OPINIÓNTAPA

Las aguas bajan turbias, por Guido L. Croxatto

Por: Guido L. Croxatto
Imagen: Inundación en el Saladillo, Gustavo Cochet, MNBA

“No se puede construir libertad donde no se construye justicia. Y donde hay hambre, no hay libertad. No hay libertades civiles. Los sectores vulnerados (mal llamados “vulnerables”) en sus derechos, no son libres. Están, con su pobreza, por fuera de la democracia. No tienen libertad”.

“Falsos demócratas, falsos apóstoles de una justicia que nunca intentaron realizarla, porque no la sintieron…”

Evita, 1945

Un peón oprimido en los yerbatales de Misiones llora (arrodillado) porque con todo su salario no puede pagar una bolsa de harina para darle de comer a sus hijos. Que haya hambre en el granero del mundo, debería, como dijo el Presidente, causar indignación y vergüenza. Sin embargo, no es eso lo que genera indignación en algunos sectores (de “negocios”), sino que se nacionalice una empresa productora de alimentos que estaba hace bastante tiempo (por ineficacia de la gestión privada) en riesgo de quiebra, recibiendo préstamos millonarios espurios, con la posibilidad de dejar en la calle a miles de empleados y pequeños productores.

Un país que produce alimentos para 500 millones de personas, pero que tiene con hambre a sus hijos, que revuelven la basura para vivir, tiene un desafío estratégico enorme. No se puede construir libertad donde no se construye justicia. Y donde hay hambre, no hay libertad. No hay libertades civiles. Los sectores vulnerados (mal llamados ” vulnerables”) en sus derechos, no son libres. Están, con su pobreza, por fuera de la democracia. No tienen libertad.

El progresismo de derecha (o, lo que es igual, el conservadorismo que se pretende liberal, de larga tradición en nuestro país, con un ideario impropio, falsamente “progresista”, y “blanco”, pero que esconde muchas veces, como dice Roberto Schwarz en Brasil, un proceso colonizador) es muy fuerte en el mundo jurídico. Encarna el principal obstáculo que enfrenta hoy la doctrina constitucional latinoamericana y los movimientos sociales y de la economía informal, de los sin trabajo y sin tierra (MST), que luchan por ser reconocidos con su voz real, no a partir de ideas “progresistas” de universidades europeas (blancas) del primer mundo, sino a partir de su propio discurso, con su propia historia lastimada, difícil, concreta. Piel negra, sin máscaras blancas, diría Fanon. Latigazos en los yerbatales. Peones sin derechos, sin harina. Tenía razón Fanon. No nosotros. La máscara blanca (dirá Cesaire) es el “progreso“ „cultural“ entre comillas. La cultura. La negritud es descamisada. No solo “importa” la vida de los negros y negras. Sus heridas son nuestra voz. Su dolor histórico, esa piel latigada, es nuestro lenguaje. El mandato es ser parte de la “chusma”. No de la intelectualidad legal-progresista cool siempre rápida de reflejos para un lado, ciega –casi siempre- para el otro. Ciega para el campo popular. “Chicos, estamos en Harvard. No en La Matanza”. Los desarrapados de los sans culottes son los antecedentes de los descamisados argentinos.

Roberto Gargarella, un importante profesor de derecho constitucional, también sociólogo, respetado en toda la región, un colega con quien tuvimos una discusión hace tiempo cuando Evo Morales fue arbitrariamente detenido en el aeropuerto de Viena (2013), bajo la falsa acusación de transportar a Snowden (nadie dijo una sola palabra sobre la detención ilegal de un presidente indígena, pese a la cantidad de libros escritos sobre constitucionalismo latinoamericano e indigenismo) hace cinco años defendía el derecho de los kelpers, cuestionando la soberanía nacional sobre las Islas Malvinas, (reivindicada con razón por el kirchnerismo, Kirchner le dijo a Tony Blair una frase famosa, sabe “yo vengo del sur…”) en consonancia con intereses británicos, (que también impugnan la soberanía cuando la misma es reclamada por otros países, pero no cuando es sobre sus propios territorios e intereses), repite ahora de nuevo, nuestro colega, que es improcedente (“a las trompadas”, nuevamente, no es “prolijo”“, no es algo europeo) la intervención de la cerealera Vicentin (que recibió prestamos millonarios de parte del Banco Nación, plata de todos los argentinos,  acto de corrupción del anterior gobierno, que por supuesto no se menciona) cuestiona, sí, con Guillermo Moreno, Sabsay y Gil Dominguez, “la legalidad” de la “intervención” (“a las trompadas”) del Estado, que defiende así la soberanía alimentaria de sus propios hijos con hambre. Argentina es un país productor de alimentos. Vicentin, en crisis (por una mala gestión privada), exporta alimentos a todo el mundo. Su quiebra es un riesgo alimentario y laboral. Algunos juristas cuestionan ahora (Gil Dominguez, Sabsay, Vanossi, Máximo Fonrouge) “la legalidad” de la intervención. Nosotros cuestionamos en primer lugar “la legalidad” del hambre. Tendríamos que hablar, con los colegas constitucionalistas, sobre los derechos sociales escandalosamente aun hoy no operativos. Importan más que Vicentín. El eufemismo judicial de la “no operatividad” de derechos básicos es un flagelo. El hambre no puede ser “programática”, un derecho “programático”. El hambre no espera. Necesita un plato operativo. Pan.

Siempre que un país del “tercer mundo” nacionaliza recursos estratégicos (ninguno parece más estratégico que la comida), se alzan voces críticas. Lo hizo Vargas Llosa, amigo del rey de España, desde Madrid, para defender a Repsol de la estatización argentina. La disidencia es sana para el debate democrático que los que tenemos la panza llena podemos dar desde la Academia jurídica o la prensa. Más si somos amigos (o voceros) de los sectores con poder, donde los pibes con hambre no llegan, y cuya soberanía alimentaria (base de su libertad) a nadie le importa.

Es importante rastrear y entender bien el origen de muchas de nuestras discusiones políticas. No es casual por ejemplo que quien le brinda supuesta información secreta al fiscal Nisman en Europa, sea a su vez un empleado de un fondo buitre Elliot, Paul Singer, dedicados a especular y lucrar (hacer negocios), como ya advirtió la ONU en 2015 (precisamente cuando Nisman presentaba su denuncia, había una “guerra” en la ONU por los principios de reestructuración de deuda soberana, principios que fueron aprobados a instancias de Argentina), en todo el mundo, entre otras cosas, precisamente, con los precios de los alimentos. Con el hambre de nuestros países. Singer solía firmar costosísimas solicitadas en el diario conservador alemán, FAZ, de página entera, acusando a Cristina Kirchner de llevar adelante un gobierno “demagógico” y un “circo”. Porque no quería pagar la deuda externa espúrea (en manos de holdouts que habían recomprado los bonos a un precio vil en el mercado de derivados financieros, cadena de negocios espurios, criminalidad de cuello blanco) con el hambre de nuestros países. (Lo que los medios suizos y alemanes llaman Nahrungsmittelspekulation). Esto toca en modo indirecto a la discusión sobre la intervención del Estado también en empresas como Vicentin. Podemos pensar que son dos asuntos muy separados (y así son presentados usualmente en los medios, donde la criminalidad sofisticada nunca aparece como peligro, solo es peligroso el pobre). Pero no lo son. En los dos se está discutiendo, en el fondo, lo mismo: la soberanía. Base del desarrollo. El Derecho.

Extorsión

“Dayan le preguntó entonces al exespía si lo que suponían era que Cristina Kirchner, sabiendo que Nisman tenía información de sus cuentas bancarias, entendería “el mensaje” y pagaría la deuda. “Sí”, contestó Shaya”. (La Nación, 11 Junio 2020)

Es notable que se reconozca en este párrafo escueto la extorsión a la ex presidenta argentina, para que “pague la deuda” (hasta el lenguaje empleado es mafioso) en detrimento de todos los argentinos (lo cual debe valorarse, pero naturalmente no se valora o no sale en los diarios como tal, como defensa de los intereses de los argentinos). Muchos conceptos son una trampa. No son acreedores privados de la Argentina. Son fondos extranjeros dedicados a la especulación financiera, que recompran esos bonos a los originales tenedores estafados en la intermediación (mercado de derivados), de la que el gobierno argentino no fue parte, porque eran bonos de riesgo que terminaron (conflicto de interés de los bancos mediadores europeos que presentaban pocas semanas antes del default inminente de De la Rúa la compra de tales bonos de riesgo como una única y lucrativa “oportunidad de inversión”…) en manos de docentes y jubilados desprevenidos, que absorben la pérdida (el riesgo) y revenden los bonos a precio vil (desesperados, trataran de sacar algo) a los fondos de especulación (que lucran con esos activos devaluados), como el fondo Elliot Managment, que luego reclama a la Argentina sí “el pago total” de una deuda odiosa por la que el fondo buitre paga (siempre) míseras monedas. Esta injusticia no la cometió el gobierno argentino, sino los fondos especulativos con los bancos mediadores.

Luego dice que el fondo especulativo (buitre) quiere recibir de los argentinos (“el gobierno” argentino le “debe”, se cuida bien de decir “su pueblo”, tampoco su Estado, dice deliberadamente el “gobierno”, Cristina, la presidenta “corrupta”) “su dinero”. “El dinero que nos deben”. Los fondo buitre contrataban servicios de inteligencia extranjeros para extorsionar a la ex presidenta argentina (violación de soberanía) para que pague una deuda ominosa (especulativa) que no había sido contraída por el gobierno argentino de entonces, y que no produjo, como pide Atilio Alterini en su texto célebre y corto (sobre la injusticia de la deuda externa), ningún “desarrollo“ concreto, ningún “progreso” material en nuestra población, con lo cual hay que pensar también la legitimidad de la deuda, no solo cómo se paga, sino qué entidad legal tiene la misma, qué legitimidad, qué sentido estructural en la arquitectura financiera. Hay que animarse a pensar eso. Si no lo pensamos, nuestros países seguirán donde están hoy.

“Luego de su paso por los servicios secretos de su país, Uzi Shaya fue contratado por el titular del “fondo buitre” Elliot, Paul Singer, para investigar datos sobre posibles maniobras de corrupción de Cristina y su entorno, con los cuales poder presionarla para que Argentina pagase la deuda que mantenía con los “holdouts”. (Clarín, 11 de Junio 2020). La criminal extorsión de los fondos buitre a los presidentes (que no se venden) de los países en desarrollo, cuya especulación –como en la casa de Bulemann en el relato célebre alemán- no genera sino hambre en nuestros propios hijos, pobreza en nuestros países nos debe hacer repensar, sobre todo a quienes nos dedicamos a defender el Estado. A quienes aún creemos en la Justicia. Y en el Derecho, en un mundo dominado por la especulación, la usura, el hambre, y las extorsiones. Allí hay que poner –poder construir- un poco de justicia. Derechos sociales realmente operativos. Una libertad republicana. No una libertad negativa (al decir de Isaiah Berlin) que para las inmensas mayorías es (no pasa de ser, en nuestros países) un eufemismo vacío.

Esta nota no quiere limitarse a ser una elegante defensa de la ex presidenta y su posición crítica sobre endeudamiento externo financiero inescrupuloso. Quiere ser más que eso. Quiere que empecemos a abrir un poco los ojos y pensemos la paradoja –que ya padeció el mismísimo San Martin, a quien acusaban de haberse robado un Ejercito – donde los que defienden nuestra soberanía, son muchas veces acusados de „corruptos“ (¡San Martin el primero!), y los que entregan de pies y manos a nuestros países, rifan nuestro patrimonio, entregan nuestro Estado, hambrean a la sociedad, nos endeudan, son presentados luego –ellos sí- como „defensores de la Republica“, protectores de las „instituciones“. Es menester salir cuanto antes de esta contradicción no republicana. El primer paso es atreverse a pensar por uno mismo. Así nace la justicia. (Según Ihering) También al joven Manuel Belgrano el Primer Triunvirato le dio desde Buenos Aires la orden de arriar (ocultar disimuladamente) la bandera que había creado. Le pedían que escondiera la bandera! Belgrano desobedeció. La creación de una bandera propia le pareció un gesto demasiado apresurado, demasiado revolucionario, demasiado “irritante”, demasiado “rebelede”. El Triunvirato envió una carta a Belgrano ordenándole “ocultar disimuladamente“ la bandera celeste y blanca. Se continuaría usando la que flameaba en el Fuerte de Buenos Aires, es decir: la bandera española. Belgrano era desobediente. Como muchos de nuestros próceres, estaba muy lejos de ser una figura protocolar. De respeto del protocolo. Desobedeció también la orden de retorcer que le impartía el Triunvirato luego de la batalla –victoriosa frente a los realistas- a orillas del río Las Piedras. Belgrano no dio ni un solo paso atrás cuando le pedían que retrocediera hasta Córdoba. Al contrario, se mantuvo firme. La gente de Tucumán lo apoyó en esa batalla. Los tucumanos estaban resueltos a defender su ciudad. Belgrano no retrocedió. Nuestros grandes hombres no eran figuras de protocolo. No eran de bronce.

Caminando con mi hijo el fin de semana por Plaza Mitre, pensaba –recordando el debate Canning o Scalabrini Ortiz, debate que naturalmente trasciende el mero nombre de una avenida de Buenos Aires, nombre que dignamente Raúl Alfonsín le devolvió a esa avenida, restituyendo el nombre del ingeniero de Forja que le pidió a Perón que nacionalice los trenes, Canning era un ministro de relaciones exteriores británico- si es casual que el monumento de Mitre, en Recoleta, esté a tan pocos pasos de la embajada británica. Canning o Scalabrini Ortiz es un debate que no está terminado. Todavía tenemos que definir en qué tipo de país queremos vivir y queremos que crezcan nuestros hijos. Patria sí. Colonia no. Detrás de la extorsión a que se pague una “deuda“, lo que hay es una amenaza velada a nuestra soberanía. A nuestra identidad. A nuestra historia. A nosotros como país. No extorsionan los fondos buitre sólo a una ex presidenta mujer. Nos extorsionan a todos. Lucran, como se dijo en la ONU, con el hambre de los países “en vías de desarrollo“. Pier Sané me pidió personalmente en Lanús, en un congreso de filosofía, desarrollar un diálogo nuevo, donde África y América Latina, dos espacios “marginados” del mundo “financiero”, compartan un nuevo camino de desarrollo para todos los condenados de la tierra, como nos llamó, no sin razón, Fantz Fanon, uno de los epítomes de la negritud, que hoy más que nunca, defendemos. Porque esa es la primera acusación que, habiendo nacido en Recoleta, recibimos siempre quienes defendemos a los “grasitas”. Que hacemos cosas de “negros”.

En el circuito de interés globales, donde se reparten recursos y beneficios, nuestros países y poblaciones son costos marginales de una ecuación de finanzas. Cuando un presidente alza un poco la voz, para participar de esa “ecuación” (para nosotros injusta), en seguida se lo quiere acallar. Se lo extorsiona. Se lo fuerza a que calle y “pague”. Esto no tiene nada que ver con el Derecho. Con la legitimidad o con cualquier idea de “justicia”. Sorprende que se reconozcan extorsiones a viva voz, y todos nuestros juristas y constitucionalistas, siempre listos para opinar en medios conservadores sobre el porvenir de la “República”, no tengan una sola palabra para decir al respecto. Sobre estos pilares no se puede construir un derecho genuinamente latinoamericano. Se construyen sí vagas opiniones en la prensa conservadora. Nada más. El derecho supo ser otra cosa. Ni Atilio Alterini, el decano que denunció la injusticia de la deuda externa (Abeledo Perrot, Buenos Aires, 2003) y participó del diseño del nuevo programa de estudios de UBA-Derecho donde se incorporó la materia finanzas públicas para cada estudiante de abogacía, era así. Canning o Scalabrini Ortiz es un debate que no está terminado. La ecuación que nos persigue hoy es parecida: extorsión (“estar en el mundo…“), o soberanía… (“Se robó un ejército”). San Martín era corrupto. No un prócer que necesitamos vivo, como dice Walsh. Más vivo que nunca. Los argentinos necesitamos mucho de él. Del correntino. No del prócer de mármol. Del que leía a Rousseau en las traducciones de Mariano Moreno, que le entregaba en Lima Monteagudo. Eso necesitamos. Ser libres es no dejar que nos extorsionen para volver a ser una colonia financiera. Porque –aunque nos digan lo contrario- la colonización es atraso. No libertad.

La libertad republicana: eso necesitamos. Necesitamos volver a defender la libertad como la entendía San Martin, como la define también Maquiavelo: necesitamos volver a defender la libertad republicana. No la libertad negativa. Pobre. Pequeña. (Isaiah Berlin). Sino la libertad grande, positiva, igualitaria, que nos constituyó como una Nación libre. Y soberana. Sin extorsiones. (La libertad republicana no es una libertad “antigua“) Con independencia. La independencia va de la mano de la libertad. Los criollos no querían solo ser libres. No querían solo una libertad de comercio. Querían ser iguales en derechos. Ha sido siempre –Scalabrini Ortiz lo muestra muy bien, mostrando la flagrancia de los fondos que supuestamente provenían de Londres (por eso insisto tanto en el debate Canning o Scalabrini Ortiz)- el hambre. El debate Canning o Scalabrini Ortiz sigue abierto. Aun nos interpela. No está terminado. No renunciar a defender nunca, a pesar de los ataques injustos, nuestra soberanía política, es lo que hizo de ellos referentes, y patriotas, una palabra en desuso, pero que los abogados del Estado podríamos recuperar. Un modelo. El patriotismo es la defensa de la soberanía, de los intereses nacionales. Del desarrollo real, no financiero. Terminar con el hambre. La defensa de la soberanía no es un juego. Tiene una historia política. Una historia republicana que el abogado del Estado puede –y debe- reivindicar. Porque es una historia grande que está en la génesis misma de nuestra profesión.

Todos los abogados que estudiaron en las aulas de San Xavier, en Chuquisaca, entonces el Alto Perú (donde está hoy la querida Fátima Quiroga, una colega) estaban pensando en lo mismo que pensamos hoy nosotros: cómo construir soberanía. Cómo defender a nuestra Nación de la expoliación, el robo, la usura y el hambre. Como darle de comer a nuestros hijos. A todos y cada uno. El precio de acabar con el hambre, de discutir a fondo las deudas injustas, es –ha sido siempre- la extorsión. La amenaza. La persecución. Y el destierro. (Pino Solanas lo dice muy bien en Los Hijos de Fierro: la colonización suele privar a los pueblos emergentes de sus liderazgos, Lula preso no es un accidente, Milagro Sala, tampoco) San Martín lo vivió en carne propia. San Martín! Ese San Martín reencarnado, que nosotros, desde la ECAE, sí defendemos. Queremos reivindicar. Recuperar. Hacer hablar. Que las nuevas generaciones lo escuchen. Aprendan de él. Sepan cómo pensaba. Y por qué. A él también lo extorsionaron, lo amenazaron. Lo acusaron. Lo persiguieron. Hoy sin embargo San Martín (Bartolomé Mitre llega a decir que San Martin y Monteagudo “estaban ciegos“, a muy pocos metros del monumento de Mitre en Recoleta está la residencia de la embajada británica) es la “reserva moral“ de la Patria. Lo único (o más valioso) que nos queda: nuestra identidad. La extorsión financiera tiene por meta que nuestros propios políticos y dirigentes renuncien a defender con valor nuestra soberanía. Por desgracia, no es nuevo. Es una historia que ya conocemos. Una historia de dependencia, hambre y  atraso. De no soberanía. Y de claudicación.

No está de más refrescar la memoria. Joaquín Samuel de Anchorena, intendente de Buenos Aires (1910-14), le otorga una concesión “sospechosa” a La Italo, conformando él mismo, al cesar en su cargo público, el directorio de la empresa. En la década infame no solo se estafó la voluntad popular en los comicios. Empresas como la compañía argentina de electricidad, de capitales ingleses, pagó en esa década, a cada diputado argentino que votara la prórroga de la concesión del contrato hasta el año 2000, cien mil pesos. En 1935, durante un debate parlamentario, el senador Lisandro de la Torre, que denuncia el negociado de la carne a favor de empresas británicas, es atacado a balazos. Enzo Bordabere, senador, muere en el mismo recinto. Roberto Ortiz, que había sido abogado de los ferrocarriles ingleses, asume, poco tiempo después, la presidencia de la República.

* Director Nacional de la Escuela del Cuerpo de Abogados del Estado

Las opiniones expresadas en esta nota son responsabilidad exclusiva del autor y no representan necesariamente la posición de Broquel.

Comentarios(1)

  1. Guillermo Andres Díaz Martínez

    El Dr. Croxatto nos tiene acostumbrado a su clara y sustantiva pluma, que en esta oportunidad alude a la antinomia irresuelta de “Civilización o Barbarie” o “Cannig o Scalabrini Ortíz”, es decir, a plantear sin pelos en la lengua la “cuestión nacional” inconclusa. Entonces, observamos con toda evidencia que la banderas de la “soberanía política” (gobernantes no cipayos -al decir de Jauretche-), “independencia económica” (no librecambio- no neoliberalismo- no únicamente modelo agraexpotador), y “justicia social” ( no caridad o parches para mantener en la marginalidad y la pobreza -hambre al pueblo). En suma, nuestra patria seguirá esas banderas trazadas por San Martín, Belgrano, María Remedios del Valle, Felipe Varela, Evita, Scalabrini, Yrigoyen, Perón, Néstor, Cristina, Alberto, Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, los 30.000 detenidos-desaparecidos, “los dolores inescuchados”, el movimiento de los trabajadores/ras, etc., O NO SERÁ NADA… en donde los Nadies se perpetúen en el infierno del hambre y la pobreza… como abogados del estado argentino debemos poner al servicio de nuestra patria y pueblo nuestra materia gris, ya que como decía Perón que toda transformación política, conlleva necesariamente una transformación jurídica… esa es la tarea…
    Abrazos desde Catamarca

COMENTARIO AQUÍ