Por: Juan Manuel Ciucci
Como parte de la recuperación de la rica historia de nuestra institución que encaramos desde Broquel, presentamos esta entrevista con uno de los trabajadores qué más años transitó por el histórico edificio de Posadas. Desde el año 1985 hasta el 2002, se encargó de cuidar la casa de la Procuración y allí pudo no sólo formar una familia, sino también terminar sus estudios y especializarse en archivística. “Para mí es algo grandísimo, tenés que estar en mi piel para entenderlo”.
Revista Broquel: ¿Cómo fue su ingreso a la Procuración del Tesoro?
Jorge Carbonell: Llegué a través del fallecimiento de mi padre, en el año 1983 él era asistente de piso, ordenanza como se dice. Fue durante la gestión del Doctor Héctor Fassi (Procurador de 1983 a 1989) y ocupé entonces su lugar en el 2do piso. Siempre fui un “perro de presa” para cuidar la casa de esta institución, porque en aquel tiempo no teníamos a la policía en la puerta. Cuando el casero de ese momento preciso jubilarse, en 1985, me ofrecieron el puesto a mí. El Dr. Fassi y Jorge Omar Maffía (Subprocurador) me convocaron y me ofrecieron, a lo que tardé en responder porque era algo muy grande y de mucha responsabilidad. Además, una anécdota, yo tenía una perra ovejero alemán y no sabía qué me iban a responder. Demoré 10 días más en responderle al Subprocurador hasta que me citó y me dijo “Ud. me tiene que dar una respuesta ahora” y ahí le comenté sobre mi perra. A lo que él contestó: “Escúcheme Carbonell, primero me entra a su perra y después entra usted, que ella va a ser más guardiana que usted” (risas). Y ahí me tiró con la camiseta de la Procuración encima, yo me emociono porque fue alguien que me valoró mucho. Así comencé de casero y me fui especializando en los cuidados.
RB: ¿A qué edad llegó a la Procuración?
JC: A los 28 años, para ocupar el cargo que quedó vacante con mi padre. En ese momento había un decreto en el Ministerio de Justicia que le permitía al familiar ocupar el cargo vacante. Estuve un año y medio de ordenanza, haciendo conocer mi labor, hasta que me llamaron para habitar y cuidar la casa. A las 6 de la mañana le abría a la gente de limpieza, y luego venía a trabajar durante el día para hacer el trabajo de mantenimiento, muchas veces cuando no había gente aprovechaba para arreglar detalles de la casa. Mi oficio hasta ese entonces era tornero mecánico. Cuando me mudo no fue solo, sino con mi señora y mi hija pequeña que estudió gracias a que vivíamos acá y se recibió de Contadora. Mi segundo hijo nació en la Procuración, estudió en el Colegio del Pilar y se recibió de Director de Cine. La que quedó acá fue la guardiana, la perra ovejera alemán, enterrada. Durante el horario de trabajo, que a veces se podía extender hasta la noche, la dejaba en la terraza del edificio, y cuando terminaban la jornada de los trabajadores la bajaba para dejarla cuidando el patio de abajo.
RB: ¿Dónde quedaba su casa dentro de la Procuración?
JC: La casa estaba en el fondo, en el patio, donde ahora hay oficinas administrativas y de informática. Debajo eran todas cocheras, los autos oficiales iban allí y yo tenía que cuidarlos. Y toda la parte de arriba era la casa en sí.
RB: ¿Cómo era la experiencia de criar una familia en un edificio público?
JC: Fue algo muy lindo, es algo que hoy puede parecer raro. Pero en aquel tiempo fue muy lindo. Mi hija salía del edificio para ir al colegio mientras los trabajadores entraban a la Procuración. Los chicos tenían lugar para jugar en la terraza que era un espacio que siempre había que dejar libre. Los sábados y domingos eran muy tranquilos, tal vez venía algún abogado que se había olvidado algo nomás. Aquí mi señora, Antonia, era la encargada de las plantas del patio, muchas de las que aún hoy están las hemos plantado juntos.
RB: ¿Qué tareas realizaba?
JC: Más allá de ser el casero siempre estuve dentro de la estructura administrativa, como Jefe de Mantenimiento de suministros, y poco tiempo después me convertí en el encargado patrimonial. Supervisaba las órdenes de compra, en aquel momento estaban las máquinas de escribir, y tenía que cuidar las compras de suministros. Y desde la Procuración siempre me alentaban a que me capacitara constantemente en el INAP. Yo ya había hecho el secundario de adultos gracias a la Procuración, y fue a través de una conocida que me recomendó hacer una especialización archivística patrimonial y cultural en la Ciudad de La Plata. Una carrera muy completa que iba desde economía, diplomática hasta restauración de archivo papel o química. Aprendí hasta a restaurar obras de arte. Más tarde un Director de Administración me dijo que estaba estudiando una carrera que “no existe y no sirve más” porque ahora venían los famosos disquetes de computadora. A lo que le contesté: “si usted dice que ahí van todos los documentos, le hago una propuesta: traiga su partida de nacimiento y la escritura de su departamento, la escaneamos en mesa de entrada, la ponemos en el disquete y destruimos el original” (risas). A lo que se quedó helado, y agregué “yo estudio para conservar el documento y poder identificarlo, y no toda la papelería de gestión”.
La tesis que realicé tuvo que ver con las observaciones posibles al documento electrónico, que obviamente ahora está en auge, pero nosotros defendemos los caracteres externos del documento. Tanto en el tipo de fuente, en el tipo de hoja, en el membrete, etc. En aquel tiempo el papel tenía una filigrana, es decir una corona o sello de agua, que al escanearlo en aquella época esa información se perdía. Por lo tanto fue a través de esta problemática de la alteración del documento electrónico que presenté mi último examen de la carrera. Me siento orgulloso porque es al día de hoy que algunas empresas están volviendo al formato papel para sus documentos más importantes. Yo no estoy en contra de la informática, estoy por la seguridad del documento institucional.
Había un profesor en la carrera que aseguraba que no existía tal cosa como legislación archivística, y yo estando en la Procuración me permití dudar de eso. El puntapié final fue cuando en la universidad de La Plata, en un seminario que participé, se volvió a mencionar la inexistencia de legislación archivística. Me sentí tocado, nos estaban tocando a nosotros. Yo trabajaba en el Estado, y que hablaran así me hacía mal. Así fue como, con un gran apoyo de la Biblioteca, hice un trabajo inédito. Inicié una investigación de pasito de hormiga encontrando mucha legislación, empezando a inventariar y recopilarla. El trabajo estaba pensando como un legado para los alumnos de archivística, lo hice con ese fin, pero llegó a otros ojos y me llamaron del Ministerio de Justicia para pedirme permiso para publicarlo y dejarlo en la Biblioteca de ese ministerio. Tiempo después imprimí mi propio trabajo y lo doné a la Biblioteca de la Procuración. Constantemente me alentaron a capacitarme. Nunca se me dio por estudiar abogacía, quería poder darle un aporte técnico a la labor que aquí se hacía.
RB: ¿Por qué cree que no existió a lo largo de los años un archivo así en la Procuración?
JC: Supongo que por un tema cultural. Nadie es profeta en su tierra, di distintas charlas respecto a conservación de archivo, pero supongo que cuando te asignan un rotulo, como fue el de casero, es difícil salir de ahí. Creo que lo que hubiese sido bueno era crear un archivo intermedio de la Procuración, es decir que cada Dirección tenga su selección documental, aunque quizás esté pero no pudimos organizarlo.
RB: ¿Recuerda alguna anécdota durante tantos años en la Procuración?
JC: Fueron 20 años cuidando la institución. Algunos se quejaban de que estaba la perra… Una vez recorría toda la Procuración para ver que no quede nada prendido, como hacía siempre, que no quede una computadora, una estufa, etc. Y siempre me acompañaba mi perra, y de golpe la perdí de vista, y resulta que se había quedado frente a la Biblioteca, ladrando. ¿Qué pasó? Había una luz: se olvidaron una estufa eléctrica prendida en la Biblioteca, y al desconectar toda la carga eléctrica del edificio iba todo para la estufa y ya estaba blanca…. Nos salvó la perra, encima había alfombra así que imagínate… Ella me advirtió del peligro y salvó la situación.
RB: ¿Cómo estaba el edificio cuando ingresó?
JL: Cuando entré era una desorganización muy grande, especialmente en los cables, las conexiones, los zócalos muy recargados por eso. Por eso se hizo un arreglo muy importante, hicieron una muy buena restauración a mediados de los `90, donde se trabajó tanto en las instalaciones como en el frente y en el patio. Es un edificio emblemático, es un patrimonio histórico, y por eso no se podía retocar tanto.
RB: Antes mencionó el ponerse la camiseta, ¿qué significaba para usted la Procuración?
JC: Es algo grandísimo, tenés que estar en mi piel para entenderlo. Por acá caminó mi padre, y no solo él. Mi abuelo era plomero albañil y una vez que vino a visitarme a Posadas 1641 se dio cuenta de que él había participado de la restauración integral del edificio cuando pasó a manos del Ministerio de Justicia y a través de un contacto con el Procurador Alberto Rodríguez Galán (1971-1973) le consiguió trabajo a mi padre en este edificio. Con mi familia nos hemos superado, estábamos un poco atrasados en tema de estudio, pero cuando se tiene una oportunidad de capacitarse y se sabe aprovechar… Acá tenía muchos abogados que me decían “Carbonell estudie”, y así me fueron impulsando. Soy Dactilógrafo también, gracias a que estudié y me fui formando acá, había quienes me empujaban a superarme. Estoy contento de haber pasado con mi familia por aquí. Y me pone muy contento haber venido hoy, hacía mucho que no pasaba por acá, y no parece pero a uno le pega venir. Les pido que cuiden a la Procuración, y les pido que por favor mantengan el cuidado del archivo, del documento en papel original (risas). Aprovecho para agradecer mucho a las autoridades por esta nota, y esta difusión que van a hacen desde la revista, donde están hablando de la historia de la institución para que llegue a todos, algo que me parece muy bien. Gracias de parte de la familia Carbonell.
A veces, es fácil olvidarse que son personas las que conformamos el Estado y que historias cómo estas le dan el alma a algo que a simple vista parece frío y distante.
Muchas gracias por la nota. Me emocionó mucho.
Que alegría es ver y saber de Jorge Carbonel. Un compañero de trabajo que siempre aporto su granito de arena desde el lugar donde le toco estar. Hermosa nota!