OPINIÓN

Ingeniero Flor de Ceibo

Por: Guido L. Croxatto*
Imagen: Sin título, 1973-1991. Museo Nacional de Bellas Artes  

“¿Tenemos hoy “abogados flor de ceibo”? ¿Son los abogados que se reciben en las univerisdades públicas del conurbano los “abogados flor de Ceibo”?. Para quienes denostan las universidades publicas nacionales (o dicen que ya hay “demasiadas“) pareciera que sí. Que sigue habiendo entre nosotros abogados de “primera“ y abogados de “segunda marca“, abogados que rankean arriba y abogados flor de ceibo, asociados a universidades populares, nacionales, públicas, del conurbano profundo, como la de José C Paz, Azul, Morón o Avellaneda, que tienen fuerte inserción en el peronismo como movimiento de ascenso e integración social.”

“El ideal social de educación se irá debilitando con cada una de las acciones del aprendiz, ya que ellas han adquirido un propósito íntegramente individual“. (Goethe, Aprendiz de brujo)

En la época del primer peronismo había un alimento de segunda marca llamado Flor de Ceibo. Era una marca de alimentos más baratos (que el resto), para la gente de menos recursos (los que conformaban el “aluvión zoológico“, los que comen peor, los que comen segunda marca, tercera, cuando pueden elegir). Los ingenieros de la UBA solian usar el calificativo despectivo “ingeniero flor de ceibo“ para referirse, amen de dar por descontado que se puede bromear con el hambre, a los ingenieros de la UTN, como forma de remarcar que eran ingenieros de “segunda“, frente a los mejores ingenieros (de “primera marca“) que eran supuestamente los ingenieros aritocráticos de la UBA.

La descalificación de los ingenieros (“Flor de Ceibo“) de la Universidad Tecnológica Nacional, no era accidental y no era una cuestión de formación técnica menor envergadura. Respondía a un desprecio arraigado y aristocrático por la historia de la universidad obrera nacional, una de las estandartes populares y educativos del primer peronismo “populista“, que con el decreto de des-arancelamiento de la Universidad Publica Nacional, del 22 de Noviembre de 1949 (medida de gratuidad universitaria que muchos historiadores radicales no siempre recuerdan con el énfasis “historiográfico“ con que deberían, poniendo más el acento en la reforma universitaria, que fue relevante, sin dudas, pero no produjo la gratuidad masiva que sí produjo aquel escueto pero valioso decreto del peronismo) fue una medida de entero “corte institucional“, que iguala a Argentina a las naciones más desarrolladas y avanzadas del mundo, y sin embargo se persiste en divulgar la idea contraria, la idea de un peronismo que fomenta la “incultura“, “el chori“, el “planerismo“. Un peronismo, como dice el Presidente, “poco institucional“; cuando en rigor el peronismo, con medidas como ésta, apostó muy fuerte por la educación masiva, de calidad, de excelencia, como factor de progreso y también de participación civil en una democracia; la educación como palanca de ascenso y progreso cortó con una larga tradición aristocrática, donde solo iban a la universidad (“pública“) los hijos de la clase acomodada, los hijos de Recoleta y alrededores; basta ver donde se situaban y se sitúan aun las facultades de la UBA, Ingeniería, Derecho, Medicina, Economia, Filosofía o Historia: todas, como la Biblioteca Nacional, concentradas en muy pocas cuadras, en Barrio Norte y Microcentro. (Esto nos lleva a plantear otra idea, también planteada por el presidente; la propuesta de descentralizar el país, la idea de federalizar en serio, que ya tuvo Raúl Alfonsín).

Pero la pregunta que quiero plantear en este articulo es otra. ¿Tenemos hoy “abogados flor de ceibo“? ¿Son los abogados que se reciben en las univerisdades públicas del conurbano (las nuevas universidades obreras nacionales y populares, de las que alguna ex gobernadora dijo que había “demasiadas“, y que los pobres o sus hijos no van –debe inferirse, no deben ir- a la universidad, serían “grasa sobrante“, gente que no “estudia“) los “abogados flor de Ceibo”? Para quienes denostan las universidades publicas nacionales (o dicen que ya hay “demasiadas“) pareciera que sí. Que sigue habiendo entre nosotros abogados de “primera“ y abogados de “segunda marca“, abogados que rankean arriba y abogados flor de ceibo, asociados a universidades populares, nacionales, públicas, del conurbano profundo, como la de José C Paz, Azul, Morón o Avellaneda, que tienen fuerte inserción en el peronismo como movimiento de ascenso e integración social. De creación de comunidad, de genuino “universalismo“, de acceso “universal“, “universitario“ al conocimiento público, gratuito y de calidad. (Nosotros creemos que el debate masividad vs excelencia es otro falso debate que ciertos sectores han buscado instalar en el plano educativo, como si a nivel educativo-ilustrado moderno lo masivo no fuera precisamente garantía pública, garantía social, de una excelencia “universal“-universitaria mayor, de una excelencia democrática compartida).

Del otro lado, me permito decir que no creo que sea un accidente para cierta visión elitista de la justicia y del derecho, que la “imagen“, la “cara“ visible de la Justicia argentina, que debe ser siempre apertura popular (acceso libre, acceso universal, justo y para todos) y justicia social, sea precisamente, el presidente de nuestra corte suprema; un abogado que fue rector, por el contrario, de una universidad cerrada y de privilegio, de una “casa“ de altos estudios donde entran muy pocos (solo los que pueden pagar conocimiento privado). (Hoy la facultad de derecho de la Universidad San Andres, donde el profesor Carlos Rosenkratz imparte algunas clases, ha mudado su edificio a Riobamba y Juncal, en Recoleta, donde antes funcionaba no casualmente la aristocrática Fundación Bank of Boston, donde me tocó hacer, como alumno del colegio Escuela Argentina Modelo, donde también fue Ortega Peña, el test vocacional que arrojó como obvio resultado que mi mucho o poco talento daba sólo para ser abogado).

Entiendo que esta visión “privada“, aristocrática, cerrada, de conocimiento, no puede no tener impacto también en la forma “privada“ y “cerrada“ (para unos pocos privilegiados) de pensar y construir la Justicia. Porque el conocimiento y la justicia se estrechan la mano. La forma de construir uno, impacta en la forma de pensar y construir la otra. Justicia y conocimiento no son dos cosas (dos causas) separadas. Para la modernidad eran una. Pero los abogados que se forman en campus cerrados, aislados de la realidad social en la que viven, es decir, aislados de la realidad social de sus propios países, mas formados en papers en ingles, en campus elegantes y caros, como pedía Alberdi en sus bases; jóvenes que aprendieran rápido a hablar inglés, ese idioma “industrioso“, quienes repiten que están orgullosos de ser “el menos latinoamericano de los países de latinoamerica“, que parecen countries con el pasto muy bien cortado, a pocos kilómetros de la marginalidad más absoluta, de la masa frita que se come en el tren, pero de la que están cuidadosamente –como estudiantes que buscan el “conocimiento“ puro, elegante,  “formal“ y técnico- protegidos, aislados, bien “separados“ de esa “realidad“ popular que los amenaza, mientras construyen otra… defendiendo otro “conocimiento“ formal, que presupone otros intereses, otra forma de estudiar.

Frente a las universidades abiertas y las casas “bajas“ del conurbano, están los abogados que se forman en campus privados, cerrados como countires, (de altos estudios) cuidadosamente “protegidos“ y debidamente “aislados“ –separados- de la realidad social que los circunda, (a la que accidentalmente “bajan“, por eso se dice que algunos dirigentes “bajan“ al territorio, metáfora que debemos descartar del vocabulario, no hay un “arriba“ del pueblo, nadie “baja“ al territorio…) en una contradicción por momentos evidente, ya que en el fondo un conocimiento que se forma en una burbuja aislada y delimitada, cerrada, de su propio entorno social, es un conocimiento “privado“, limitado, parcial, incompleto, no público, no universal, que busca generar “réditos“ privados que no son para toda la sociedad, sino (conocimiento entre comillas, si le podemos llamar a esto conocimiento) para unos pocos, que pueden pagarlo; precisamente, el circulo o la endogamia se cierran, el campus privado de la universidad privada de privilegio, donde muy pocos pueden entrar, termina sirviendo solo a determinados intereses, de ciertos grupos, en general extranjeros, donde el “conocimiento“ tiene un rol vacío, (no publico, sino privado) instrumental muy preciso, pero no es un conocimiento (ilustrado, moderno, las luces de la razón, estandarte de todo progreso igualitario, emancipador) “para todos“, social, público, sino para pocos.

Pues bien, esto luego se traslada a la justicia. A la imagen que tenemos de esos mismos abogados. De un lado, los “flor de ceibo“, formados en las universidades publicas, abiertas, del conurbano profundo, con sus bancos rotos muchas veces; precariedad que es realmente una visión más “universal“ y más transparente de su país. Del otro, los que se forman en la parte norte de la provincia, en campus cerrados como countries, con el pasto verde bien cortado, donde estudian los que tienen plata para entrar, generando un conocimiento de otro tipo, que se “aisla“ (se “protege“, con guardias armados que cuidan autos elegantes y camionetas) de la misma realidad social del país en que están: Argentina, el conurbano, latinoamerica. La patria grande. De esta manera se corta el conocimiento, no solo el pasto. Lo que se vende como saber “privado“ no es una ciencia.

En el fondo, muchos desprecian el país en el que están, y del cual pretenden escaparse una vez “preparados“ para seguir su carrera “afuera“, en la “Di Tella gate way“, como promueven las “universidades“ privadas que yo me resisto a llamar “universidades“, porque contradicen la lógica moderna de espacios públicos, universales-universitarios, de acceso “universal“ para todos, ilustrado, conocimiento moderno como factor de “progreso“ público, visión con que nace esa categoría o palabra; no puede haber “universidades“ donde no entran todos, universidades que no son “universales“ en su acceso ni en la generación social de su producto, que en consecuencia es muy poco “universal“. Es un producto –un saber- privado, que significa “progreso“ para pocos, generando hambre para muchos, hambre y pauperización generado en centros privados, “eficiencia“, saber “eficiente“, porque habría, al decir de Friedman, alguna “libertad de elegir“; para nosotros no es “eficiente“ que haya tanta gente con hambre, comiendo masa frita en los vagones, o chicos buscando comida en la basura. Eso no es “eficiente“, es una visión muy chiquita de la “eficiencia“ del “libre“ mercado, que para nosotros siempre debe ser la eficiencia social, amplia, que es la eficiencia en grado sumo, que es la eficiencia a que apunta el Estado.

Mario Bunge, cuando recibió en 2009 el doctorado honoris causa de la UCES, sostuvo –opinión que comparto plenamente- que las “Ciencias empresariales“ no son en realidad ninguna “ciencia“ y que en consecuencia también el nombre de esa “Universidad“ (de ciencias empresariales y sociales…) era un nombre técnicamente equivocado y sesgado, contradictorio. Algo semejante podemos decir de la Universidad Argentina “de la empresa“. El argumento de Bunge se suma a mi posición moderna, sobre la incompatibilidad teórica entre la defensa de la lógica ilustrada, moderna, sobre lo “universal“ (en salud, como en educación, pública) como factor de progreso, y la universidad “privada“ que coarta el acceso “universal“ de todos al conocimiento “privado“ (o la “salud“ privada, contradicción agravante, por eso no existe como tal, existen políticas de salud pública, pero no con tanto énfasis políticas de universalidad del conocimiento como bien público y social), en pocas manos, segmentando lo que debe ser un factor de avance público y social, no homogéneo, sino heterogéneo, donde entra la diversidad, no sólo la clase alta con sus autos y camionetas caras; como en la película española La Zona, que trae otra visión de la “privatización“ de la Justicia, la privatización de la “seguridad“, que reproduce la privatización del saber, del conocimiento. Como el barrio “cerrado“ privatiza y coarta los espacios públicos y sociales, los caminos, calles y plazas, la “Universidad“ es la expresión máxima de ese universalismo al que aspira la sociedad moderna ilustrada: abierta para todos, lo público desde las luces de la razón; si algo debe ser público es sobre todo la Universidad “universal“ en su acceso, igualitaria, espacio donde las luces de la razón producen progreso público, progreso social, conocimiento, como dice Merkel, “compartido“. Cada palabra cuenta.

El argumento de Bunge se refiere y limita al carácter de “ciencia“ de ciertas disciplinas llamadas “ciencias empresariales y sociales“ (UCES; UADE, UCEMA, que no pasan de ser técnicas ni saberes científicos, como se los quiere vender), etc. Mi argumento se refiere a la base filosófica de la modernidad, que promueve la lógica ilustrada de un conocimiento “público“ en espacios verdaderamente “universales“; de acceso “universal“, de acceso “universitario“. Esta lógica es incompatible con la idea de una universidad “privada“, que configura, en el fondo, una contradicción en los términos. La universidad debe ser, por su propia dinámica y lógica ilustrada moderna, de acceso universal y de conocimiento público, como factor de progreso social, (y no de solo ascenso individual) una institución pública, no privada. Por eso es universal. La universidad privada es, a fin de cuentas, una contradicción en los términos. Como las “ciencias“ empresariales (que no pasan de meras “técnicas“ empresarias, que normalizan intereses privados como saberes “científicos“, como si la ganancia de la empresa fuera no ya una economía política, sino un saber “científico“ indiscutible y puro) configuran en la lectura de Mario Bunge, una contradicción. Mi argumento extiende y profundiza el de Bunge, que comparte en lo principal.

Por eso, a titulo personal, siempre me ha parecido en cierto punto contradictorio, curioso, que un abogado que fue rector de una universidad tan de privilegio, tan cerrada y corporativa, aislada, dedicada más a hacer buenos negocios que a desarrollar el “saber“ como bien público al servicio de la sociedad toda, tan poco “pública“, tan “privada“ (en su formato, en su producto y en su forma de acceso e intercambio, generando “redes“ de “contactos“ nada universales, para pocos, entre sectores privados pudientes del centro y de la colonia o periferia, intercambios privados que generan riquezas para muy pocos), que genera conocimientos “técnicos“ mas que nada para reproducir ganancias privadas en muy pocas manos, (ligada muy poco a intereses nacionales, de avance y desarrollo público de la sociedad argentina) donde todo lo que se lee son papers en inglés, en campus cerrados, aislados de la realidad presente, soñando con ser un parque de Boston o París, a pocos kilómetros de La Matanza o Florencio Varela, generando modelos que luego encarnan fuga de recursos, de divisas y de personas con “cerebro“ (como si las que se van fueran las que cuentan), en medio del conurbano (estas y no otras son las ideas fuera de lugar, como diria Roberto Schwarz, quien junto a Fernando Enrique Cardozo, ex presidente de Brasil, fundaron y desarrollaron la valiosa teoría de la dependencia) sea luego la cara visible en la Argentina, la cara institucional máxima de nuestra “Justicia“. Yo creo que esto, sin hacer nombres, que igual son claros, es una contradicción pública.

Ni la universidad privada es una universidad genuina (porque no es un espacio universal, de acceso genuinamente universal universitario y público) ni el saber corporativo puede ser el rostro visible máximo de nuestra Justicia (que no sería pública, sino privada). Ni las ciencias “empresarias“ son ciencias (como dice Bunge) ni la universidad “argentina“ de la Empresa…. puede ser una “universidad“ “argentina“, siendo privada. Son contradicciones. Y el trabajo del abogado que piensa es salir de la contradicción como de un laberinto. De un lado tenemos “abogados flor de seibo“, abogados de “segunda“ marca, muchas veces con barro en la cara, tomando trenes hacinados que llegan tarde a Lomas o Avellaneda (abogados que no toman los estudios), del otro lado, abogados cuidados y “protegidos“ de la “realidad social“ y popular (el aluvión zoológico) que los circunda, llegando al “campus“ cerrado a aprender Derecho en la camioneta cara y cuidada, con radares, para que la realidad social no ataque, no aparezca, no sea una “amenaza“. Pero de qué “justicia“ hablamos, de qué justicia (de qué conocimiento, ¡de qué saber público! ¡de qué derecho!) son portadores los que se forman en abogacía (o teoría política, o comunicación, o economía, etc.) encerrados y ailsados de la injusta realidad en que ellos también viven y son parte. Porque nadie está exento, por más barreras y guardias que ponga en la entrada. ¿Podemos seguir sosteniendo una contradicción así?.

La educación, como en todas las naciones desarrolladas del mundo, debe ser pública, de calidad y para todos. Por eso el conocimiento científico, universitario, moderno, desde Francois Guizot en adelante, se vincula con la formación de una sociedad más justa y más democrática. Como dijo Angela Merkel en su último discurso a la nación alemana: lo que nos hace ser democráticos (¡ser una democracia!) es el “conocimiento compartido“, dos palabras a las que aun no hemos prestado debida atención, sobretodo en momentos en que otros países querían comprar derechos “en exclusiva“ a un laboratorio alemán para privatizar una eventual vacuna, privatizando el derecho a la vida, ni más ni menos. Las dos palabras que usó Merkel no son un accidente. Están meticulosamente pensadas. “Conocimiento compartido“ es lo que nos hace ser una democracia. Merkel tiene razón. De eso se trata, en palabras de Habermas, la modernidad como proyecto “inacabado“. La educación es pública, porque no hay (no se defiende la idea de) conocimiento “privado“, sino de conocimiento “compartido“.

La palabra “universal“ está en el suelo mismo de la “universidad“ ilustrada, que busca generar a través del conocimiento compartido, el progreso público, no privado, no dividido ni segmentado por “sectores“ que puedan pagarlo. Con la salud (como bien público, por eso se habla de “salud pública“ como categoría universal, de libre acceso universal-universitario) pasa lo mismo. No podemos privatizar el saber, sin des-democratizar a la sociedad, retrocediendo. Las repúblicas se construyen generando –no recortando- derechos. Salud pública. Educación pública. Dos banderas.

Apostamos por más abogados e ingenieros “Flor de Ceibo“ comprometidos, desde el conurbano profundo, con el desarrollo argentino. Por ingenieros que emulen ese desprecio histórico que padecían (desde la UBA) los ingenieros de la UTN, y lo den vuelta, mostrando por qué en rigor ellos son mejores con su “saber“ “sucio“, “bajo“, porque la patria no se construye desde la pureza falsa y aristocrática (importada, como el palacio de justicia de Perú, que emula piedra por piedra el palacio de tribunales belga, en medio de Lima) del laboratorio, sino desde el dolor y la precariedad del compromiso con el otro, de los que estudian como pueden, donde pueden, cuando pueden. 

No estuvo mal la vice presidenta cuando dijo “Esto no es La Matanza“. Aunque no todos, naturalmente, entendieron o fueron capaces de comprender su ironía. Esto no es Harvard. No lo quiere ser. Ingenieros Flor de Ceibo. Ingenieros y abogados para el progreso público y social argentino. Para el progreso de todos. No de pocos. No queremos chicos que se tengan que endeudar para poder estudiar en la universidad “pública“. Es la expansión inversa, como sucedió en Chile, donde incluso lo público se empieza a revestir del criterio mezquino, que es misión evitar. Lo público es universal-universitario-liberal. Porque la libertad –la liberación- anida en el conocimiento que se comparte. No en el saber que se privatiza. Los que privatizan el saber son los mismos que después descalifican al pueblo por “bruto“, por “ignorante“. Por peronista. No saben votar. Votan por un choripán y una coca. Pero no es así. Votan por preservar sus derechos.

*Director Nacional de la Escuela del Cuerpo de Abogados del Estado

Las opiniones expresadas en esta nota son responsabilidad exclusiva del autor y no representan necesariamente la posición de Broquel.

Comentarios(6)

  1. Que bien conocer gente que pudiendo mirar para otro lado, se involucra. La universidad pública hizo que te conociera a vos como a tantos profesores que no miran para otro lado. No sabía lo de este apodo, no te olvides de la Universidad de Lomas. Mi hermano se recibió ahí de abogado y siempre tuvo que demostrar más pero no le impidió tener su estudio en Capitál. Gracias y felicitaciones Guido Croxatto

  2. Elmo Miguel Callata Guevara

    Totalmente de acuerdo con usted doctor. Saludos desde Arequipa-Perú!!!

  3. ALEXIS DANIEL HERNÁN CARTASEGNA

    Estimado Compañero Colega Dr. Croxatto; nunca abandone la bandera de los “Flor de Ceibo”. Son los que siempre van a estar cuando la Patria los necesite

  4. CYNTHIA ANABELLA VITURRO

    Excelente! Soy la primera generación universitaria de mi familia. Mi padre siempre me inculcó la cultura del trabajo y la educación pública cuando caminábamos el Barrio de Los Perales en Mataderos. Me enorgullece ser “Abogada Flor de Ceibo”porque si bien me eduqué en la UBA ya que aún estando a 5 cuadras de la Matanza conseguí trabajo a mis 18 años en plena capital estoy convencida que la mejor realidad es la que pateamos a diario, esa que se ve en el barrio, por la ventanilla del tren, embarrándonos en aquellos lugares donde los derechos vulnerados son moneda corriente porque es ahí donde debemos marcar la diferencia. Gracias Dr. Croxatto por su visión realista!

  5. MARÍA CECILIA LALOUF

    Muy bueno! Estoy formada por las escuelas públicas y Universidad Pública (U.N.L. de Santa Fe)…. el desarrollo del artículo me conectó con Michel Foucault sobre que “todo poder genera saber y todo saber proviene de un poder”

  6. Excelente reflexion¡¡¡¡¡, orgullosa de ser egresada de la Universidad Nacional de La Plata, he estudiado siempre en escuelas publicas, tanto Primaria, Secundaria y Universitaria, Nada que envidiar a Nadie, lo logrado me enorgullese¡¡¡¡

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