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Ser abogadas del Estado

Por: Marta D. Termes, Karina M. C. Niño Piguillem, Natalia A. Suarez, María Luz Fernández Mendía
Imagen: Caras y caretas (Buenos Aires) 25/5/1906, n.º 399. Tapa

Compartimos el trabajo final presentado por Marta Daniela Termes, Karina María Cecilia Niño Piguillem, Natalia Ailin Suarez y María Luz Fernández Mendía en el Seminario “Cómo defender al Estado” brindado por la ECAE. “Nosotras defendemos al Estado, y al defenderlo estamos defendiendo al todo que lo compone, a la Sociedad misma, y consideramos que nuestro rol debe ser valorado correctamente, debemos sentir el acompañamiento y soporte de quienes son nuestros representados, de la institución a la que pertenecemos, debemos dejar de lado al falso concepto que las Asesorías Jurídicas existen para poner obstáculos en la prosecución de los trámites; sino reconocer que estamos bregando por el bien común, por la igualdad, por el prójimo, por todos y todas, por cada uno de los ciudadanos de esta bella Nación.”.

Históricamente “Abogados del Estado”

Ángel Osorio, profesor universitario, excelente abogado, que se desempeñó como decano del colegio de abogados de Madrid, escribió “El alma de la Toga”, las ediciones de este libro fueron más de diez. En él, manifiesta: “… La toga no es un mito sino manifestación del espíritu judicial …  la toga tiene su alma su espíritu, que es el espíritu de la Justicia …  es un símbolo como son las palabras; y estas, en sus expresiones judiciales, ofrecen la mayor trascendencia…”.

El recorrido por su obra nos conecta con lo esencial de nuestra profesión cuando manifiesta que “…. No se puede ser juez, fiscal ni abogado, sin el orgullo de estar desempeñando las funciones más importantes para la Humanidad…”, y continúa “…La abogacía, más que intereses rige pasiones, y aun podría totalizarse la regla haciéndola absoluta porque detrás de cada interés hay también una pasión; y sus armas se hallan acomodadas en el arsenal de la psicología más que en los códigos…”.

Resaltando la importancia de la formación de los abogados de aquella época, quienes comprendían que no solo había que tener el conocimiento, sino ética en la profesión ya que en su profesión, el abogado defiende en este caso al Estado, es decir a todos los Argentinos; con la palabra… de allí surge la vital importancia que tiene ésta ya que de su destreza dependerá la buena o mala defensa de los intereses públicos “… En el abogado la rectitud de la conciencia es mil veces más importante que el tesoro de los conocimientos. Primero es ser buenos, luego ser firme, después ser prudente; la ilustración viene en el cuarto lugar, la pericia en el último (1) …”

En nuestra historia argentina, las personalidades de Mariano Moreno y Juan José Paso -ambos doctores en leyes-, Juan José Castelli y Bernardo de Monteagudo -abogados-, como hacedores de lo público son actores que traemos al hoy, en el escenario de nuestra Nación.

 Manuel Moreno, en su obra “Vida y Memorias de Mariano Moreno”, manifiesta: “…Los tiempos eran de trabajar incesantemente, de obrar con discernimiento y sabiduría, y hecha los primeros cimientos de la felicidad del País. Mas que nunca se necesitaba de una actividad, energía y tino extraordinario. Estas cualidades concurrían eminentemente en el Dr. Moreno, que, a todo el vigor de la juventud, unía la firmeza de su carácter, su patriotismo, y sus conocimientos…”

En el histórico debate del 22 de mayo de 1810, participaron Juan José Castelli y Juan José Paso, lo que debe destacarse desde el punto de vista político e histórico, por sus intervenciones. Castelli, fue quien sostuvo que debió establecerse un gobierno independiente, porque se sostenía la idea que España ya no existía.  Cuenta la historia que, si bien su moción no fue apoyada, nos muestra sus ideales de libertad, independencia. Las palabras de Juan José Paso, al decir de José María Rosa, en su obra Historia Nacional, quien fue “…solemnemente aplaudido, demostrando también sus convicciones patrióticas de libertad y generoso amor a la patria, en el difícil momento que se vivía…”.

Felipe Pigna, nos ilustra sobre Bernardo de Monteagudo, quien estudio en Córdoba y luego, como Mariano Moreno y Juan José Castelli, en la Universidad de Chuquisaca, donde en junio de 1808 se graduó como abogado y, donde conocieron la obra de Rousseau. En 1813 participo como diputado por Mendoza, en el Congreso Constituyente que conocemos como Asamblea del año 13. Por aquellos días escribía. “…Si es posible reducir a un solo principio todas nuestras obligaciones, yo diría que la principal es emplear el tiempo en obras y no en discursos. El corazón del pueblo se encallece al oír repetir máximas, voces y preceptos que jamás pasan de meras teorías y que no tienen apoyo en la conducta misma de los funcionarios públicos…”.

En cada uno de ellos, podemos mirarnos; de cada uno de ellos podemos aprender y entender el lugar de privilegio que ocupamos.

Perfil del abogado del Estado

El nuevo modelo de estado social de Derecho y de justicia abre la discusión entre la formación tradicional y la formación que plantea la sociedad actual, los nuevos espacios y campos de acción del abogado, en especial aquellos que tenemos la tarea de la defensa de los intereses del Estado, dejando abierta una discusión sobre las competencias, actitudes y valores del abogado que ha de desempeñarse en un Estado social de Derecho y de Justicia en nuestro país.

La discusión está planteada, el rol del abogado del Estado en los procesos de cambio y transformación de la sociedad actual, marcado por la desigualdad y deshumanización que impera en la aplicación de la justicia.

Por ello, entendemos que la carrera de Derecho debería procurar formar profesionales con una clara conciencia del sentido ético de su actividad, por lo tanto, debería exigirse a las universidades una profunda revisión y análisis de la pertinencia social a fin de que pueda responder a las demandas del fenómeno humano, histórico-social, entre otros.

Los cambios sociales, tecnológicos, educativos, políticos y culturales han influido de manera preponderante en las ciencias jurídicas determinando al Derecho como instrumento social, para aportar soluciones a los conflictos de la sociedad desde una nueva visión del Derecho, ligada a los Derechos Humanos, exigiendo nuevas competencias al abogado del Estado.

En este orden de ideas, se manifestaba  Agustín Gordillo (2), cuando hacía referencia a su experiencia en la Procuración del Tesoro de la Nación como abogado del estado e indicaba la importancia de ser consciente del contexto en el que se dictamina: “…Se evaluaba el impacto y más aún, había un dato reconocido: Que los dictámenes que salían imparciales, los hacían el cuerpo de abogados y cuando había algún compromiso político, lo escribía el Procurador y lo firmaba únicamente él. O sea que había dictámenes políticos, pero quien más quien menos, reflexionaba sobre el impacto…”. “…Creo que el abogado del Estado, por lo general, tiene bastante libertad técnica e intelectual y está también en una función que es, en definitiva, la de asesorar y defender al Estado, lo cual plantea un cierto margen para decir “no hagamos este error que nos va a costar dinero”, tiene que hacer una valoración de eso…”.

Estas competencias constituyen indudablemente el criterio lógico, el conocimiento actualizado, la destreza jurídica y el criterio reflexivo del futuro profesional del Derecho, para responder con la debida solvencia a las exigencias impuestas por la competencia del medio.

Los avances sociales y jurídicos que se producen a nivel mundial, sin duda alguna también influyen en la posición que debe asumir la Universidad para dar respuesta a los problemas de la sociedad.

Ello implica, cambios tanto en la concepción de los planes de formación de los egresados de la carrera de Derecho como las actitudes y valores de los profesionales del Derecho. Así, el ejercicio del Derecho no puede ser visto como una labor comercial. El proceso debe tener por finalidad la consecución de la justicia, como lo expresa nuestra Carta Magna.

La propuesta consiste entonces en contribuir a la formación de profesionales de cambio social, que ha de ser un profesional humanista, interesado en conocer y comprender la realidad social -local y global-, orientado al bien común a la justicia y a la verdad, que desde su función en la vida jurídico-política de la sociedad, propicien, aseguren y defiendan un modelo de organización social más justo.

El Derecho concebido desde esta perspectiva, se orienta a potenciar el papel del fenómeno jurídico en la vida de hombres y mujeres; hacer realidad la justicia social, la seguridad jurídica y el bien común, y a propiciar la transformación de las estructuras sociales injustas y garantizar la justicia anhelada por nuestra sociedad.

Al decir de Roberto Scwarz en la lectura del texto “Las ideas fuera de lugar”, como abogados del Estado en la labor diaria deberíamos revitalizar y refundar ciertos valores olvidados a lo largo de los años en pos de la defensa de los intereses de nuestra nación, con una mirada federal.

La idea del Estado Constitucional de Derecho no puede ser un concepto formal o vacío en la práctica. La igualdad ante la ley debe serlo también en el ejercicio de los derechos, “Sin igualdad no hay autonomía. Y sin autonomía, no hay democracia”.

El Estado Constitucional de derecho, conlleva a la defensa de lo público, y con ello del bien común, y a ello deberíamos propender en la defensa de los intereses del Estado.

Estas expresiones no son abstracciones vacías, siendo necesario volver a la idea del estado de bienestar, que fue destruido con el concepto de “eficiencia” de libre mercado, de neoliberalismo, dejando de lado y menoscabando derechos humanos, laborales, económicos y sociales. Modelo defendido en muchos países europeos. Hoy, hay que repensar estos conceptos puesto que esa eficiencia ha dejado a muchos jóvenes, niños, madres, padres sin posibilidades, sin futuro, postergados. Resulta innegable la necesidad de una revisión del concepto “eficiencia” en política pública.

Este análisis nos debería convocar a pensar en ciertos debates ideológicos y obligarnos a decidir qué modelo de sociedad y de Estado queremos tener y defender como abogados del Estado.

Ser abogadas del Estado

Como consecuencia de la evolución de la sociedad, de quienes la componen, quienes la gobiernan, de sus instituciones, es necesario resaltar el grado en que la misma afecta a nuestra profesión, con carreras marcadas por programas y textos que en su mayoría ya resultan obsoletos, con universidades que enseñan el deber pero no el ser, que nos indican el camino a seguir pero de una realidad que nada tiene de real, con profesionales que salimos a la cancha pensando que tenemos el conocimiento suficiente para salir adelante profesionalmente hablando y al poner un pie fuera de la universidad con nuestro título debajo del brazo nos topamos con un shock de realidad, donde las instituciones no son ni funcionan como parecen, donde los derechos existen pero muy desdibujados, donde las responsabilidades escasean y dónde lo que debe ser tiene que ser peleado y defendido a capa y espada para que realmente “sea”. Allí nos encontramos nosotros, los abogados del Estado, con mucha norma legal que nos indica el camino, pero con poca que nos ampare, con mucha responsabilidad en nuestros hombros pero muy poco acompañados, defendiendo los intereses del Estado y sintiéndonos uno más del montón de empleados estatales.

Creemos que no se toma conciencia de la labor que cumple el abogado del Estado, nosotras defendemos al Estado, y al defender al Estado estamos defendiendo al todo que lo compone, estamos defendido a la Sociedad misma, y consideramos que nuestro rol debe ser valorado correctamente, debemos sentir el acompañamiento y soporte de quienes son nuestros representados, de la institución a la que pertenecemos, debemos dejar de lado al falso concepto que las Asesorías Jurídicas existen para poner obstáculos en la prosecución de los trámites; sino reconocer que estamos bregando por el bien común, por la igualdad, por el prójimo, por todos y todas, por cada uno de los ciudadanos de esta bella Nación.

Ejercer en la Dirección Nacional de Vialidad

Ser abogadas en una repartición del Estado netamente técnica como es la Dirección Nacional de Vialidad, no es tarea fácil. En el interior del país, como asesoras jurídicas de los distritos que integran nuestro Organismo realizamos el asesoramiento diario a la jefatura de distrito, dictaminamos sobre compras, obra pública, obras c.re.ma, modificaciones de obras, redeterminaciones de precios, recursos humanos, sumarios, expropiaciones, llevamos como apoderadas del Estado juicios ejecutivos y ordinarios; muchas veces como en el caso de alguna de nosotras, siendo la única abogada en la Sección Legales y Sumarios del Distrito.

Como decíamos nuestra Repartición es muy técnica y hay una creencia muy arraigada de años, que el profesional por excelencia es el ingeniero, sin el cual Vialidad no funciona, por ello carecemos de la jerarquía que nos merecemos los abogados del Estado que pertenecemos a la DNV, estando equiparados en la estructura a jefes de depósito, de servicios de apoyo, taller y equipos, señalamiento -entre otras- las cuales no solo no tienen la intervención en la cantidad de tramitaciones que tenemos nosotros -ya que los jefes de distrito no rubrican ningún acto si no lo analizamos antes- sino que no tienen la responsabilidad que conlleva no solo la elaboración del dictamen, sino el representar al Estado en juicio como abogadas apoderadas. Para muchos, -con esta creencia- somos “un administrativo más”.

En el interior del país, nos sentimos no solo des jerarquizados sino también con poca posibilidad de acceso a enriquecer de nuestra formación. Estos últimos años nos han sido dadas innumerables tareas que antes realizaban nuestros colegas en la casa central y lo han derivado a los distritos, nos han derivado tareas “federalizando” pero federalizar sería proveernos también de las condiciones necesarias, no solo en cuanto a darnos la jerarquía que nos merecemos, sino a brindarnos el personal necesario para realizar la tarea en tiempo y forma, con la celeridad que merece y la de acceder a los seminarios, cursos, especializaciones que nos den las herramientas que necesitamos para llevar a cabo nuestra tarea.

Nos sentimos orgullosas de ser abogadas del Estado, es un orgullo bregar por los intereses de nuestra Repartición y de todos los ciudadanos Argentinos, lo hacemos con convicción y responsabilidad, dedicamos mucho tiempo no solo el que deberíamos sino el que consideramos necesario aunque lo exceda, ya que entendemos que dar una respuesta a tiempo, solucionar un conflicto, estar para asesorar con la palabra justa en el momento oportuno,  es al decir de Monteagudo “…emplear el tiempo en obras y no en discursos”.

Finalmente queremos hacer referencia a las palabras del Dr. Julio Cesar Niño, en su libro “Temas de Derecho Constitucional”, en el capítulo “Reflexiones sobre la lectura de La Humanidad del Expediente Judicial y otros Ensayos” de Néstor A. Cipriano, por Juan Carlos Luqui: “…  Esta breve reseña, tiene como destinatario a mis alumnos de la Catedra de Derecho Constitucional, con la sola intención de profundizar su vocación, de fortalecerla, haciendo mía una frase que dice: “Ama tu oficio y envejece con él”. Tener ideas claras, luchar por ideales buenos, y no olvidar que la vida enseña más que los libros. El hombre debe tener planes, metas, objetivos, eso es parte de la felicidad. Lucha en el buen sentido y con sentido del término está también la búsqueda de la virtud de la dignidad, de la felicidad, para vivir con PAZ, SERENIDAD Y TRANQUILIDAD…”

1 – OSORIO Y GALLARDO, Ángel. “EL ALMA DE LA TOGA”.

2 – TRATADO DE DERECHO ADMINISTRATIVO, TOMO 10, Libro II – Mario Rejtman Farah (Sección III por Isaac Augusto Damsky, coord.): Diálogos con Agustín Gordillo 1ª ed., Buenos Aires, F.D.A., 2014.

Las opiniones expresadas en esta nota son responsabilidad exclusiva de las autoras y no representan necesariamente la posición de Broquel.

Comentarios(1)

  1. Excelente reflexión, me identifico con lo expresado. Muchas gracias.

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