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“Quise partir de la historia de un hombre para reflejar la vida de una comunidad”

Por: Redacción Broquel
Imagen: Tapa de la novela "Galería Beiró", Marcela Bárbaro.

Entrevista a Marcela Barbaro, Licenciada en Relaciones Públicas, Crítica Cinematográfica y trabajadora de la Procuración del Tesoro, quien acaba de publicar su primera novela: “Galería Beiró”. Allí reconstruye tanto la historia de su abuelo como la de su familia, a la vez que nos ofrece un fresco de época de las voluntades y deseos que la inmigración trajo a la Argentina. “Más que elegir una o varias historias en particular, me inclino por aquellas que tienen personajes más relegados que luchan a diario y nunca se rindieron. Quienes buscaron una segunda oportunidad para sus vidas, superando las adversidades, el desarraigo, las pérdidas afectivas, o alguna desilusión”.   

Revista Broquel: ¿Cómo surge “Galería Beiró”, qué impulsó su escritura?

Marcela Barbaro: Necesitaba resguardar del olvido la historia familiar y la mejor forma de hacerlo era ponerla en palabras. Ante el paso de los años, los cambios que se fueron suscitando y las pérdidas, volcar el pasado a la escritura me permitió dar testimonio de lo que fuimos antes de que dejen de existir ciertos lugares, que se diluyan los recuerdos, las costumbres, las anécdotas, que se estropeen las fotos o se desdibujen las imágenes que conservamos.

Tenía por delante la historia de un inmigrante italiano, mi abuelo, que luego de participar en la primera guerra mundial llega a Buenos Aires en 1926 formando parte de la ola inmigratoria de las primeras décadas del siglo XX. En busca de un porvenir, la Argentina de entonces le permitió crecer, formar su familia e insertarse en un barrio de Buenos Aires, Villa Real. Allí desarrolló una vida ligada al comercio hasta fundar junto a su amigo la “Galería Beiró” e integrar una comunidad compuesta por italianos, españoles y porteños, quienes irán formando la idiosincrasia que nos caracteriza junto a los cambios históricos que atravesó el país hasta 1985. Partir de esos temas no sólo me incentivó a imaginar un libro posible de ser escrito, sino que significó un desafío abordar el género narrativo, ya que hasta el momento había publicado poesía y crítica de cine. 

RB: ¿Cómo atravesó el proceso de indagar en recuerdos tan personales para luego volcarlos a un libro?  

MB: Quise partir de la historia de un hombre para reflejar la vida de una comunidad que traduce las distintas épocas por las que transitó. Siempre me interesaron las características de una comunidad por su heterogeneidad social y cultural y, en este caso, la galería, compuesta por un grupo diverso de personas, sumado a que fue creada de la mano de inmigrantes y porteños, me permitía dar cuenta de esa fusión de culturas, lenguajes y costumbres que generó un tejido social interesante para abordar y, al mismo tiempo, dar cuenta de cómo se formó la identidad argentina. Otro aspecto que quería resaltar es cómo los hechos históricos condicionan y marcan no sólo el desarrollo de una persona, cambiándole la vida por completo (en el caso de la guerra o las dictaduras, por ejemplo) sino también cómo determinan las particularidades de una sociedad. 

Para volcar esas historias y narrar la vida de los protagonistas conté con material de archivo familiar (fotos, cartas, pasaportes, los boletos del barco, las revistas barriales, etc.) que me alentó a investigar algunos datos y hechos, junto al aporte de los testimonios de mi familia de los que tomé nota y de las vivencias personales, al haber nacido en ese barrio y crecer entre esos locales, los cuales me permitieron darle cuerpo y sentido a un relato dinámico que mezcla lo autobiográfico con la ficción. 

RB: ¿Cómo transita la herencia familiar luego de recuperar en un libro su historia?¿Qué procesos fue activando la escritura?  

MB: Disfruté mucho de transitarlo a pesar de ser movilizante. Creo que hay circunstancias que orientan la mirada hacia algo sobre lo que sentimos la necesidad de escribir, no como un deber sino más bien como una forma de cuestionar con los ojos, como decía John Berger. Dejarte interpelar por las instancias del pasado es reconstruir la memoria de quienes somos y de dónde venimos. Y conocer el origen de nuestra historia nos permite cerrar ciclos personales, reafirmarnos en el presente y proyectarnos de otra manera.  

Para realizar ese proceso, tuve que reconstruir la imagen de mi abuelo, a quien no conocí personalmente, aunque su esencia estuvo siempre presente en la galería y en el negocio que continuaron mis padres. Darle existencia con admiración y describirlo con virtudes y defectos. Fue un hombre alejado de su tierra que siempre se mostró agradecido con el país que lo recibió. Alguien que generó fuentes de trabajo, ayudó al crecimiento del barrio y que bregó por la justicia social, la independencia y el compromiso con el otro.

Situarme de cara al pasado lleva a reconstruir el clima de época dando cuenta de las diferencias que caracterizaron las décadas en las que transcurre la novela: la vestimenta, los modismos, los cigarrillos que se fumaban, los autos, los ídolos del momento, entre otros hechos de carácter político o social que se destacan para contextualizar y hacer avanzar la historia con mayor fluidez y verismo.   

RB: Contar su historia es también contar la historia de los barrios donde habitó, ¿qué lazos comunes encuentra con otres habitantes barriales? 

MB: Una historia se desprende de otra porque los lugares contienen las huellas que nos fueron definiendo. El barrio significó para mis abuelos y tantos otros extranjeros, el suelo para proyectarse y armar la vida que no pudieron hacer en su país. Por otra parte, el asentamiento de las distintas comunidades de inmigrantes en Buenos Aires fue generando la composición social y cultural de los barrios. El proceso de urbanización que tuvo lugar en el pequeño barrio de Villa Real tiene su capítulo aparte porque surge, como tantos otros, del progreso industrial y ferroviario de principios del siglo XX. A partir de la estación de tren de Villa Real la comunicación, el desarrollo comercial y el posterior aumento demográfico favoreció el crecimiento de la zona incentivada por las posibilidades que otorgaba. 

A lo largo del libro la “impronta barrial” está presente reflejando las costumbres, las diferencias y los lazos entre los vecinos de las zonas aledañas como Villa Devoto, Versalles y Monte Castro, éste último asociado a la cárcel de Devoto que se ubica entre sus calles. Un establecimiento en plena ciudad que, dada sus características, fue el epicentro de distintos sucesos políticos como el “Devotazo” durante el gobierno de Cámpora, o trágicos como “El Motín de los colchones” en el 78. Estos hechos no eran ajenos para los vecinos de las zonas cercanas o para los clientes que trasladaban sus opiniones a nuestro negocio como una forma de catarsis.

Otra actividad compartida era la salida al cine de barrio. Una actividad cultural y de entretenimiento ofrecida por el Cine Novel y el Cine Lope de Vega. No sólo ayudaron a la sociabilización, sino que era el lugar de encuentro de muchos inmigrantes que asistían a la programación de cine italiano tan sólo para acercarse a sus raíces, escuchar hablar su idioma, volver a ver los paisajes que conocían y emocionarse con los recuerdos que les despertaban. También para ver a sus estrellas como Sofia Loren, Vittorio Gassman o Marcello Mastroiani.

La zona comercial sigue siendo otro de los lazos comunes que convoca a los vecinos. La inauguración de la Galería Beiró en 1957 aportó mayor visibilidad y protagonismo a Villa Real, y fue el foco de interés de muchos que la visitaban de distintos lugares. Considerada el primer paseo de compras y esparcimiento, los negocios ofrecían diversidad de rubros y servicios como también el entretenimiento para los más chicos, al contar con una gran calesita que funcionaba en el patio del fondo. 

RB: La lectura nos sumerge en un mundo que, parece, ya no existe más. ¿Qué continuidades y discontinuidades encuentra hoy de aquella “Galería Beiró”, tanto en lo comercial como en lo barrial?

MB: Si bien la Galería Beiró existe y se amplió la zona comercial que la rodea, hay muchos cambios en torno a cómo se vive en el barrio y cuál es el compromiso, si lo hay, hacia el lugar en el que vivimos junto a otros. Esto nos lleva a valorar lo necesario que fue aquel impulso mancomunado de otras generaciones que lucharon en post del desarrollo y el progreso para el bienestar general. Un progreso asociado a las distintas etapas de prosperidad que tuvo el país.  

A pesar del predominante individualismo que vemos a diario, hay un grupo de vecinos solidarios que, por amor al barrio, componen la Junta de estudios históricos de Villa Real para bregar por la memoria, la identidad y el sentimiento de pertenencia que los vincula. Otra característica de la zona, es que hay un alto porcentaje de vecinos que siguen viviendo en sus casas natales, aquellas que levantaron sus abuelos inmigrantes y eso genera mayor participación y refuerza los lazos afectivos hacia el lugar de origen.  

Lo que sí se perdió fue el escuchar con naturalidad la mezcla de lenguajes y dialectos que convivían entre los vecinos y en los locales de la galería, donde se evidenciaba la resistencia a no perder la lengua y las tradiciones que compartían. El lenguaje corporal también se utilizaba como correctivo ante lo que no se podía decir por estar prohibido o por ser un tema tabú durante los años de dictadura; lo mismo sucedía con la complicidad en las miradas, los prejuicios, las desigualdades de género y el “deber ser” que para muchos, se imponía como el modelo moral, social y políticamente correcto. 

Entre otras cosas que se perdieron están los cines de barrio, transformados en bancos, iglesias evangélicas o supermercados, los cuales integraban un circuito de exhibición donde llegaban los rollos de película de 35 mm., se realizaban funciones de cine continuado, antecedido por el semanario de noticias y los espectáculos en vivo como parte de la programación. Y también se fue la emblemática calesita ubicada en el fondo de la galería y que, aún, es recordada por varias generaciones que la conocieron.   

RB: ¿Cuáles son, de todas las historias que relata en el libro, las que más la conmueven? 

MB: Más que elegir una o varias historias en particular, me inclino por aquellas que tienen personajes más relegados que luchan a diario y nunca se rindieron. Quienes buscaron una segunda oportunidad para sus vidas, superando las adversidades, el desarraigo, las pérdidas afectivas, o alguna desilusión. Aquellos que amaron su oficio o profesión y dieron lo mejor de sí a los demás con dedicación y respeto. Y a quienes se mostraron comprometidos con la realidad y la historia de su país, aportando algo mejor y más solidario para su comunidad.

También rescato y reivindico a las mujeres que, por entonces, lograron independizarse y estar a cargo de un negocio. Ellas mejoraron su calidad de vida, tuvieron mayor participación y aumentaron la confianza en sí mismas. Y por supuesto, destaco las páginas que contienen mis lazos afectivos y los lugares donde construímos nuestra historia familiar. Para ellos y ellas, mi agradecimiento por su entrañable legado y por inspirarme a darle vida a este libro.

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