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Mundo Atómico: “Un hito dentro de las iniciativas de popularización científica locales”

Por: Juan Manuel Ciucci

Entrevista a Clara Ruocco, autora del libro Mundo Atómico: una revista argentina de divulgación científica (1950-1955), recientemente editado por la Biblioteca Nacional. “El rasgo valioso que nos deja esta publicación es su entusiasmo por dar a conocer un Estado emprendedor, una ciencia y una tecnología nacionales, en tanto variables claves en el esquema del desarrollo local”.

Revista Broquel: ¿Qué era y cómo surgió su interés por la Revista Mundo Atómico?

Clara Ruocco: Mundo Atómico fue una revista argentina de divulgación científica editada entre 1950 y 1955 por la casa editorial Haynes. Durante esos años, Haynes editó una suerte de saga de revistas encabezadas con el título Mundo, con las que fue dando cuenta de las múltiples caras de la vida social en Argentina, vistas con el prisma del programa de gobierno de Perón. Estas revistas fueron Mundo Agrario, Mundo Argentino, Mundo Deportivo, Mundo Infantil, Mundo Peronista, Mundo Radial y Mundo Atómico. La última entonces se propuso dar cuenta de la Argentina científica, dando a conocer cuanto “pensaban y realizaban” los científicos argentinos en ese entonces.

Sin embargo, más allá de su lazo con la saga de Mundo, la historia de esta revista también se encuentra estrechamente ligada con los comienzos de las actividades nucleares en el país y con el surgimiento de organismos locales como la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). Así, es muy frecuente que desde nuestro presente se la rescate como una fuente documental sobre aquellos inicios, en pos de reponer procesos sociales más amplios, pero relacionados con la adopción de tecnología nuclear en el país. Debo decir que esa fue, precisamente, la primera razón por la cual me acerqué a este material, allá por 2014. Yo era editora de Velociraptors, una revista autogestiva que, de una manera muy descontracturada, analizaba la cultura científica y tecnológica argentina. Cuando en 2014 la central nuclear Atucha II comenzó a brindar nucleoelectricidad al sistema interconectado nacional (SIN), me interesé por la historia de ese proyecto -asediado como pocos por el fantasma de las obras inconclusas que tanto merodea sobre nuestro país- y por la historia del desarrollo nuclear argentino. Así encontré referencias a la revista Mundo Atómico. Pero cuando conseguí unos ejemplares y la tuve entre mis manos, la revista comenzó a llamar mi atención no tanto por su potencial rol como “fuente” sino por sus rasgos materiales: su tipo de encuadernación, sus ilustraciones, sus fotos e infografías a todo color… se trataba de una propuesta editorial antigua pero muy sólida, que entendía la actividad científica y tecnológica como un elemento dentro del marco más amplio de las manifestaciones culturales de un país; y que intentaba trazar un panorama del mundo científico local de manera entretenida, utilizando plenamente recursos propios del mundo revisteril. Es decir, la empecé a leer más con ojos de editora de revistas que de investigadora de lo nuclear.

Así que me dediqué a leerla in extenso. Y encontré perlas insoslayables que involucran fotografías espeluznantes de operaciones a corazón abierto, instrucciones para realizar un buen trabajo de taxidermia en casa, relatos de expediciones arqueológicas, fotografías tomadas en alta montaña, junto con escritos sobre cibernética, artículos sobre física nuclear explicada por José Balseiro, textos sobre viajes interplanetarios según Teófilo Tabanera, y otros sobre lógica y probabilidad escritos por la pionera del trabajo con computadoras, Magdalena Mouján Otaño. A todo esto hay que sumarle el recuento de noticias propias de la Arcadia peronista: relatos sobre el Pulqui II, la locomotora Justicialista, el monumento al descamisado o los anuncios sobre los supuestos descubrimientos del físico austríaco Ronald Richter en la Isla Huemul. 

Mundo-Atomico

RB: ¿Es por estos rasgos que dice que Mundo Atómico es un “monumento del periodismo de divulgación científica desarrollado en el país”?

CR: Claro. Porque, tal como decía antes, dejé de verla como un documento. La leí menos como un medio para estudiar otra cosa y más como un fin en sí misma; como un hito dentro de las iniciativas de popularización científica locales, que merecía ser estudiada por una suerte de valor intrínseco. Pues casi no se habían relevado rasgos sobresalientes como la novedad de los temas que abordaba, quiénes habían participado de ella, quién era el autor del bellísimo arte de sus tapas, entre otros.  Y en ese sentido, el concurso por la beca Josefa Emilia Sabor de la Biblioteca Nacional me vino como anillo al dedo, ya que apuntaba a poner en valor acervos bibliográficos relacionados con revistas. Me presenté en 2017 con un proyecto de investigación y gané. Así, me pasé un año en la Sala de Publicaciones Antiguas de la Hemeroteca de Biblioteca Nacional, relevando ejemplares de Mundo Atómico página por página, construyendo una serie de índices y bastante más adelante, abordé el desafío de convertir esa investigación en un libro que acaba de salir publicado, tanto por la Biblioteca Nacional como por el Colectivo editorial Tren en Movimiento.

RB: ¿A qué públicos estaba orientada la revista? ¿Con qué datos contamos de su circulación y llegada a dicho público?

CR: La revista estaba dirigida a un público muy moderno, entendiéndolo como todo aquel que, antes que nada, estuviera convencido del potencial promisorio de la energía nuclear, la ciencia y la técnica para solucionar los problemas vinculados con el desarrollo. Y si bien se trató de una revista que popularizó ciencia, no fue del todo una revista dirigida al público general. En Mundo Atómico conviven en una rara amalgama textos muy específicos, que originalmente circularon dentro de comunidades académicas, con otros eminentemente divulgativos. Aunque intentó ser una revista de alcance más popular, creo que no dejó de ser una revista que hoy llamaríamos “de nicho”.

En este sentido, un trabajo realizado por la historiadora Zulema Marzoratti logra reponer la tirada de  esta revista en 8000 ejemplares bimestrales/trimestrales. Lo que para mí no resulta ser una tirada especialmente significativa, en términos de cantidad de ejemplares en circulación según otras cifras de la época. Pero las entrevistas que esta misma historiadora ha realizado dentro de la comunidad nuclear argentina encuentran esta revista entre la literatura que leían muchos de aquellos profesionales del área cuando eran más chicos. Muchos de ellos, incluso, habían coleccionado sus números. De esta forma, me animé a pensar Mundo Atómico como suerte de literatura de iniciación, como parte del sustrato cultural de muchos de nuestros profesionales del campo nuclear.

RB: ¿Qué imagen del Estado se construye en la revista?¿Cómo se piensa a la ciencia desde allí?

CR: La revista construye la imagen de un Estado augusto, muy ocupado en resaltar con sus iniciativas la “grandeza” del país. Se trata de un Estado en acción permanente que no deja de motorizar cosas grandes, proyectos de escalas hercúleas -como diría Horacio González- pero que también se anima a clamar soberanía y hacerse presente incluso en las fronteras más alejadas, ya sean fronteras territoriales o fronteras del conocimiento. También es el Estado del Segundo Plan Quinquenal peronista, donde la ciencia es entendida como parte de un talento o de un bien individual pero en función social. Y es desde ese lugar del talento propio puesto al servicio de los otros -y que al ser ejercido da felicidad a su portador- que el Estado que aparece en la Mundo Atómico se hace eco del famoso leit motiv peronista ciencia para el pueblo

RB: ¿Qué herencias nos deja este tipo de periodismo científico y que novedades encuentra en las publicaciones de hoy?

CR: Desde mi punto de vista, el rasgo valioso que nos deja esta publicación es su entusiasmo por dar a conocer un Estado emprendedor, una ciencia y una tecnología nacionales, en tanto variables claves en el esquema del desarrollo local. Hoy más que nunca, nuestro país necesita de iniciativas de largo aliento que motoricen integradamente nuestra economía y esto sin descuidar las implicancias socioambientales de esas iniciativas. El sector nuclear argentino, tan protagonista de la Mundo Atómico, tiene muchísimo que aportar en esa dirección. Pero actualmente apenas se habla sobre él en la esfera pública local.

En cuanto al panorama actual de medios que hablan sobre y desde el campo científico encuentro novedosas algunas iniciativas, como por ejemplo, Velociraptors, la revista coleccionable de la cual soy editora, en tanto que lo científico es abordado desde los íconos de su imaginario y que funcionan como disparadores de un tema (por ejemplo, dinosaurios, insectos sociales, futuro). Ese tema es “deconstruido”, si se quiere. Así, la ciencia es pensada críticamente en relación con la sociedad y con la cultura. Por otro lado, el medio El gato y la caja, además de popularizar ciencia, viene desarrollando un laboratorio de experimentación alrededor de temas vinculados con percepción, conciencia y otros yuyos, donde su audiencia participa no sólo a través de la experiencia lectora, sino también como informantes en la recolección de datos a través de internet. Esto me resulta muy novedoso también.

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