GÉNEROSTAPA

Tareas de cuidado: “El gobierno nacional trabaja en acciones concretas para revertir la desigualdad histórica por razones de género”

hablemos de cuidado
Por: Redacción Broquel

Entrevista con la Directora de Articulación Integral de Políticas de Cuidados del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, Iris Pezzarini. “El contexto actual de pandemia puso en el centro de la agenda a los cuidados porque al recluirnos al interior de los hogares, detener o adecuar los ritmos diarios  o necesitar pasar por períodos de aislamiento, estas tareas se pusieron de manifiesto y fue imposible no verlas”.

Revista Broquel: Se ha conformado una Mesa Interministerial de Políticas de Cuidado, y desde allí han presentado el documento “Hablemos de cuidados”. ¿Qué nos puede contar de esta iniciativa?

Iris Pezzarini: Desde el inicio de la gestión del MMGyD se está abordando una demanda que ha traído históricamente el movimiento feminista en relación al reconocimiento de los cuidados como una necesidad, como un trabajo y como un derecho, en sus dos caras: no solo para las poblaciones que necesitan ser cuidadas sino para las poblaciones que brindan esos cuidados.

 A mi entender es un aspecto profundamente innovador que el Gobierno actual tome en su agenda el tema de cuidados igualitarios. Mirar y ocuparse de quienes se hicieron cargo de los cuidados desde el momento mismo que se originó la división sexual del trabajo. El MMGyD tiene la decisión de  ocuparse de transformar en clave de igualdad esa foto tan injusta que estuvo detenida y  cristalizada en el tiempo durante tantas décadas.

Hay una larga tradición de los gobiernos populares en relación a la ampliación del piso de derechos para quienes necesitan ser cuidades. Por ejemplo hitos como la labor iniciada por Eva Perón respecto a la niñez, a personas mayores y a personas con discapacidad; el fin del régimen de Patronato de Menores y sanción de la Ley de Protección Integral de Niñes y Adolescentes, los planes y leyes de inclusión previsional o programas de formación en cuidados domiciliarios de los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández,  son varios los antecedentes en esa línea.

Sobre esa base y tomando la demanda feminista, el Presidente Alberto Fernández ha redoblado la apuesta, cuando en su discurso a ante la Asamblea Legislativa, dijo que durante su gobierno buscará “reducir a través de diversos instrumentos las desigualdades de género económicas, políticas y culturales”, agregando que pondremos especial énfasis en todas las cuestiones vinculadas al cuidado frente de muchas desigualdades, ya que la mayor parte del trabajo doméstico recae sobre las mujeres en Argentina”. Por eso afirmamos que es tiempo histórico político de  posibilitar un nuevo salto orientado a  integrar y ampliar lo existente, pero muy fuertemente a pensar políticas públicas que visibilicen, reconozcan, remuneren y distribuyan igualitariamente las tareas de cuidados. 

Sabemos que ese universo que históricamente ha cuidado está conformado principalmente por mujeres, lo cual no solo genera una gran brecha salarial sino que ha reproducido inter-generacionalmente la feminización de esas tareas. Por eso,  la Jefatura de Gabinete de Presidencia ha conformado la Mesa Interministerial de Políticas de Cuidados, cuya coordinación la llevamos desde las Direcciones de Políticas de Cuidados del MMGYD.  Esta mesa está integrada por 12 organismos nacionales y se propone en primera instancia aproximar miradas sobre la temática, la puesta en valor de lo existente, su revisión y la implementación de políticas integrales superadoras que deban anclarse en  clave igualitaria.

RB: ¿Cómo cambia esto en el contexto de pandemia?

IP: La invisibilidad y el silencio en torno a los cuidados es de larga data; siempre fueron esas tareas cotidianas que no se ven, que no se valoran, mediante las cuales todes nos sostenemos en nuestros diferentes ciclos vitales, pero sobre las cuales ha costado mucho hacerse preguntas que tuvieran que ver con las razones y consecuencias de su forma de organizarse. ¿Por qué? Porque el preguntarse cuestionaría y desnaturalizaría lugares de privilegios para algunos y dejaría al descubierto las injusticias que ha acarreado para otras/es.

El contexto actual de pandemia puso en el centro de la agenda a los cuidados porque al recluirnos al interior de los hogares, detener o adecuar los ritmos diarios  o necesitar pasar por períodos de aislamiento, estas tareas se pusieron de manifiesto y fue imposible no verlas. Por ausencia o por presencia, quienes organizan u organizaban esa cantidad de tareas y gestiones mentales cotidianas en el día a día en cada hogar, organización o espacio laboral privado o estatal fueron visibilizadas.

En la Argentina hay muchísimas formas de familias, de organizaciones, de instituciones, pero lo  común a todas es que en su interior, se realizan tareas de cuidado. La decisión sobre la distribución de las mismas anteriormente quedaban libradas más que nada a la esfera privada de la familia, o hacia adentro de cada organización, es decir resolviéndose hacia el interior de las relaciones, sin tanta participación del Estado.

La dimensión cultural tiene un gran peso en esas decisiones, ya que  durante mucho tiempo se ha reproducido y asumido la concepción errónea, vinculada a mandatos patriarcales, de que “los cuidados” son algo que naturalmente saben y deben hacer las mujeres u otras identidades asociadas a matrices patriarcales. Todo esto ha conducido a que la organización social del cuidado actual sea el eje central de las desigualdades entre los géneros, y es además un elemento clave para pensar en la prevención de las violencias.

Es el hilo invisible, cotidiano, oculto, imperceptible de ese proceso que luego puede estallar en una situación de violencia por razones de género. De allí  la importancia de poner en reflexión como nos organizamos respecto a los cuidados en esos espacios culturales como son los hogares, las organizaciones, los barrios, donde muchas veces se legitiman prácticas y dinámicas estereotipadas, que derivan de mandatos de un sistema patriarcal y donde la desigualdad de esa base silenciosa e invisible no se logra evidenciar antes que estalle en una violencia más explícita.

 Es muy auspicioso que desde el Estado, en tanto herramienta de transformación y organización de las relaciones sociales, se ponga el foco en esos hilos invisibles, pudiendo desnaturalizar progresivamente esas huellas culturales que legitiman y reproducen violencias sociales y económicas.

Hablamos de reproducción de la feminización porque muchas veces se va transmitiendo y pasando el mandato de generación en generación.  Una mamá deposita estas tareas en su hija más grande, o en hermanas mujeres, o en una vecina o compañera, generalmente siempre se piensa en una mujer, más allá que en determinados sectores sociales esta tareas se remuneren y en otros no.

Ahora, si bien siempre se piensa en la figura de una mujer para cubrir las necesidades de cuidados, esta feminización se acrecienta y sobrecarga aún más en los sectores populares. Es allí donde las mujeres se ven más recargadas de estas tareas, lo que lleva a que muchas veces no  puedan salir a trabajar, no puedan tomar ni siquiera un trabajo de horas reducido, en comparación con el varón de ese mismo espacio que seguramente tiene mejores condiciones para salir a tomar una jornada laboral de 8hs.  Si la mujer lo hace, generalmente es en forma reducida y además organizando previamente y de manera no remunerada, con vecinas, compañeras o hijas mayores esa responsabilidad que deja “descubierta”; pero también muchas veces  opta por no tomar el trabajo para quedarse a cargo de estas tareas.

En muchos casos, además de las tareas de sus propios hogares, de las casas particulares o instituciones donde trabajan, también llevan adelante la organización de las actividades de cuidados, comedores, merenderos, ollas populares, apoyo escolar en las organizaciones de sus barrios. Si miramos con detenimiento esas dinámicas comprenderemos también la denominada feminización de la pobreza.

En la pandemia que estamos viviendo se ha visto la potencia y capilaridad territorial que tienen  las organizaciones sociales y políticas  para brindar cuidados en los barrios donde se insertan. Las ollas populares que sostienen, las asistencias, las mediaciones o puentes que han facilitado para con los programas sanitarios de detección es enorme, allí se pone de manifiesto, una vez más como en otros momentos críticos de nuestro país, esa base comunitaria que son las tareas de cuidado, y ese  gran acumulado de tejido  social que tiene nuestra Argentina. Esa trama comunitaria que fuera fortalecida durante gestiones nacionales anteriores  (2003 – 2015) y que con muchisimas dificultades y esfuerzo de las organizaciones sociales ha podido sostenerse a pesar de las regresivas políticas neoliberales de los  últimos años (2016-2019)

En el circuito de los cuidados hay muchos actores involucrados, las familias y los hogares, las organizaciones, el mercado (el cual  tiene gran influencia) y el Estado obviamente como actor central en su regulación. El rol que tiene el Estado nacional respecto a los cuidados, como también los estados provinciales y municipales, es traccionar y motorizar políticas integrales e igualitarias, que apelen a la corresponsabilidad.

RB: ¿Qué papel tienen los medios de comunicación en la reproducción de estos estereotipos?

IP: Los medios de comunicación han tenido gran responsabilidad en la adopción y réplica del modelo machista que aún subsiste en la sociedad. Los medios hegemónicos lamentablemente, a través de sus diferentes formatos discursivos, son una maquinaria enorme de reproducción y penetración constante de estereotipos vetustos y anquilosados sobre los que estuvimos hablando. Si bien,  algunos pocos medios  están incluyendo periodistas y comunicadores con formación y recorrido feminista, aún son la minoría.  Apostamos a la ampliación y renovación de voces.

RB: ¿Cómo se logra poner en agenda los cuidados desde un punto de vista económico y social?

IP: Nosotres desde la Mesa Interministerial de Cuidados, estamos trabajando en diferentes ejes de políticas públicas, uno tiene que ver con lo descripto anteriormente que es la dimensión cultural, pero también e igual de importante, es construir y/o potenciar políticas de tiempo, de servicios, de transferencias económicas y técnicas, de condiciones laborales justas, de jerarquización y certificación de saberes y muchas más.

Más allá de los ejes específicos que se aborden, lo fundamental es que todos se aborden  desde una mirada  integral de género, que no se los tome de manera compartimentada o fragmentada, que tengan un plan de trabajo sistémico, con un norte político claro que es la ampliación de derechos para aquellos sectores que aún continúan postergados.  

El primer ítem es lograr visibilizar y sensibilizar respecto a la gran desigualdad existente respecto a la organización actual de los cuidados en nuestro país, pero de forma inmediata y simultánea es necesario trabajar en líneas concretas que  reorienten esa fotografía tan injusta en clave igualitaria.

RB: Algo que reviste un enorme desafío enorme, especialmente en este contexto…

IP: Sí, es un desafío pero el gobierno está muy comprometido, ya con la creación del Ministerio de las Mujeres Géneros y Diversidades y con las creaciones de  Direcciones de Políticas de Cuidado en su estructura como también en otros organismos, está dando muestra  cabal de la importancia que tiene este tema en su agenda y como ha escuchado y traducido esta demanda del  feminismo popular. La tarea recién empieza y es a largo plazo, digo, debemos seguir traduciéndolo en más y mejores políticas públicas.

El  documento “HABLEMOS DE CUIDADOS” que ha elaborado la Mesa Interministerial es un paso muy importante, hasta diría histórico, ya que  no es menor que 12 organismos nacionales puedan plantear un primer piso de aproximación sobre como concebimos esta problemática desde el Estado Nacional. Este trabajo articulado entre diferente organismos es muy valioso desde mi punto de vista, lo cual no significa que sea sencillo, ni lineal y sin contradicciones, al contrario, pero eso aumenta su valor, ¿no? Sabemos que las estructuras estatales están impregnadas de patriarcado desde su origen mismo, pero hay voluntad política y hay funcionaries comprometides, con actitud y convicción militante de trabajar a pleno para revertir la injusta feminización que venimos arrastrando desde décadas.

Las políticas de cuidados son una inversión a mediano y largo plazo, de reconocimiento y generación de trabajo y empleo. La economía del cuidado es una de las matrices a transformar fuertemente en nuestro país para reconocerla como trabajo; el tema es que hasta ahora estuvieron siendo tareas mas vinculadas a la esfera de lo privado o de lo comunitario. Las necesidades de cuidado, que todes tuvimos, tenemos o tendremos en algún momento de nuestro ciclo vital, no pueden quedar solamente sujetas a las posibilidades de contar ( o no) con una familia, con redes socio afectivas o con las condiciones económicas que nos permitan proveernos de esos servicios.

Desde mi concepción, el rol del estado es crucial para lograr grandes transformaciones a favor de las mayorías populares, pero sabiendo que el camino hacia una organización del cuidado más justa no está completo sin la participación activa de toda la sociedad y que no se logrará si el pueblo no se apropia de ese debate. El Estado debe garantizar condiciones de derecho tanto para quienes necesitan cuidados como para quienes los brindan. Pero es clave promover voz y espacio a un  proceso colectivo donde la diversidad de  saberes y experiencias territoriales de cada región de nuestro país se pongan  en valor y en conversación para traccionar verdaderos cambios colectivos orientados a las necesidades diversas de cuidados que tiene cada rincón de nuestro país.

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