CULTURA

Ayer, hoy y mañana

Por: Luciano Gabriel Goisin
Imágen: Buenos Aires, Juan Travnik, 1991, Museo Nacional de Bellas Artes

Con mucha alegría compartimos con ustedes el primer trabajo de la convocatoria de textos literarios de la Procuración del Tesoro.

Los días parecen iguales. En dos bloques monolíticos que se repiten con regularidad para los que cumplen una tarea regular, de lunes a viernes y en un horario regular, seguido por un intervalo de dos días en los que anhelan huir de la regularidad. Cinco y dos, cinco y dos repitiendo estrofas de una canción que espera su pico de uno o dos estribillos al año, cuando con suerte se tira una sombrilla en la arena y estira el cuerpo al sol. Para los que solo ven el pico, el camino es largo,  infinito y al llegar, el estribillo es tan corto que nunca alcanza.

En pandemia, los días parecen iguales. Tal vez no en dos bloques monolíticos, pero parecen iguales. Para los que solo ven el pico, el camino es largo, infinito y cuando llega (porque llega) quieren que sea corto, así vuelven a los días iguales en los que salen a trabajar con regularidad.

Los que tenemos el privilegio de que nuestros días iguales tengan un trabajo remoto con un ingreso regular, cuentas pagas y un cobijo, llevamos a cuestas la gran responsabilidad de construir en cada día un presente distinto que trascienda el ser individual y persiga un presente colectivo.

Cada uno desde cada lugar, puede buscar en lo cotidiano un proyecto de corto, mediano y largo plazo que transforme la regularidad y la haga única.

Mi pandemia conllevó un trabajo sin corbata, ni peine, con pies descalzos y en un escenario hogareño que exigió el doble de concentración.

Trajo también el dolor de una pérdida que no cesa de cara a la rapidez de una despedida silenciosa.

Me conectó en forma directa a la educación formal de mis hijos y dio el tiempo sin tiempo familiar que muchos años no tuve.

Para un fanático de lo inmediato, la cuarentena extendió los límites de la paciencia en la que puedo perderme por caminos del conocimiento, seguir caminando sin miedo aunque no vea la meta, cambiar las metas tantas veces como lo crea, y aprender que lo importante sucede en el mientras tanto.

Aprendí de mí, de otros y con otros, lo que importa y aquello que puede esperar.

En la nueva normalidad, el ejercicio de la abogacía pública tiene un rol fundamental. Asesora y representa al Estado, en definitiva le da una asistencia técnica que lo vigoriza en un tiempo en el que debe estar más fuerte y presente.

Por ello, la tarea profesional empieza en la norma y sigue con el análisis que corresponde al caso en ciernes, encontrando los ingredientes que lo hacen único.

El contexto incierto, volátil y dinámico nos desafía. Los días parecen iguales, pero no lo son. La regularidad, la regla debe ser una apuesta a la mejora individual y grupal constante que sin perjuicio del logro, nos dé el orgullo de haberlo intentado.

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