OPINIÓN

Néstor en la Rosada: recomponer los lazos entre el Estado y la sociedad

Por: Juan Manuel Ciucci 
Imagen: Redes de Cristina Fernández de Kirchner 

“Son muchas sin dudas las maneras de recuperar y recordar al ex Presidente a 10 años de su partida. Para hacerlo, nos parece adecuado volver a un texto fundamental del principio de este Siglo, y a un autor clave para pensar al peronismo: Nicolás Casullo. En “Las Cuestiones”, un libro profundo para entender el cambio civilizatorio que aún atravesamos, vuelve sobre uno de los tópicos que se irían poniendo de moda en el mundo académico y mediático: el populismo. Su lectura del fenómeno continental que encontraría gobiernos populares con fuerte apoyo de las masas obreras, desclasadas y campesinas, nos permite analizar en profundidad lo que significó el arribo de Néstor a la Rosada, sin deja sus convicciones en la puerta de entrada”.

Son muchas sin dudas las maneras de recuperar y recordar al ex Presidente de la Nación Néstor Kirchner a 10 años de su partida. Pero siguiendo una clave benjaminiana (este año se cumplieron 90 del día en que el gran Walter se quitara la vida escapando del nazismo y del mundo por venir), nos parece adecuado volver a aquel 2010 desde nuestras ansias de presente y de futuro. Desde este tiempo ahora, que nos permite una relectura distinta de lo que significó el arribo a la Casa Rosada de un gobernador sureño poco conocido y menos esperado.  

Para hacerlo, elegimos un texto fundamental del principio de este Siglo, y a un autor clave para pensar al peronismo: Nicolás Casullo. En “Las Cuestiones” (Fondo de Cultura Económica, 2007), un libro profundo para entender el cambio civilizatorio que aún atravesamos, vuelve sobre uno de los tópicos que se irían poniendo de moda en el mundo académico y mediático: el populismo. Su lectura del fenómeno continental que encontraría gobiernos populares con fuerte apoyo de las masas obreras, desclasadas y campesinas, nos permite analizar en profundidad lo que significó el arribo de Néstor a la Rosada, sin dejar sus convicciones en la puerta de entrada.           

“La cifra clave de los movimientos populares latinoamericanos percibidos como populistas es la recomposición de las relaciones entre Estado y sociedad, a partir de la figura de un Estado interviniente que tiende a contrarrestar y reformular las relaciones de fuerzas impuestas por un dominio que históricamente planteó “sus” límites institucionales”, indica Casullo. Vemos allí la fuerza arrolladora que significó ese cambio conceptual y político en torno al Estado, y sus deberes y obligaciones. Nos resuenan entonces sus disculpas en nombre del Estado argentino ante el horror genocida de la última dictadura cívico-militar, pero también su viaje a Entre Ríos apenas asumido para resolver una huelga docente. Buscaba personificar así el cambio de época que era preciso profundizar, dotando al Estado de nuevas herramientas, nuevas perspectivas, nuevos lazos con la sociedad.       

“El populismo pone en evidencia las crisis de los Estados burgueses en América Latina, agudiza tales crisis a la vez que instaura un Estado fortalecido/fuerte para un tiempo entendido como estadio histórico excepcional a enfrentar”, dice Casullo. Una excepcionalidad de la que nos cuesta salir, claro está, ante retrocesos entreguistas de la soberanía y las riquezas de nuestras naciones, pero también vemos hoy ante pandemias presentes y futuras. “Tal Estado se hace presente de manera dual: como fenómeno de una democracia mucho más decisionista y disciplinante, y a la vez expansiva de los propios límites democráticos: de los límites clasistas avejentados y heredados de las repúblicas decimonónicas con que se ordenó el país moderno”. Nos permite esto pensar a su vez en los conflictos que hoy atravesamos, donde sectores de la sociedad entienden que deben expandir sus libertades, aun a costa de la salud de les demás.  

“Pero lo cierto es que el Estado, desde un principio, es el único capacitado no sólo para aunar los distintos componentes del sujeto pueblo, sino para decretarlos y “bajarlos” desde la cúspide hacia aparatos populares, como preocupación de armonizar las complejas relaciones que suma esta política inclusiva. Desde esta perspectiva puede decirse que se opera históricamente, y en un muy breve lapso, una relegitimación profunda y popular del Estado como nuevo racionalizador de lo social y como fijador de los ejes de la contienda”. Fundamental pasaje para pensar hoy qué Estado necesitamos reconstruir, luego de que una “administración” surgida de las urnas pretendiese presentarlo como algo costoso, inútil, demodé. Más que nunca ante esta pandemia pudimos ver cómo la centralidad de la escena social ha sido retomada por el Estado, y cómo desde distintos sectores del mercado se intenta eclipsar esta avanzada. Hoy vemos que las farmacéuticas nos pueden traer la cura, pero al mismo tiempo, vuelven a presentarse como el exclusivo monopolio de la sanidad, dejando un poco de lado a los agentes gubernamentales, que parecerían no poder hacer más que habilitar y garantizar la redistribución de las dosis. Sin embrago, por detrás de esas marcas, siguen estando los impulsos económicos y científicos de los Estados posibilitando esas tecnologías. En estas disputas, entre otras, se resolverá seguramente el porvenir.     

Casullo interpela a su vez los límites del presente, las posibilidades que buscamos y que nos cuesta encontrar, para pensar otro futuro al que nos parecen condenar. Una reestructuración del escenario político capaz de permitir los avances anhelados. “La propia historia muestra hoy, sin tapujos, que la soberanía del Estado altomoderno no reposa en la impersonalidad de la ley o la norma como se declama, sino en las decisiones políticas que instauran nuevos relatos de “verdad democrática”, en decisiones “refundadoras” que resultan de la vida económica globalizada, en los vectores fácticos de actuación”.  

Allí también nos encontramos con el peronismo de Néstor, que le permitió abrir en la realidad vías que parecían por mucho tiempo abandonadas. Una voluntad transformadora que entendía fundamental el apoyo en las calles, en los foros internacionales, en el debate mediático. Que no podía contentarse con las herramientas de letra muerta, sino que debía trabajar para transformar las costumbres por tantos años de entreguismo consolidadas. Una acción-reacción donde en las posiciones asumidas se encontraban las tramas ocultas por detrás de las defensas de intereses empresariales o trasnacionales. Donde se comprende el triunfo del ataque hacia el “populismo” en la defensa abstracta de instituciones y valores que son los culpables del atraso y la desigualdad históricas que acarrea nuestro continente.  

Será esa necesidad de enfrentar el “dominio que históricamente planteó “sus” límites institucionales” lo que llevará a un enfrentamiento inevitable con estas argucias del republicanismo vociferado. “Esto promoverá toda dificultad que tiene el movimiento o partido nacional y popular para articularse con el régimen democrático institucional y las formas de aparición de lo democrático desde organizaciones extraparlamentarias que aparecerán como la carga “corporativista” de la nueva política entrada a escena”. Es interesante esto para pensar las cargas de oprobio que se le endilgan al “populismo”, toda vez que necesita resquebrajar viejas ataduras para permitir nuevas construcciones. No para “debilitar a la República y la propiedad privada” como algunos insinúan, sino para enfrentar necesidades populares y conquistar nuevos derechos.      

“Se necesita entonces analizar y discutir las variables que relacionan Estado, masas, disciplinamiento de poderes históricos, liderazgo y verticalidad de mando, ampliación de las fronteras democráticas y nueva relación de lo social y lo político, para reencauzar la inteligibilidad democrática en el continente”, nos dice Casullo. Quizás sea esta propuesta la más necesaria en nuestros días, para repensar tanto a Néstor y su acción de gobierno, como para enfrentar un debate social del presente que muchas veces lleva una carga de violencia incontenida por quienes apuestan a recrudecer la “grieta” para desestabilizar los gobiernos populares del continente. Un camino quizás para repensar los Estados modernos en contexto de pandemia, y las necesidades/demandas/deseos sociales que aún no logramos comprender o alcanzar. Necesitamos ése debate, pero fundamentalmente encontrar las maneras de llevarlo adelante, de potenciarlo, de evitar el enfrentamiento inútil. Nos urge para reconstruir un país que nuevamente sufre por todas partes, ante una pandemia que puso en duda toda certeza que traíamos.  

Es por todo esto que entendemos que volver a Casullo hoy puede ser una de las mejores maneras de reinterpretar a Néstor Kirchner, su legado y su tiempo. Porque nos introduce con herramientas nuevas al debate tan mentado de “populismos”, donde se busca empequeñecer la obra realizada, o incluso, difamarla. Porque, además, nos permite comprender las necesidades que atravesábamos y que aún hoy atravesamos, donde la labor realizada por Kirchner como presidente sigue siendo un camino posible a recorrer. Podemos recordar este año la renegociación de la deuda externa, por ejemplo, para comprender cómo su ejemplo nos sigue guiando.   

“No hubo mayores procesos democratizadores en los países de América Latina durante el siglo XX que los protagonizados por los llamados populismos”, no teme Nicolás Casullo en argumentar, ante tanta academia gustosa por envilecer y combatir contra estas expresiones políticas. Nos contagiamos de su espíritu para decir entonces que Néstor fue sin dudas uno de los presidentes y presidentas más democráticos de nuestra historia, y que el legado de su gesta aún vive en nuestro Pueblo, como una seña del futuro hermoso que entre todes podremos siempre construir.     

* Docente (UNPAZ), investigador, periodista y director de Revista Broquel

Las opiniones expresadas en esta nota son responsabilidad exclusiva del autor y no representan necesariamente la posición de Broquel.

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