace interrogando las alertas construidas por las largas luchas democráticas y por la inventiva de la movilización plebeya”, “lo hace con los feminismos como tensión interna y horizonte de exigencias”. Aquí encontramos la apuesta, el aporte, los vientos del futuro: “si no estamos condenades a habitar un futuro distópico es por esa grieta abierta en el orden de las cosas: grieta ahondada por una rebelión que acontece y persiste”.

Elegimos para finalizar esta larga reseña de un libro de sumo interés que presenta el gobierno nacional para pensarnos hoy, el texto Mientras tanto de María Moreno (periodista, escritora y crítica cultural; actualmente dirige el Museo del Libro y de la Lengua). “La incertidumbre, como irrupción inédita, se llena de palabras. La mayoría de los textos insisten en las causas, la teoría se muerde la cola, rebusca en archivos seguros, de por lo menos tres décadas atrás, los análisis buscan evidencias, es decir huyen hacia el futuro pasando por sobre los cuerpos”, analiza Moreno. Pero enseguida destaca: “hay dos filósofos que no lo hacen y son de aquellos que, justamente, ven en la crisis del coronavirus, la oportunidad de una revolución cuya vanguardia serían los más vulnerables”. Rescata así la producción de Bifo Berardi y de Paul Preciado, y por lo tanto la lucha contra un virus que “acapara y va creando una memoria autónoma, cerrada sobre sí” ante la cual “es preciso impedir que se dicte el anatema de olvido por emergencia, que se vuelva a recitar la cantinela de las prioridades, que siempre excluyen, en nombre de lo que sí importa, ahora la muerte por pandemia”.

Y establece un largo cuerpo de reclamos, voluntades, luchas. “Que no retornen los interrogatorios prontuarios, la eugenesia pret a porter, la lógica del rendimiento a futuro que da siempre a quien ya tiene, el hombre blanco, de mediana edad, consumidor, teletrabajador, casado, reproductor, bancarizado. No hay estado de excepción para la homofobia, la transfobia, la lesbofobia, el racismo, la ancianofobia”, nos dice.  Y como una propuesta, una reivindicación o una blasfemia, nos agita: “Aboguemos por un feminismo cyborg, yuyero, especiero, cuyos saberes vayan de la revista Mecánica Popular a la revista Labores, de Internet a los teléfonos de línea, del uso de algoritmos al equipo de radioaficionados, porque ningún archivo vence, permanece abierto, un feminismo nómade y pionero en nuevos territorios sin cámaras de vigilancia ni microchips, porque siempre que hubo Superpoderes hubo resistencia e invención, afecto y humor”.

Las opiniones expresadas en esta nota son responsabilidad exclusiva de la autora y no representan necesariamente la posición de Broquel

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