BELGRANOCULTURA

La construcción épica en el cine nacional: Manuel Belgrano

Por: Marcela Barbaro

“La reelaboración del pasado y el rescate de los héroes extraídos de libros y bronces, resulta un desafío a la hora de elegir desde qué perspectiva se analiza la historia. Tal vez, sea uno de los factores por lo cuales el género épico histórico no fue tan prolífico ni consumido en nuestro país”.

En 1896 el cine llegó a Buenos Aires como símbolo de la modernidad europea. La filmación de actualidades, desfiles, y símbolos patrios dieron inicio a sus primeros paso, como demuestra nuestra primer película: La Bandera Argentina filmada en 1897 por Eugenio Py.

Recién en la década del diez comenzarán las primeras películas narrativas de Mario Gallo, entre las que se destacan: La Revolución de Mayo (1909); El Himno Nacional (1910); El fusilamiento de Dorrego (1911); La batalla de Maipú (1912). Un inicio que dio luz y antecedente a los temas históricos, reflejando los hechos y personalidades más trascendentes de nuestra gesta patriótica, bajo una suerte de reconstrucción épica- biográfica.

La conformación y el armado de una expresión cinematográfica auténtica y nacionalista, llegará en manos del estreno de uno de los clásicos del cine nacional, la epopeya librada en La Guerra Gaucha (1941) de Lucas Demare, sobre la guerra de la Independencia en el norte argentino. Luego seguirá con el recuerdo de un Sarmiento patriótico en Su mejor alumno (1944).

A fines de la década del sesenta y principios de los setenta, otro de los antecedentes en la temática, fue la trilogía de Leopoldo Torre Nilson compuesta por Martín Fierro (1968); El Santo de la espada (1970) y Güemes, la tierra en armas (1971) que, a diferencia de sus películas anteriores, éstas dejaron resultados muy desparejos y acartonados, que deslucieron el sentido del género.

La política en materia cultural de los distintos gobiernos de turno, tampoco ayudó a potenciar y difundir este estilo de cine, al no ejercer una postura crítica ni revisionista sobre el ser nacional y sus orígenes.  

Hasta ese entonces, la figura de Manuel Belgrano no había sido abordada en la gran pantalla. El inmerecido olvido, dio origen al proyecto del realizador René Mugica (El centroforward murió al amanecer, El hombre de la equina rosada, El reñidero), quien participó en la productora Artistas Argentinos Asociados, y trabajó junto a director Lucas DeMare

Bajo el signo de la patria (1971) contó con Osvaldo Quirós, en la piel de Belgrano, junto a Enrique Liporace como el Tte. Cnel. Cornelio Zelaya, Leonor Benedetto interpretando a Juana Azurmendi, y Héctor Pellegrini como el Tte. Díaz Vélez, entre otros. La película aborda el período histórico desde la llegada de Manuel Belgrano a Tucumán en 1812 para hacerse cargo del Ejército del Norte, hasta la victoria de la batalla de Salta en 1813.

Las primeras imágenes del campo de batalla están sembradas de olvido y muerte; de fondo, la música de Falú completa el cuadro desolador. La cámara pasa por los rostros de los lugareños, mientras se abre un paisaje desértico y pobre, donde aprendieron a luchar, y a ver el fusilamiento de los desertores.

A ese territorio en medio de la nada, llega Belgrano colmado de ideas. Su imagen se encuadra en la figura del prócer que peleo por sus ideales. Un hombre justo, solidario, educado, que demuestra carácter para enfrentar a los realistas, como al poder conservador de Buenos Aires, a quien desobedece, siguiendo sus propias convicciones. Alguien, capaz de dar su vida por la emancipación sudamericana. Ese ilustre abogado, que genera burlas por no ser militar, resultó ser un estratega que se animó a realizar el éxodo jujeño. Una de las escenas más significativas y conmovedoras de la película.

“Al país hay que hacerlo entre todos. Combatir la ignorancia. La libertad será palabra difícil para ser deletreada”, una de las tantas expresiones evocadas por Belgrano, a la que sumará de forma apelativa, “pueblo” y “liberación”. Todo un desafío para los años de dictadura, donde fue estrenada.

Otro desafío de la película, sucedió en torno a su guionista, Isaac Aisemberg. El por entonces Presidente del Instituto Belgraniano, general González Filgueira, le transmitió que desde la Side se había objetado que un judío escribiera sobre la patria y la bandera. Ante el hecho y en defensa de su guionista, Mugica se opuso a seguir con el proyecto, lo que llevó a Aisemberg a firmar con otro nombre: Ismael Montaña, sin modificar el guion.

Si bien la película, hace un recorte histórico, sin mencionar la obra de Belgrano en Buenos Aires, ni sus proyectos económicos y ni políticos, como ninguna alusión a su vida personal; en todo momento se subraya los problemas de salud que padecía, la falta de dinero adeudado por Buenos Aires, como la escasez de insumos y alimentos para organizar y alimentar al ejército, antes de las batallas. Ese abandono e indiferencia también habla de la reticicencia de Bueos Aires por seguir arrefados a la corona española, como a su bandera.  

A lo largo de la película, la mirada cercana del realizador, pone el foco en el rol de los nativos que participaron en las contiendas; destacando su heroísmo anónimo al pelear con hambre y sin mayores conocimientos, que el defenderse.

La trayectoria de Mugica,le permitió realizar un proyecto complejo, de gran producción, haciendo frente a la censura, y dando como resultado uno de los grandes filmes épicos del cine nacional sobre Manuel Belgrano.

Muchos años después, el segundo proyecto cinematográfico sobre nuestro prócer, encontró al país en un contexto de plena libertad celebrando, ni más ni menos, que su Bicentenario.

Belgrano, la película (2010) dirigida por Sebastián Pivotto contó con el guion de Marcelo Caamaño y Sebastián Domenech, y la supervisión del director Juan José Campanella. La gran producción cinematográfica acompañó la fiesta popular y homenajeó el heroísmo de nuestro prócer, revindicando su figura, como su labor.

Su estrenó se programó para hacerse en el marco de un acto en el Monumento a la Bandera en Rosario, donde Belgrano izó por primera vez, la insignia nacional. Y luego, se exhibió en Buenos Aires, acompañada de muchos espectadores.

La película abarca los últimos ocho años de la vida del prócer, desde 1812 a 1820, interpretado por Pablo Rago. Lo acomapañan: Valeria Bertucelli, en el papel de María Josefa Ezcurra, amante de Belgrano; Pablo Echarri como José de San Marín; Mariano Torre, en el papel de Gregorio Aráoz de La Madrid; Paula Recca, encarnando a María Dolores Helguera, amante y madre de la hija de Belgrano, y Guillermo Pfening, como el Dr. Terranova, médico personal y el de los soldados.

La visión de sus últimos años, comprenden las victorias de las batallas en Tucumán y Salta, pero se enmarcan, desde el inicio hasta el final, en la agonía de Belgrano en su lecho de muerte. Allí, hace un repaso de su vida, en un diálogo permamente frente al joven que fue, preguntándose si valió la pena el sacrificio de sus ideales, en post del abandono de sus hijos, de la familia que no formó, y del esfuerzo en vano de su lucha.

La intención constante del guion, es mostrar su faceta más real y humana. Dar cuenta de sus relaciones con esas dos mujeres, desmitsficando la homosexualidad, a la que algunos hicieron alusión. Y también enaltecer su logro como militar, siendo abogado. Sólo hay algunos guiños muy superficiales al resto de su trayectoria (los libros que escribió, sus conocimientos de economía y agronomía, la educación), tampoco en cómo fue el proyecto previo de liberación. Quien lo destaca por su pensamiento e ideas, es José de San Martín cuando dialogan en la posta de Yatasto.

Como en la película de Mugica, también hay un subrayado en relación al desabastecimiento del ejército, al padecimiento del hambre, la disputa con el conservadurismo de Buenos Aires, la falta de dinero, y los constantes problemas de salud. También rescata algunos datos, como su relación con Güemes, la creación de la escarapela para ser identificados como ejército, su misión diplomática a Europa, y el primer izamiento a la bandera.

El desoblamiento del personaje principal, intercalado a la reconstrucción de las distintas batallas y hechos que se muetran, funciona como una metáfora reflexiva sobre el pasado y la importancia de la memoria. Un recurso narrativo, demasiado teatral en su puesta en escena, pero con la virtud del ejercio crítico. Se refleja la soledad que padeció y el olvido histórico de la sociedad y de los hombres de su tiempo.

Belrano, la película reivindica a un hombre que soñó y peleó por un mundo distinto; el mismo que compartía con Moreno y Casteli; pérdidas que se le sumaron a la incomprensión que vivía, pero que han dejado un legado imborrable.

La reelaboración del pasado y el rescate de los héroes extraídos de libros y bronces, resulta un desafío a la hora de elegir desde qué perspectiva se analiza la historia. Tal vez, sea uno de los factores por lo cuales el género épico histórico no fue tan prolífico ni consumido en nuestro país.

El cine como vehículo de comunicación, logra por su leguaje y verosimilitud con la realidad, generar y reconstruir un imaginario de lo que significa ser un “prócer”. El tema que enfrenta, es cómo y de qué manera lo visibiliza. ¿Con qué grado de verismo se reflejará la historia? ¿Cuál es la orientación ideológica que tendrá el discurso audiovisual? Y ¿Cómo incidirá en el público, la imagen sobre los hechos y nuestros héroes? 

La incidencia y el rol de nuestra cinematografía, da cuenta de la intervención que se produce entre la cultura y la realidad social y política. Conocer y ser partícipes de nuestra historia es un reconocimiento y homenaje a quien, como Manuel Belgrano, “defendió los intereses de nuestro pueblo”.

*Lic. En Relaciones Públicas y Crítica de Cine

Las opiniones expresadas en esta nota son responsabilidad exclusiva de la autora y no representan necesariamente la posición de Broquel.

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