Por: Marcela Barbaro*
“El punto más alto de la carrera cinematográfica de Jusid funciona como alegoría del período dictatorial que atravesó la Argentina durante trece años. La película da luz al pasado para reflejar el modelo de país que planificaron y se disputaron quienes, en connivencia con otros sectores de la sociedad, antepusieron los intereses hegemónicos a los de su propia Nación”.
“El pueblo argentino tarde o temprano sabrá reconquistar su libertad” / Lisandro de la Torre
Las distintas formas de ver y conocer la historia a través del cine nacional forman parte de nuestra identidad y del acervo cultural sobre los hechos del pasado. La reconstrucción fílmica permite un diálogo revisionista de cara a la memoria.
La llegada de los años treinta no pasó inadvertida en el mundo. Y en la Argentina inauguró la peor tendencia contra el sistema democrático: los golpes de Estado. El gobierno de Hipólito Yrigoyen fue interrumpido en septiembre de ese año, por los generales José Félix Uriburu y Agustín P. Justo. A ese hecho disruptivo, las desigualdades sociales, los problemas económicos, los negociados y los sucesivos fraudes electorales dieron lugar a la llamada “década infame”, que recién culminaría en 1943.
En 1933 durante el gobierno de Justo, la crisis ganadera que preocupaba a la clase terrateniente exportadora, llevaron al gobierno conservador a firmar el famoso tratado Roca-Runciman entre Argentina y Gran Bretaña en torno a la comercialización de la carne. En las medidas que pautaron, el Reino Unido se comprometía a comprar nuestra carne sólo con la condición de que sea a un precio menor, y a controlar la distribución con frigoríficos propios: Anglo, Swift y Armour. También de obtener beneficios aduaneros, impositivos y manejar el monopolio del transporte, entre las ventajas que recibieron.
El accionar del monopolio extranjero, en perjuicio del mercado interno, profundizó la crisis socioeconómica que padecía el resto de los argentinos. Ante ese hecho, el Senador por el partido Demócrata Progresista, Lisandro de la Torre, al comprobar las acciones fraudulentas alrededor del tratado, pidió ante el Congreso investigar y controlar las irregularidades del pacto a través de la creación de una Comisión de Investigación. De la Torre sólo contó con la ayuda del Senador electo por Santa Fe, Enzo Bordabehere, con quien comenzó un gran enfrentamiento hacia los conservadores, quienes aplicaron todo el aparato represivo a su alcance, para que la investigación no continuara y poder silenciarlo.
Las constantes amenazas de muerte terminaron en un hecho fatídico que tiñó de sangre al Senado de la Nación. El 23 de julio de 1935 en pleno discurso del senador De la Torre contra el Ministro Pinedo, la discusión fue subiendo de tono hasta provocarse un forcejeó entre ellos; de la Torre cae al piso y Enzo Bordabehere, al acercarse para ayudarlo, recibe el impacto de tres balazos que iban dirigidos a su colega. Los tiros fueron perpetrados por el matón del partido conservador, el ex comisario Ramón Valdez Cora, dando muerte a su vida.
Aquel hecho inédito fue llevado al cine de la mano del realizador Juan José Jusid (Tute cabrero; Los gauchos judíos; No toquen a la nena) con el título “Asesinato en el Senado de la Nación”. Según el director, su fuente de inspiración fue la película Muerte de un presidente de Jerzy Kawalerowicz, a partir de la cual pensó en hacer algo similar en base al período iniciado en 1933 donde tuvo lugar el tratado y el crimen político.
A partir del guion del dramaturgo Carlos Somigliana y acompañado por un gran elenco de actores encabezado por Pepe Soriano (de la Torre); Miguel Angel Sola (Valdéz Cora), Arturo Bonín (Bordabehere), entre otros; la película adopta el formato de una crónica política-policial centrándose en la figura del asesino, y abarcando los cuarenta y cinco días previos al crimen, donde se profundizan las disertaciones y denuncias en el recinto del senado.
La reconstrucción de los hechos gira en torno a los interrogatorios que se realizan a diversas personas relacionadas con Valdéz Cora, luego del asesinato. El procedimiento narrativo permite ir contraponiendo los testimonios que se describen a cámara con la verdad de lo que había acontecido. Esa idea de acentuar el rasgo testimonial, pone en evidencia la constante hipocresía y la doble moral de quienes participaron en los hechos, como de la densidad del clima político en el que acontecieron.
Los personajes principales también están bien contrastados, y la mirada de Jusid se encarga de acentuar las diferencias ideológicas y morales que los separan. Mientras el senador de la Torre denuncia y defiende los intereses del país desde una postura honrada, comprometida y sin miedo de hacer pública la acción extorsiva de un monopolio extranjero avalado y protegido por el gobierno; el personaje oscuro de Valdéz Cora (primer papel protagónico de Sola en el cine) es siniestro, violento, servil y tan desagradable como los funcionarios a quienes responde con sumisión. Sus acciones los vínculos y los lugares por donde se movía, forman parte del rompecabezas de la violencia de un elitismo autoritario que gobernaba para sus propios intereses.
Con un destacado trabajo de ambientación, actuación y reconstrucción histórica, la película no descuida el contexto opresivo de persecuciones que padecían los opositores al gobierno. Una de las escenas más crudas y representativas fue la tortura al obrero sindicalista del frigorífico (Manuel Callau) al haber pasado el dato a la Comisión de Investigación sobre el contenido que traía el buque “Norman Star”, donde aparecen los libros de exportación embalados en cajas como Corned Beef. El grupo parapolicial que lo secuestra le aplica los recursos ilegales que comenzaron a utilizarse por aquellos años: la picana eléctrica y el sumergirlo en un tacho de agua con excrementos para hacerlo hablar.
Desde el guion, la connotación discursiva tomó un papel preponderante al reproducir y recrear algunas de las ponencias más destacadas de Lisandro de la Torre en el recinto:
“Se dice que estoy solo. Eso puede ser cierto; estoy solo frente a una coalición formidable de intereses; estoy solo frente a empresas capitalistas que se cuentan entre las más poderosas de la tierra; estoy solo frente a un gobierno cuya mediocridad, en presencia del problema ganadero, asombra y entristece (…)”.
Estrenada en 1984, a poco del regreso de la democracia, algunas escenas provocaron situaciones relacionadas con la censura. La calificación del Ente cinematográfico al prohibirla para menores de 18 años impidió a Jusid, como era su intención, de exhibirla con fines didácticos en los colegios. En agosto de 1986, Canal 11 la proyectó con agunos cortes, tras lo cual, Jusid comenzó un juicio contra la autoridades y los reponsables de comunicación. Luego de dos años de litigio se dictó una medida contra Mauricio Salmoiraghi, el ex director del canal, por violación a la Ley 11.723 de Propiedad Intelectual.
El desenlace de la película deja un sabor amargo en el espectador, pero no menos reflexivo. Los hechos acontecidos no sólo quebraron la confianza en la política del país y en esa “democracia de ficción” construida por la década infame, como bien la denomina el historiador Felipe Piña, sino que también ensució la imagen institucional del Congreso de la Nación. Pero además, puso en evidencia la impunidad de los instigadores del hecho, del freno indefinido en la investigación sobre el comercio de carne con Gran Bretaña, y el posterior suicidio de Lisandro de la Torre en 1939.
Asesinato en el Senado de la Nación es una obra sólida que marca el punto más alto de la carrera cinematográfica de Jusid, y que funciona como alegoría del período dictatorial que atravesó la Argentina durante esos trece años. La película da luz al pasado para reflejar el modelo de país que planificaron y se disputaron quienes, en connivencia con otros sectores de la sociedad, antepusieron los intereses hegemónicos a los de su propia Nación.
ASESINATO EN EL SENADO DE LA NACIÓN. Argentina, 1984
Dirección: Juan José Jusid / Guion: Carlos Somigliana / Reparto: José Soriano, Miguel Ángel Solá, Oscar Martínez, Alberto Segado, Arturo Bonín, Marta Bianchi, Selva Aleman, Villanuea Cosse, Ana María Picchio, Diego Varzi, Juan Leyrado, Mónica Galán, Manuel Callau, Salo Pasik. / Fotografía: José María Hermo / Montaje: Luis César D´angiolillo, Alejandro Alem/Sonido: Aníbal Libenson, Daniel Fainzilber, Vito Melillo/Música: Baby López Furst / Duración: 101 min.
*Lic. En Relaciones Públicas. Crítica cinematográfica y profesora de Historia del cine.
Las opiniones expresadas en esta nota son responsabilidad exclusiva de la autora y no representan necesariamente la posición de Broquel.
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