A 40 años del retorno democrático, elegimos los discos más importantes editados en el inicio de la primavera democrática que marcarían la década y la historia del rock nacional: Clics modernos (Charly García), La dicha en movimiento (Los Twist), Bajo Belgrano (Spinetta Jade), Vasos y besos (Los Abuelos de la Nada), Agujero interior (Virus), Luchando por el metal (V8), Los Violadores (Los Violadores) y Corpiños en la madrugada (Sumo).
Por: Juan Manuel Ciucci
Tras la prohibición de propalar música en inglés por las radios argentinas que impuso la dictadura cívico-militar ante el conflicto bélico en las Islas Malvinas, el rock nacional tuvo una explosión de difusión y posibilidades inéditas para llegar a los estudios de grabación. De allí que unos años después cantara irónicamente Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota: “¿Y cuánto vale ser “La banda nueva”/Y andar trepando radares militares?”. Coincidió esto con un estallido de creatividad en la escena local, de la mano de la libertad incipiente que avanzaba, y que se plasmaría en discos fundamentales para la historia del rock en castellano.
En el marco de los 40 años del retorno democrático, volver a aquellas gemas editadas en 1983 no deja de asombrarnos, no sólo por la calidad artística de las producciones, sino por el espíritu de libertad y denuncia que aún las habita. Aquello que se llamó la primavera democrática encontraría en el rock a una de sus más interesantes versiones, lejos del “destape” o de la corrección política en la que se ocultaron muchos de los cómplices civiles de la dictadura genocida. Elegimos aquí los trabajos más destacados, que nos permiten recuperar aquel contexto inédito y que anticiparían muchas de las corrientes del rock que consolidaron la escena de las siguientes décadas.
El rock en mi forma de ser
Un hilo conductor tiene que ver, claro está, con el deseo de vivir una nueva libertad. Quizás quien mejor haya explicitado esto sea Virus con su grito primal “¡Hay que salir del agujero interior!”. En su tercer disco, los hermanos Moura vuelven a desequilibrar la pesadez dominante de la cultura porteña (“Mundo enano” es un claro ejemplo), al tiempo que agitan a los cuerpos a bailar y descontracturarse (“En mi garaje”, “El probador”). Pero en Agujero interior también aparece la denuncia de los horrores de la dictadura y la esperanza en un porvenir de memoria, verdad y justica: “Ellos nos han separado” es una apelación hacia Jorge Moura, hermano desaparecido en marzo de 1977. “Tengo que estar con vos de nuevo/porque eso es lo que yo quiero/mañana, para que exista mañana/porque la noche tiene final/la vida vuelve siempre a cantar/es su pedazo de libertad”, dice la letra escrita por Federico Moira junto con Roberto Jacoby, figura fundamental del arte contemporáneo argentino. Sin concesiones, como cuando se negaron a tocar en el festival que organizaron por Malvinas los genocidas, Virus volvía a explicitar sus convicciones como lo hicieron en su anterior disco, quizás el más socialmente crítico y menos recuperado: Recrudece.
Pero si hablamos de libertad, es imposible no pensar en Miguel Abuelo, y en un disco clave que también se editaría en 1983: Vasos y besos . “Libertad/luz, coraje/amor divino”, canta Miguel en “Yo soy tu bandera”. Desde el arranque arremeten con un “No se desesperen locos/Todo va a andar bien/Ninguna bala/Parara este tren”, una esperanza que rompe la monotonía y la mediocridad que pretendieron instalar en los años más oscuros de nuestra historia. “Multitud/Merodeando por las calles/No sé si están vivos dentro de su piel/Veo caras que pasan sin mirar/Corazones secos de tanto esperar”, radiografían la sociedad imperante en “Vamos Al Ruedo”, para agitar un “No tengas miedo/Vamos al juego/Y si te quieres perder ven conmigo”. El disco contiene además piezas ya clásicas de Los Abuelos de la Nada: “Así es el calor”, “Mil horas”, “Chalamán”. Una disco que se convierte ante cada escucha en una celebración vital, en un brindis por la vida.
La dicha en movimiento , álbum debut de Los Twist, completaría la tríada de discos del ´83 que impulsan una praxis vital en el rock nacional de la postdictadura. Desde el humor, algo hasta entonces poco común, logran destrabar la monotonía reinante. “El primero te lo regalan, el segundo te lo venden”, “Jugando hulla hulla”, “Cleopatra, ¡la reina del twist” o “Salsa!” son algunas de las joyas de este disco. En “Ritmo colocado” disparan: “Dejá de buscar y baila/animate si es que puedes/no te resistas al ritmo/gira tu cadera y/bailarás, con ritmo colocado/bailarás, con ritmo colosal”, cuando aún estaba mal visto que la gente baile al ir a un recital. Pero será sin dudas con “Pensé que se trataba de cieguitos” que este disco pasará a la historia, por reflejar no sólo la represión pasada, sino la presente, con fina ironía y astucia para esquivar censuras, logrando una sonrisa ante el relato escabroso de los apremios ilegales.
El productor de La dicha en movimiento sería Charly García, quien en ese año lanzaría uno de sus más importantes trabajos solistas: Clics modernos . Uno de los padres fundadores de la escena local mostraba su faceta modernosa, grabando en EEUU con sonidos de la nueva era. “Nos siguen pegando abajo”, “No me dejan salir”, “Bancate ese defecto” o “Nuevos trapos” mostraban esa nueva sonoridad de Charly con letras que denunciaban la represión, y la imposición de la norma y la exclusión de la diversidad que la sociedad argentina transitaba. Pero sería con “Los dinosaurios” que García, desde un piano más clásico en sus sonidos, ofrecería un clásico que denuncia lo pasado, pero con esperanza hacia el porvenir. Y con el neotango “No soy un extraño” recuperaría las historias del regreso del exilio, junto con la voluntad no volver nunca más a caer en las manos del poder genocida: “Desprejuiciados son los que vendrán/Y los que están, ya no me importan más/Los carceleros de la humanidad no me atraparán/Dos veces con la misma red”.
Otro de los fundadores, Luis Alberto Spinetta ofrecería una obra que combina su registro clásico con nuevas sonoridades, en Bajo Belgrano de Spinetta Jade. “Mapa De Tu Amor” introduce los sintetizadores, mientras que “Canción de Bajo Belgrano” o “Vas a Iluminar la Casa” dialogan con nuevas propuestas más cercanas al pop. La narrativa ofrece postales del horror cercano, como “Pero, la verdad, es que da impresión/Ver los blancos peces en un nylon/Cuando es tan temprano/Usualmente, solo flotan cuerpos a esta hora” en “Resumen porteño” o “La mañana lanza llamas/Desde su herida, débilmente” recordando la expulsión del barrio popular del Bajo Belgrano. Pero será con la dedicatoria a las Madres de Plaza de Mayo en “Maribel se durmió” donde quedará más explicitada la denuncia ante lo que pasó, y la persistencia del pedido de justicia.
Aquí vienen los discos que abrieron la puerta a otros sonidos del porvenir, como así también a una nueva mirada ante la democracia naciente, con críticas hacia el nuevo status quo dominante. En principio Los Violadores con su álbum debut homónimo, que desde el punk vendrían a confrontar con los sonidos complacientes tanto del antiguo rock nacional, como con los de la modernidad. “Moral y buenas costumbres”, “Un producto de su sociedad” o “Viejos patéticos” son sólo una muestra de esta nueva era naciente: “Basta de “Hospicios”, “Betos” y “Cósmicos”/Son tan solo poses muertas: Viejas, viejas, viejas, viejas/¡No queremos aburrirnos!/¡No, no, no queremos convertirnos!/Sólo queremos referirnos a tu realidad/Hay que volar con lo establecido”. Con “Represión” ofrecerían un himno inmortal a los desposeídos que seguirían sufriendo la persecución, pese al advenimiento democrático.
Llega ahora el momento del disco quizás menos apreciado en su lanzamiento y más recuperado en la actualidad: Luchando por el metal de V8. Sería el inicio de la explosión metalera del universo de Ricardo Iorio, con una poética que marcaría para siempre al rock pesado argentino. “Destrucción”, “Brigadas metálicas”, “Muy cansado estoy”, son ya clásicos del género. “Parece mentira, tanta estupidez/tanta hipocresía, tanta tozudez/gente en la miseria eso es lo que son/conformando el planeta/del yugo y del dolor”, describe al mundo postdictatorial en la apertura del álbum. “Lunes y nuevamente/En el trabajo estoy/solo recuerdo momentos de ayer/vivo el bajón de hoy/Para continuar/en esta estúpida senda/debo gritar que/muy cansado estoy”, muestra el interés por reflejar la vida diaria de una clase trabajadora sojuzgada, tema recurrente en la poética de Iorio. “Si estas cansado de llorar/Este es el momento de gritar/Que estas vacío de liberación/Y estas muy lleno de represión/El presente te es infeliz/hoy tu mente hippie ha de morir”, gritan en “Brigadas Metálicas”, himno de quienes encontrarían una identidad y un refugio ante una democracia que prometía más de lo que podía lograr.
Dejamos al que consideramos el mejor disco de aquel año para el final: Corpiños en la madrugada, el primer álbum de estudio de Sumo. Grabado y editado de forma independiente, rompió con todo lo establecido en el rock nacional del momento, a pesar de tener una pequeña circulación. Su novedad no vino de la mano de los sintetizadores, sino de la crudeza sonora y del desparpajo ante una escena demasiado formal e institucionalizada. Luca Prodan abriría para siempre una huella identitaria en el espíritu de la cultura rock de nuestro país. “Banderitas y globos”, “Teléfonos que suenan en piezas vacías/White Trash”, “Divididos por la felicidad”, “Fuck you” o “Disco Baby Disco (De Be De)” serían la presentación de una banda que marcaría a futuras generaciones. Esta primera formación de la banda ofrece un sonido menos expandido en el universo de las guitarras, pero más sólido e intimista. La versión definitiva de “Mejor no hablar de ciertas cosas”, poesía del Indio Solari, acerca al disco a las inquietudes de la postdictadura, mientras que el resto de las letras bucea en el universo personal de Prodan, recién llegado de Europa. Quizás la excepción sea “Una Noche en New York City (La Rubia Tarada)”, donde Luca describirá sin tapujos a la sociedad “careta” que continuaba habitando la capital del país. Corpiños en la madrugada condensa el originario impulso de Sumo, cuya influencia puede percibirse en nuestros días.
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