OPINIÓNTAPA

Canning o Scalabrini Ortiz: ¿qué modelo de país queremos?

Por: Dr. Guido Leonardo Croxatto* 
Imagen: El banquete, Sergio Sergi Museo Nacional de Bellas Artes

“La lógica del abogado del Estado que menciona el presidente es una lógica de compromiso, vocación y entrega a recuperar. Y a preservar. Porque es la lógica de la justicia, fin último de toda administración soberana. Es la lógica que nos convierte en ciudadanos”.

En el capítulo 14 de ese libro insoslayable para todo abogado que se precie, donde todas las grandes miserias que están en la base de la “nueva” sociedad “libre” (las ocultas miserias del “sueño” americano) quedaron retratadas, que fue Las Uvas de la ira (The Grapes of Wrath, 1939), dice John Steinbeck, “… teme el momento en que el hombre deje de sufrir y morir por un concepto“. Para nosotros –abogados del Estado- ese concepto es la Justicia. Tampoco la justicia ciega, en abstracto. Sino la justicia en concreto. La justicia social, que pone las manos en el barro de la miseria y mira de frente a todos los chicos con hambre, que no tienen el pan en la mesa. Los derechos sociales “operativos”. Plenamente “justiciables”. No como veleidades académicas literarias “progresistas” o promesas “programáticas” que suenan bien, pero no se cumplen. Sino como plenos derechos ejecutables. Un derecho que no puede ser ejercido, que no se ejecuta, no es un derecho. Y nuestro trabajo, como abogados del Estado, es que lo sea. Que no sea un papel. Sino pan.

Los médicos luchan para salvar vidas. Hacen un juramento hipocrático cuando se reciben y saben que vivirán expuestos al drama. No pueden esquivarlo. Más que un trabajo, la medicina es una vocación. Más en países con infraestructuras precarias. Los abogados del Estado tienen mucho que aprender de esta actitud de entrega. No cobran ni cobrarán lo que cobran los que se llenan los bolsillos litigando y especulando contra el erario público, que muchos toman como un botin de guerra. Aquí es donde una analogía es posible. El médico salva vidas. Necesita recursos para hacer su trabajo sin discriminar ni dejar morir a nadie. Cada vida cuenta. El abogado que defiende los intereses colectivos está en una situación semejante. Porque al preservar al sector público del vaciamiento y el ajuste que se dice “eficiente” ayuda a preservar los recursos indispensables también para salvar vidas. No solo frente a una pandemia. Sino en casi cualquier escenario. El actual es un ejemplo dramático, del que indudablemente algo aprenderemos.

La Argentina enfrenta dos estragos a la vez. Uno sanitario y global para el cual el flaco presupuesto la deja en situación de debilidad. El gobierno intenta con inteligencia revertir esto con recursos muy limitados al mismo tiempo que enfrenta la renegociación de una deuda externa colosal y probablemente odiosa -en la medida que alimentó y alimenta la fuga de capitales (y el financierismo especulativo tan distante de la economía real, de las personas de a pie, como sostiene Ffrench Davis) – que se cobra recursos que son vitales para el país. La deuda especulativa no se paga con el hambre de un pueblo. Ni con hospitales sin gasas. Por eso la renegociación no para en medio del drama sanitario. Porque está encadenada invariablemente a la gestión pública. No son gestiones separadas.  La renegociación de la deuda externa condiciona nuestro presupuesto y en parte también nuestra soberanía, nuestra capacidad no solo de “gestionar” sino también de defender los intereses nacionales. En esta batalla por fortalecer el sistema de salud pública en particular y la capacidad de gestión del Estado en general, médicos y abogados del estado están juntos luchando por un objetivo común que trasciende cualquier interés particular o privado. Estamos todos en la misma trinchera, obligados a cooperar y batallar juntos. El bienestar, el resguardo y la salud de todos los argentinos. El drama de la deuda y la falta de infraestructura sanitaria no son problemas desconectados ni aislados. La desarticulación del Estado (de bienestar) era la política que condujo a ambos, también en Europa. Esto es lo que hoy se intenta revertir. Cambiar la desidia por un compromiso firme con lo público. Con el otro. No otra cosa es recuperar las instituciones. Defender al Estado, rescatando su importancia. Volver a valorar un sentido colectivo de unidad  que la idolatría del mercado -acostumbrada a soslayar y menospreciar lo que se comparte- quiso borrar. En lo público no se cae. Lo público, ya sea un hospital, una escuela o un camino, es el sentido básico de una comunidad. Es lo que nos hace ser una Nación. Sólo así entendemos la responsabilidad por el otro. El compromiso con los demás. La pertenencia es compartida, nunca individual. Hay que ayudar a los médicos que salvan vidas.

El deber del Estado es defender sus intereses con uñas y dientes frente a la especulación financiera que incluso especula con los precios de los alimentos. Comer es muchas veces más caro en Argentina, granero del mundo, que en Europa. Nahrungsmittelspekulation – Geschäfte mit dem Hunger?, titulan hace tiempo los medios suizos y alemanes, en un escándalo global en el que no pocos bancos de inversión están involucrados, los mismos bancos que especulan luego –en forma directa o subrepticia, a través de fondos buitre, dedicados a expoliar- con bonos de deuda “soberana“ de países en situaciones de extrema dificultad. Por eso fue tan importante la propuesta de Argentina en la ONU para generar principios claros para orientar y regular las restructuraciones de deuda soberana, propuesta aprobada por la Asamblea General de la ONU el 10 de septiembre de 2015, en un equipo integrado entonces por varios miembros, uno de los cuales era Sergio Chodos, abogado, actual representante argentino ante el FMI, también estaban el canciller Timerman y el actual gobernador de la provincia de Buenos Aires.

No se equivoca el presidente cuando dice que razona con la lógica de un abogado. Esa es la lógica que demanda la hora. Es la lógica de la justicia que debe regir siempre los asuntos públicos. Tanto para renegociar la deuda externa como para reconstruir un sistema de salud pública vapuleado pero que fue ejemplar en el continente. Los argentinos hicimos vanguardia en salud y educación públicos. Son nuestros pilares. Es nuestra historia: es nuestra identidad. La lógica del abogado del Estado que menciona el presidente es una lógica de compromiso, vocación y entrega a recuperar. Y a preservar. Porque es la lógica de la justicia, fin último de toda administración soberana. Es la lógica que nos convierte en ciudadanos. 

No siempre los ministros de economía fueron economistas técnicos, como decía Juan B. Justo en sus reflexiones sobre ética ciudadana (se puede ver su libro La intransigencia política). Hubo un tiempo en que los ministros de economía eran también abogados. Porque el sentido último de la economía debía y debe estar supeditado a los intereses de la justicia (y del hombre) y no, como venía sucediendo en las últimas décadas, a partir del Consenso de Washington, exactamente al revés: con un hombre-recurso (el hombre como un medio ciego sin derechos, o cuyos derechos son representados como un “costo”, como una pesada y molesta “carga”, y el fuero de la justicia que los defiende, como una “mafia“ de abogados) al servicio de las abstractas, concentradas y cuantiosas (e insaciables) ganancias de la economía de “libre“ mercado, concentradas siempre en guaridas fiscales, “paraisos” de la evasión impositiva y el lavado de dinero (millonarias, evasiones criminales que contrastan con la critica a los supuestamente muy “costosos“ derechos laborales…). Esta crisis sanitaria probablemente marque el inicio de un nuevo contrato social, donde las ganancias abstractas (cuya contracara diaria es la pauperización progresiva de millones de personas, de millones de trabajadores, que se precarizan junto a sus hijos, como muestra Steinbeck, ya que en este mundo no alcanza ya con tener trabajo para no ser pobre)  dejen de configurar el eje de nuestra sociedad “libre“. Construir una sociedad más justa es la única forma de construir una sociedad más “libre“. Esto es lo que estamos aprendiendo. Y el Derecho tiene un rol decisivo en esa nueva construcción.

“Quiero colocarles la etiqueta de la vergüenza a los codiciosos cabrones que han causado esto”, dijo sin ambigüedad Steinbeck. Con la ambigüedad no se enseña nada. Con la ambigüedad no se aprende. Hoy hace falta volver a escribir una nueva versión de Las uvas de la ira. Un tomo dos. No ya contra los codiciosos que lucraron con el hambre del pueblo norteamericano en medio de la gran depresión, vendiendo falsas esperanzas (si hacemos esto llegará la “lluvia de inversiones“, debemos “estar en el mundo“ financiero) sino una nueva versión de las uvas de la ira, contra los fondos de especulación financiera que ahogan y sofocan a países pobres, en África o América Latina, países que viven con la soga al cuello de la especulación, con la soga de usureros intereses mientras nuestros chicos revuelven la basura en las calles de toda la ciudad buscando cualquier cosa qué comer. Necesitamos muchos Steinbeck para denunciar esta injusticia. La injusticia de este proceso “financiero“. Los abogados están para eso. Para defender los intereses colectivos. Porque los resultados son nuestros chicos descalzos, solos, con hambre, cantando en los trenes del Roca. Pero del otro lado los que escuchan no son los especuladores encerrados en bellos rascacielos de New York, tan alejados de la economía “real“, del hambre concreta, de las carcelitas de Villa Fiorito, de las redes de trata que laceran nuestro pueblo (ese es el resultado final, concreto, para millones de chicos latinoamericanos o africanos, de la “libertad” financiera, del mundo “libre“.

Pierre Sane me convocó, en el Congreso celebrado en la UNLA a 70 años del primer congreso nacional de filosofía del peronismo, con Baltazar Garzón –Sané y Garzón, que 20 años antes habían trabajado juntos para apresar a Pinochet, se reencontraron en el Congreso de Filosofía desarrollado en Lanús, en Remedios de Escalada- a construir un diálogo nuevo, un diálogo sin “intermediarios” entre África y América Latina. Pierre Sané tiene razón: es un diálogo nuevo, que debemos construir juntos, como diría Fanon, un diálogo que haga hablar por fin a todos los condenados de la tierra, a los que se ahogan todos los años sin ser noticia, los que tenemos piel negra detrás de tantas máscaras blancas, de tanto falso progreso blanco, de tantas galas falaces, de tanta pompa vana y elegante del teatro colón (la cultura es eso): los chiquitos solos con hambre en la puerta, descalzos, ese es nuestro “colón”, esa es nuestra cultura. Esa es nuestra bandera. Los abogados del Estado tenemos un trabajo en serio y duro por delante. Una verdadera tarea: defender los intereses de la Nación frente a los especuladores y vaciadores de adentro y de afuera, porque el resultado de los trabajos mal hechos, de las defensas no ejercidas, están en la calle. El hilo se corta por lo más débil. Como dijo Raúl Scalabrini Ortiz frente a ciertos discursos que nos engalanan con la necesidad de “estar en el mundo” (ya vivimos en carne propia de qué “mundo“ nos estaban hablando: del mundo del hambre que provoca la deuda),  “Son frases que procuran servir de pantalla a los entregadores internos y de apoyo moral a las conciencias mercenarias que por un sueldo, una prebenda, un posible negocio o una posición social, ponen sus inteligencias y sus conocimientos al servicio de los invasores extranjeros, traicionando los intereses generales de su patria, de sus amigos y aun de sus propios hijos, que en el correr del tiempo caerán confundidos en la gran masa de los explotados”. 

Juan Bautista Alberdi escribió un libro famoso en dos tomos llamado Bases para la organización política y económica de la confederación argentina. Raúl Scalabrini Ortiz escribió otro libro, más de un siglo mas tarde, 110 años después para ser preciso, llamado Bases para la reconstrucción nacional. Creo que ambos tratados merecen ser hoy recuperados. Porque eso es lo que necesitamos hoy: bases firmes, bases claras, bases no rimbombantes, para la reconstrucción nacional. Los abogados del Estado tenemos que ser protagonistas de esta reconstrucción. Tenemos que estar, junto a todas las conciencias nuestroamericanas comprometidas, en la primera línea. El debate Canning o Scalabrini Ortiz trasciende el mero nombre de una avenida. Es un debate que no está terminado. El debate es el modelo de país y de Estado que queremos.

*Director Nacional de la Escuela del Cuerpo de Abogados del Estado

Las opiniones expresadas en esta nota son responsabilidad exclusiva del autor y no representan necesariamente la posición de Broquel.

Comentarios(3)

  1. Esta nota es brillante no puedo más que aplaudir. Estuve en el Congreso en Unla. Coincido en todo Guido Croxatto. Están haciendo un globalicidio y necesitamos hacer algo, desde tu lugar sé que lo haces. Frente a los nefastos que no nombro por no dar lugar a la censura BG con su chip para controlarnos más a los que estamos en la primera línea del juego los peones. Gracias por visibilizar.

  2. Mónica Marianovich

    Siempre brillantes sus apreciaciones de la realidad Dr. Crozatto. Cómo olvidar ese Congreso de Filosofía en INLa.
    La realidad es compleja sobretodo hoy que los de abajo somos la primer línea del juego, los peones del ajedrez de la élite que cuando ya no les servimos nos descartan. Es bueno sentir que no para todos es lo mismo.
    En tiempos que seres nefastos como BG quiere implantarnos un microchip, me niego a creer que todo está perdido.
    Por eso agradezco que haya notas que hagan visible lo que se quiere ocultar.

  3. ALEXIS CARTASEGNA

    Excelente; esperemos que todos los abogados del estado (Nacional, Provincial y en mi caso Municipal) estemos a la altura de la circunstancia, para llevar a nuestra Nación al lugar que se merece.

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