Por: Lic. Julia Contreras Imagen: El corral de las cabras por Fernando Fader, 1926, Museo Nacional Bellas Artes
La sobrecarga de tareas de las mujeres en su faz individual y familiar, conlleva a un error de análisis que impide revisar la estructura social patriarcal bajo los efectos de la pandemia y la construcción de subjetividades que se vinculan al cuidado.
La pandemia de COVID 19 ha producido un impacto altamente negativo en la economía de las mujeres y disidencias. Existe de manera pretérita y estructural diferencias de género en el mundo del trabajo; obstáculos no removidos por la sociedad y los Estados, para acceder al trabajo decente y en igualdad salarial, mayor vulnerabilidad laboral y poca representación de las mujeres y disidencias en los puestos más altos en empresas e instituciones. En el contexto mundial de pandemia, esta situación se ve potenciada con pérdidas de puestos de trabajo y rebajas en los salarios. Es preciso agregar que la mayoría de ellas son monotributistas y trabajadoras informales que se desempeñan en el sector de servicios; ámbito donde primero se suspendieron actividades tales como bares, restaurantes, escuelas, trabajo doméstico, comercio y hotelería, excepto el personal de salud y de cuidados.
En ese sentido, el Secretario General de Naciones Unidas, António Guterres viene alertando sobre la exacerbación de las inequidades sanitarias, económicas y de seguridad y protección social que de por sí sufren las mujeres y las niñas, por el sólo hecho de pertenecer al género femenino. Afirma que el impacto de la pandemia de COVID 19 ha amplificado las desigualdades existentes, y más aún, las ha agudizado en personas y colectivos vulnerabilizados.
Respecto a lo difícil que resulta la cuarentena, De Souza Santos[1] detalla que para las mujeres resulta hasta peligrosa; por ser ellas «las cuidadoras del mundo», las que prestan cuidados dentro y fuera de las familias, y porque son mujeres mayoritariamente en profesiones como enfermería o asistencia social, estando hoy en primera línea de atención a las/os enfermas/os y ancianas/os, exponiendo sus cuerpos para garantizar la cuarentena de los demás.
Se agregó a ello una intensificación de las tareas de cuidado también de niñas, niños y adolescentes que se encuentran sin concurrir a los establecimientos educativos y requieren de apoyo escolar familiar. La situación ha impactado en el frágil equilibrio entre vida familiar y trabajos de las mujeres. Las pautas del confinamiento hacen que, en el caso que las mujeres realicen teletrabajo, se vean recargadas de más responsabilidades, ya que adquieren el compromiso de los cuidados del grupo familiar, lejos de suponer que, al haber más personas en la casa durante la cuarentena, las responsabilidades domésticas podrían estar mejor distribuidas.
Esta situación de sobrecarga de tareas de las mujeres en su faz individual y familiar, conlleva a un error de análisis que impide revisar la estructura social patriarcal bajo los efectos de la pandemia y la construcción de subjetividades que se vinculan al cuidado. Nos estamos refiriendo a la división sexual (y sexista) del trabajo y las devenidas responsabilidades, que coloca a las mujeres en un lugar de cuidadoras en desmedro de otras dimensiones humanas para su desarrollo vital, y que perpetúa las funciones de varones y mujeres, en sentido binario. Las mujeres son las principales proveedoras de cuidados dentro de la familia que asumen la tarea con mayor responsabilidad.
Los varones se encuentran resueltos a retornar a sus trabajos ni bien culmine la cuarentena en sus distintas fases, mientras que las mujeres deberán permanecer confinadas en los hogares para atender las necesidades de los familiares que requieran de cuidados.
Es necesario, en este contexto sanitario, poner en valor el trabajo doméstico y de cuidados familiares que causan precarización laboral en las mujeres. Se manifiesta en una diferenciación salarial respecto a los varones, además de asignarles una doble tarea, situación que genera explotación y persistencia de la pobreza. Asimismo, la crisis sanitaria ha traído un incremento de violencia hacia las mujeres y disidencias debido al confinamiento, con cifras que han ido en aumento hasta tornarse alarmantes. Estas situaciones en el ámbito familiar se ven agravadas debido a una disminución en los ingresos de las mujeres, por lo tanto sus autonomías se ven restringidas a la hora de romper un vínculo con el agresor, estando obligadas a permanecer con él por la dependencia económica. El Registro Nacional de Femicidios publica un informe al 30 de abril de 2020 en el cual contabiliza 117 femicidios, de los cuales 55 ocurrieron en la etapa de confinamiento, el 66 % ocurrió en la vivienda de la víctima y el 68% fue perpetrado por su ex o actual pareja, quedando 125 niños/as huérfanos/as[2].
La creación del Ministerio de las Mujeres, Género y Diversidad de la Nación ha sido una sólida y acertada decisión del gobierno nacional, a fin de poder instrumentar políticas públicas con perspectiva de género e interseccionadas, ya que un Estado que no las genera de manera eficaz y equitativa no tiene chances de socializar las responsabilidades de cuidado. El derecho de las mujeres a una vida plena debe ser sostenido desde el Estado al igual que el fomento de relaciones democráticas de la sociedad. Es necesario poner en la agenda pública los cuidados y atenciones en el contexto de emergencia sanitaria actual, bajo nociones de equidad que logren dar las soluciones adecuadas. La complejidad del problema requiere de un compromiso ético y profundamente político del sector gobernante y de la sociedad toda, a través de reconocimiento del trabajo de cuidados y doméstico, históricamente invisibilizado por el sistema patriarcal. Como bien señala Izquierdo[3], el trabajo de las mujeres representa un ahorro en los recursos de los varones, que además los libera de responsabilidades vitales y les permite disponer de tiempo libre para otras actividades de índole social y laboral.
Es preciso que el Estado diseñe políticas de emergencia sanitaria con perspectiva de género que abarquen una multiplicidad de dimensiones, el rol de la mujer en la crisis, las reiteradas situaciones de violencia que padecen en el ámbito familiar, el menoscabo de las condiciones económicas de mujeres y disidencias, y la búsqueda de equidad en los cuidados. Las ayudas sociales de emergencia en tanto políticas públicas recientemente creadas como el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) debe alcanzar a las mujeres víctimas de violencia y a todas a quienes los padres de sus hijos/as no le paguen la cuota alimentaria, al margen su situación laboral e impositiva; y del mismo modo dar prioridad a mujeres a cargo de familias monomarentales y personas trans en lo atinente a viviendas sociales.
Urge democratizar los recursos económicos, las responsabilidades familiares, la solidaridad comunitaria y por sobre todo la generación de políticas públicas ordenadoras y morigeradoras de las prácticas sociales de desigualdad, a fin de encontrar soluciones de fondo que reparen los perjuicios ocasionados a las mujeres.
El feminismo es consciente que se enfrenta a un imperativo humanitario que es la lucha contra la pandemia de COVID 19, sin renunciar a la aspiración de una vida democrática, en igualdad y profundamente deseosa para las mujeres. Deben concebirse los cuidados enmarcados con equitativa responsabilidad, donde tanto varones como mujeres y disidencias, aprendamos a compartir las tareas solidariamente y bajo principios de igualdad económica y de desarrollo pleno.
[1] De Sousa Santos, Boaventura La cruel pedagogía del virus / Boaventura De Sousa Santos ; prólogo de Maria Paula Meneses. – 1a ed . – Ciudad Autónoma de Buenos Aires : CLACSO, 2020. Libro digital, PDF – (Masa Crítica / Batthyany, Karina).
[2] Registro Nacional de Femicidios 2020. Informe de femicidios en Argentina del 1 de enero de 2020 al 30 de abril de 2020. Corte Suprema de la Justicia de la Nación.
[3] Izquierdo, María Jesús “Del sexismo y la mercantilización del cuidado a su socialización: hacia una política democrática del cuidado” en Cuidar cuesta. Un análisis del cuidado desde la perspectiva de género. 2003. Fundación Dialnet.
Las opiniones expresadas en esta nota son responsabilidad exclusiva de la autora y no representan necesariamente la posición de Broquel.
Excelente análisis de la precariedad en que se encuentran las mujeres, solo hecho por su condición de tales , todavía a la espera de una mejor Politicas de Estado , estamos en EMERGENCIA NACIONAL!!!
Excelente articulo. La pandemia ha expuesto de manera mas evidente, si es posible, las diferencias de genero que aun persisten. Hay valores en esencia en las mujeres que no van a cambiar, como esa capacidad innata de dar, atender, entender y estar, pero ello no importa atentar contra una necesaria igualdad.