Por: Agustina Iglesias Skulj*
La abogada y Coordinadora del Área de Investigación de la ECAE, Agustina Iglesias Skulj, recuerda a Horacio González y su intervención en las jornadas Soberanía Nacional y Latinoamericana organizadas en 2015 por la Procuración del Tesoro. “Nos cautivó con la cadencia tranquila de quien disfruta de ir armando las oraciones palabra a palabra, idea tras idea”.
Una de las mañanas más frías de junio del 2015 tuve el honor de conocer a Horacio González. Se estaban llevando a cabo las jornadas Soberanía Nacional y Latinoamericana en sus dimensiones jurídicas, económicas, históricas y culturales organizadas por la Procuración del Tesoro en el marco de la conmemoración del Bicentenario del Congreso de los Pueblos Libres de 1815.
Invitado para el panel inaugural, nos cautivó con la cadencia tranquila de quien disfruta de ir armando las oraciones palabra a palabra, idea tras idea. Dicen quienes han tenido el privilegio de conocerlo que “poseía una ironía elegante e inagotable, una lucidez crítica capaz de colorear un mundo abrumado por el fatídico peso de su literalidad y por la horrorosa pasión jerárquica que nos arroja a sus más oscuros dictámenes” (Sebastian Scolnik en Lobo Suelto)
En el registro que tenemos de aquella intervención, preservado por nuestro compañero Nestor Mazzón de la inveterada voluntad de eliminar todo rastro de pensamiento profesado por los gobiernos antipopulares, vemos a Horacio compartiendo panel con el Dr. Raúl Zaffaroni y el Dr. Aldo Ferrer para hablar de la soberanía jurídica y política. Desde los diferentes ámbitos en los que él se involucraba intelectual y políticamente manifestaba que hacía falta una nueva teoría del Estado, que debíamos comprometernos colectivamente en producir conocimiento emancipador que pusiera en marcha políticas efectivas de soberanía en la acción política y económica.
En aquel panel, refiriéndose al conflicto con los “fondos buitre” afirmó que “…un sector de la justicia que reproduce formas del capital como si la justicia misma albergara hoy el concepto de plusvalía y no fuera tanto la economía la que lo hiciera. O al revés, la transferencia del concepto de plusvalía económica a la justicia, y el concepto de justicia decisionista a ciertas formas muy concentradas y arbitrarias del capital es uno de los principales problemas a que se enfrenta la Argentina y sobre las cuales tiene que haber un ejemplo a escala mundial”. Se trata de un tipo de plusvalía que lleva a situaciones de explotación….basada en un modelo humano lejano al genuino goce artísitico (Ver su nota Épica, soberanía, globalización).
González, entonces, puede ser definido como un gran humanista, hacedor de un proyecto democratizador de la cultura, de ampliación de los debates e iluminador del espacio público; autor de un gesto irreverente, aventurero, peligroso y crítico. María Pía López, su amiga y colega, despide a Horacio González con estas palabras: “En estos días pensamos en respirar, con él, a su alrededor. Como él respiró con nosotrxs, abriéndonos el aire posible para que nos inventemos unas vidas dignas de ser vividas. Él, que en las aulas, nos enseñó que había un modo de amar lo que hacíamos y de buscar justicia en cada acto de lectura y amistad en cada conversación. Él, que nos trató como iguales, nos hizo iguales, en cada palabra y cada escrito. Pensamos que debíamos respirar, conspirar, para que sus pulmones respiren. Fuimos miles en pequeñas fogatas en las que ardía el deseo de retenerlo entre nosotres. Miles respirando para que sus pulmones no dejarán de hacerlo. Un campo de alveólos colectivos, un deseo. Porque la vida de Horacio González no fue la de un individuo que trazó un surco solitario. Fue la del conspirador, la del conjurado, la del revolucionario, la del que no dejó un segundo de intentar construir una sociedad más vivible. Fue el intelectual más potente de estas tierras, el escritor de obras preciosas y el funcionario más osado que dirigió una institución pública. Lo suyo fue la imaginación política, capaz de abrir, sin cesar, posibilidades para todxs”.
María Pía también recuerda una de las últimas notas escritas por Horacio en la Revista TeclaEñe cuyo título describe lo que sentimos todxs ante su muerte, Llorar Para adentro. Allí escribió estas palabras que pueden aliviar el desconsuelo: “Pequeñitas cosas de aspecto intrascendente pueden suscitar un llanto interior. Este vale como una intensa y húmeda risa reparadora. Puede ser cuando un seco informe de una azafata en la pista del aeropuerto diga que han llegado más vacunas, puede ser un locutor de televisión que pone entre paréntesis su jerga teledirigida, para ponerse a hablar repentinamente al margen del tiempo artificioso del “piso”. Algo se derrumba en él o en ella, para hacer vibrar un lamento. Que apenas imperceptible, se hace por un minuto fugaz, inesperadamente sincero. Cada profesión tiene sus etiquetas y pompas ceremoniales. Porque las profesiones siempre tienen que ver con la vida o con la muerte -pruébese de encontrar una que no ¿chocolatero? ¿reparador de computadoras? No, en ellas hay también una secreta finitud que no impide el jolgorio, la satisfacción del deber, el cumplimiento gozoso. Pero nos equivocaríamos si esa milésima de segundo del llanto interior, mordiendo lo labios, no se nos cruza como un destello necesario. Si eso ocurre, no es necesario abandonar un lenguaje ritual o profesional. Todos percibimos esa quebradura contenida que marcha por dentro, con sus banderas y redoblantes. No es una nueva ética ni un nuevo descubrimiento filosófico. “Políticas del llanto”. No, no, tampoco. Es ver esta época con ansiedad callada, existir al borde del abismo y que el ingenio nos valga. Cuando meditamos sobre nosotros, tienen que estar presente los desvalidos de materia y de espíritu, porque de una o de ambas cosas, también estamos hechos nosotros. En lo que estoy diciendo no hay “políticas de la militancia”. Solo militancia. Las llamas aún no están apagadas. Estoy llorando pá dentro”.
* Abogada /Criminóloga Transfeminista /Investigadora /Coordinadora del Área de Investigación/ECAE
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