Por: Eugenio Raúl Zaffaroni* Imagen: La anarquía del año XX, Luis Felipe Noé, Museo Nacional de Bellas Artes
“En el orden nacional debemos pensar desde ahora en la institucionalización de un nuevo modelo de Estado “neo providente” solidario, capaz de acometer la tarea de regresar a la economía productiva, promover una distribución mínimamente equitativa y asistir en el trance a las clases pobres y empobrecidas”.
A medida que crecía la riqueza del 1% de los más ricos del mundo, decrecía la del 40% correspondiente a las clases media y medias bajas, según el “World Inequality Lab”. Ese crecimiento obedecía a la “financiarización” de las economías, que aumenta la riqueza de los tomadores de renta a expensas de los productores, es decir, que este crecimiento importa un deterioro de bienes y servicios.
Además, desde las últimas décadas del siglo pasado, las brutales agresiones de esta economía concentradora de riqueza al medio ambiente producen virus en serie, hasta que ahora echó al mundo la versión 2019, generador de la actual pandemia, que paralizó su propia fábrica, es decir, la economía mundial, con la consiguiente caída del PBI a nivel global.
Una caída brusca del crecimiento siempre provoca un gravísimo problema político: el más notorio del siglo pasado fue la Revolución Rusa. El crecimiento acelerado que había tenido la economía rusa hasta 1913, sostenido por el apoyo alemán, se cortó repentinamente por efecto de guerra contra Alemania, el régimen zarista no pudo sostener el esfuerzo bélico y acabó desplomándose.
No estamos ahora a comienzos del siglo XX, pero no es menos cierto que, pasada la pandemia, saldremos a un mundo diferente, en que los pobres seguirán siéndolo y buena parte de las clases medias caerá en la pobreza. Las protestas masivas que tuvieron lugar en varios países de nuestra región en los últimos meses anteriores a la pandemia, volverán potenciadas, pues se les sumarán los sectores medios en caída social libre.
No sólo en nuestra región, sino también en otras latitudes, será menester evitar convulsiones y violencias y, para eso, inevitablemente, deberán empoderarse los Estados para asumir el rol que revierta el proceso anterior, es decir, que potencie la producción y contenga la “financiarización”, lo que no podrá ser una empresa meramente nacional, sino también regional y mundial.
En el orden nacional debemos pensar desde ahora en la institucionalización de un nuevo modelo de Estado “neoprovidente” solidario, capaz de acometer la tarea de regresar a la economía productiva, promover una distribución mínimamente equitativa y asistir en el trance a las clases pobres y empobrecidas.
A este respecto no alcanzará con el modelo tradicional del Estado “providente” originado en el “New Deal” de los años treinta, ni alcanzará a imponerse y estabilizarse con el esfuerzo de un país, sino que será necesaria la solidaridad regional.
En el plano mundial, nunca se había dado una confrontación discursiva tan fuerte entre los poderosos de la renta y los órganos de la incipiente ciudadanía planetaria, que ahora se vuelve abierto, con la crítica despiadada hacia la OMS, que no es más que la precipitación a escala mundial del conflicto en ciernes con los organismos de Derechos Humanos regionales. En este orden, la postpandemia exigirá un fortalecimiento de los organismos internacionales, en el sentido de una más definida ciudadanía mundial y un incipiente atisbo de gobierno global.
En cualquiera de los tres niveles –nacional, regional y mundial- el camino no será llano ni estará a salvo de obstáculos. Estos objetivos serán resistidos en los tres niveles por quienes no quieren perder los beneficios de la economía financiera improductiva.
En el plano nacional, se valdrán de sus monopolios mediáticos y de los defectos institucionales del Estado actual, especialmente los de su poder judicial, para resistir cualquier institucionalización de un Estado “neoprovidente”. En el plano regional, incrementarán sus esfuerzos para impedir cualquier tentativa de integración y coordinación. En el plano mundial, intentarán desfinanciar a los organismos internacionales y les montarán campañas de desprestigio.
En los tres órdenes, los adalides de la economía financiera improductiva comprarán voluntades y se valdrán de extorsiones, amenazas y otros delitos, conforme a la práctica delincuencial que se ha vuelto inherente a su esencia en las últimas décadas y que, posiblemente, se incremente.
Queda claro que la “postpandemia” abre una nueva etapa de lucha en un mundo diferente. En el final del camino del programa de la economía financiera se encuentra la catástrofe mundial socioambiental, que por ahora se manifiesta con la pandemia; en el de la empresa por desmontarla o debilitarla por parte de una programación racional de tres niveles, la evitación de la catástrofe. El progreso –como alguna vez dijo Adorno- más que nunca parece ser una forma de evitar la catástrofe.
Uno de los frentes que no descuidará el camino hacia la catástrofe es el judicial, tanto en el plano nacional como en el sometimiento de nuestros Estados a jurisdicciones extranjeras.
La defensa judicial del Estado siempre ha sido de importancia vital para los intereses de todos, dado que una mala defensa importa restar recursos públicos que deberían ser aplicados en beneficio de la comunidad nacional en forma óptima. En otro orden, no menos importante es la defensa del Estado en las jurisdicciones extranjeras, debido a la cesión de soberanía que todos conocemos.
Pero ahora, la defensa del Estado en el futuro inmediato requerirá un fortalecimiento especial, puesto que no sólo se hallará en juego nuestro patrimonio nacional y nuestra soberanía, sino que de ella dependerá la neutralización de la resistencia de la riqueza concentrada al camino que evite la catástrofe nacional, regional y mundial. Será una pieza clave –desde el plano nacional- a la contribución que los argentinos podamos hacer a un mundo un poco más justo y sostenible, con un grado mayor de respeto a la dignidad de los seres humanos y de todo lo vivo en el planeta.
* Profesor Emérito de la UBA, juez, jurista y criminólogo, Doctor en Ciencias Jurídicas, convencional constituyente de la Nación, ex Legislador de la Ciudad de Buenos Aires. Entre 2003 y 2014 fue miembro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Desde 2016 se desempeña como miembro de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Las opiniones expresadas en esta nota son responsabilidad exclusiva del autor y no representan necesariamente la posición de Broquel.
Gracias Dr. Siempre con un pensamiento de avanzada y con la mirada de un universo desde lo humano y solidario para el desarrollo de una economia que sea omjicomprensiva. Saludos cordiales
Gracias! Adhiero a las expresiones y a trabajar bajo estás consignas sumar y asi realidad este Estado Argentino inclusivo de todos y todas