BELGRANO

Belgrano abogado: su lucha por la igualdad y la libertad

Quien fuera uno de los máximos Libertadores de América, tuvo una formación académica que le permitió construir la visión de justicia por la que luchó para todas y todos les habitantes del continente.

Por: Redacción Broquel
Imagen: Don Manuel Belgrano, Litografía de Andrea Macaire de Bacle, 1830. Museo Histórico Cornelio de Saavedra

En este Bicentenario que recupera la vida y obra de Manuel Belgrano, hay facetas que hasta hace poco permanecían desconocidas y que este homenaje nos brinda una buena oportunidad para compartirlas. Es el caso de su formación académica, por ejemplo, como bien desarrolla en su nota el profesor Guillermo Raúl Moreno.

En esta oportunidad, queremos conectar esa formación con su ideario político y militar, retomando algunas ideas trabajadas en el texto de la Dra. Cristina Minutolo de Orsi “Belgrano y el pensamiento salmantino en América”*. Allí la autora indaga en la tradición académica de la Universidad de Salamanca, donde cursó sus estudios y aún hoy es reconocido como uno de sus graduados más eminentes, para pensar desde allí el accionar del prócer.

“La Universidad de Salamanca se ocupó de los problemas que provocó el descubrimiento del Nuevo Mundo”, explica Minutolo. “Sus profesores entre los que se contaron figuras eminentes, defendieron jurídicamente al nativo de estas tierras”, y de sus tratados “surgió un nuevo Derecho Internacional, aún hoy vigente”. Es por esto que aprecia la herencia de su formación cuando Belgrano “expresa su opinión respecto a la unidad de los pueblos, sus consideraciones sobre el uso y el reparto de las tierras, la condición racial y social de sus habitantes, sus referencias al bien común y los beneficios de la religión en la formación moral y ética del pueblo”.

Entre las personalidades eminentes de Salamanca se destaca Francisco de Vitoria, creador del Derecho de Gentes y defensor del habitante del Nuevo Mundo. “Sus enseñanzas llevadas al orden práctico, produjeron la mayor transformación política de la modernidad y alcanzaron a plasmar para América española una legislación -no siempre acatada en su totalidad-, pero respetuosa de personas y bienes sin distingos de origen étnicos”. Una demostración del fundamental aporte de este catedrático quedó plasmada en 1987, cuando Organización de las Naciones Unidas lo declaró fundador del Derecho Internacional e impuso su nombre a la Sala de Consejos del Palacio de la Paz de Ginebra.

Otro religioso de la Compañía de Jesús, que tuvo el mérito de cimentar la filosofía política, que abonó tres siglos después la libertad de las naciones americanas, fue el catedrático de la Universidad de Salamanca, teólogo y filósofo político Francisco Suárez. “Su pensamiento filosófico y teológico es importante, pero creemos que su pensamiento político es el mejor indicador de los profundos cambios producidos en su siglo y en los posteriores, con respecto a la concepción de la ley, el origen de la autoridad y la legitimidad de la forma de gobierno”, explica Minutolo. “Estos aspectos fueron decisivos al producirse la independencia de los países de la América del Sur, a comienzos del siglo XIX”.

Como indica quien dedicara gran parte de su trabajo de investigación y divulgación al creador de la bandera nacional, “Belgrano señalaba el valor que tenía la unidad y el bien común, para el desarrollo integral de los pueblos americanos. Interpretó, con justezas, los presupuestos de la modernidad con respecto a la realidad de ese Nuevo Mundo en que debió insertarse”. en relación polémica con varios de los artículos que intentan indagar en su pensamiento político y económico, Minutolo explica que “no fue un liberal propiamente dicho, más bien un humanista práctico”.

Asimismo, destaca que “fue discípulo de la Universidad de Salamanca cuando en el indio descubre al otro, aceptando su naturaleza humana y su cosmovisión del mundo que le rodeaba”. Esto teniendo en cuenta que “la tendencia de los pensadores salmantinos, fue valorar y aceptar la identidad cultural, forjada en cada pueblo a partir de su propia historia, de modo que la evangelización debía ser lo suficientemente paciente como para estudiar primero la lengua y las tradiciones religiosas de cada pueblo, y luego dialogar con ellos, reprochándoles lo que atentare contra la dignidad natural del ser humano”.

La filosofía de Salamanca, reconoció el derecho de la existencia y desarrollo de cada pueblo con su propia tradición e identidad cultural. “Esto nos lo revela Belgrano a través de sus escritos, donde desarrolla una teoría sobre el bien común, que para él, tiene categoría ética y lo coloca por encima de los intereses particulares y de la mayoría. Señala, que es “un bien” porque está consustanciado con la naturaleza del hombre y su desarrollo como ser humano”.

Este interesante artículo nos permite entonces recuperar al Belgrano abogado, que si bien pudo por poco tiempo para el libre ejercicio de su profesión (antes de que el Consulado de Buenos Aires y luego la Revolución de Mayo ocuparan para siempre su vida), la formación que adquirió en el estudio de las leyes le permitió profundizar en teorías que le serían sumamente útiles al momento de ocupar cargos públicos o incluso ejercer el mando militar. Es por esto que hablar hoy de Belgrano como abogado y jurista sigue siendo un desafío hacia lo que podamos aún descubrir y analizar de esta faceta, quizás la menos trabajada del prócer.

* En Anales del Instituto Nacional Belgraniano Nº 14, Buenos Aires, 2014

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