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Cine y Feminismo: María Luisa Bemberg

Por: Marcela Barbaro*
Imagen: María Luisa Bemberg. Colección Flia. Bemberg en el Museo del Cine. 

“En ese devenir movilizante de cara al futuro, María Luisa inició el camino para muchas guionistas y realizadoras argentinas, además de ser un ejemplo de activismo que, como menciona Andrea Giunta, forma parte “de las artistas que emanciparon el cuerpo”, y se atrevieron a cuestionar los parámetros del gusto, el consumo y la calidad cinematográfica ampliando la mirada y la participación de la mujer detrás y delante de la cámara. Sin duda, a lo largo de toda su filmografía, nunca dejó de luchar por desnaturalizar y desacreditar viejas formas de opresión e invisibilidad”.

“No se nace mujer, se llega a serlo”.
Simone de Beauvoir

En el campo de la representación visual, la conformación de las imágenes cinematográficas fueron realizadas -en su gran mayoría- por hombres que impusieron a través de las películas y los guiones, cánones culturales, sociales y políticos que representaban su concepción sobre la mujer. El predominio del género masculino cultivó a lo largo de la historia del cine nacional una mirada androcéntrica fundada en los discursos dominantes.

Durante la década del setenta, la falta de cuestionamientos hacia el modelo patriarcal, como la aceptación de la unidireccionalidad de la mirada y el pensamiento acerca de los roles y los patrones de conducta asignados para el hombre y la mujer, provocaron la reacción del la segunda ola feminista argentina que apeló a luchar contra toda forma de opresión y violencia, reclamando igualdad de derechos y oportunidades.

¿Hay un sólo modo de ver e interpretar la realidad? ¿Quién determina el sentido a lo mirado? ¿Y qué sucede con las subjetividades y el respeto a la diferencia?

La imposición sobre un modo de ver a las mujeres y al cuerpo femenino bajo estereotipos condicionantes, las transformó en meros objetos de observación y deseo sexual. En el terrero del cine, la imagen y el uso de la cámara no es ajeno a la postura ideológica de quien la dirige. Los encuadres guían al espectador hacia el cómo y desde dónde se mira. Una práctica que se replica en quienes no cuestionan el mensaje ni los modelos que se erigen en las películas que consumen.

Por ende, romper con la direccionalidad, la cosificación y la unicidad de sentido establecido por el patriarcado, fue el propósito de algunas artistas que se animaron a tomar una sólida y comprometida posición al respecto. 

Dentro del cine nacional, los antecedentes de películas dirigidas por mujeres fue cambiando muy lentamente ese patrón, debido a la escasa participación que tuvieron. Entre los antecedentes del período mudo que exploraron el universo femenino, podemos citar La niña del bosque (1917) y El pañuelo de Clarita (1919) de la pionera y multifacética Emilia Saleny, fundadora de la Academia del Cine. Y María V. de Celestini con Mi derecho (1920). Décadas después, Vlasta Lah dirige Las furias (1960) y Las modelos (1963), y Eva Landek realiza Gente de Buenos Aires (1974) y Ese loco, loco amor (1978).

Sin embargo, quien impulsó una mayor trayectoria y enlazó el cine feminista con la militancia política reformulando la concepción estética y moral sobre el rol de la mujer, fue María Luisa Bemberg (1922-1995). 

Proveniente de una familia acomodada y conservadora, recibió tempranamente los mandatos patriarcales de su padre y criticó la sumisión de su madre que acompañaba ese modelo que les transmitió a sus hijos. Se educó en su casa con distintas institutrices, sin esperarse de ella y de su hermana más que convertirse en damas de beneficencia y devotas esposas.

Bemberg ya cuestionaba algunos roles dentro de una sociedad en la que tenía que ser “señora de”, y necesitaba manifestarlo a través del arte. En 1949 comenzó a trabajar en la administración del teatro Smart, y luego en el Teatro Astral hasta que fundó junto a Catalina Wolf el Teatro del Globo. 

A principios de los años ’70 comienza a escribir guiones donde explora la temática femenina desde la mirada de la mujer: el primero sería Crónica de una señora, que dirigió en 1971 Raúl de la Torre. Y Triángulo de cuatro (1975), realizado por Fernando Ayala. En ambas historias se habla de mujeres de la alta burguesía que se enfrentan a problemas de índole moral como la infidelidad, y se atacan instituciones sagradas como la familia, la pareja y el matrimonio. Por la escritura de Triángulo de cuatro Bemberg obtuvo su primer premio como guionista.

Durante esos años, la militancia política a través de la Unión Feminista Argentina (UFA) creada por iniciativa de María Luisa Bemberg y Gabriela Christeller, fue un espacio destinado a reflexionar y discutir las causas de la opresión de género en base a experiencias personales y a las lecturas de escritoras como Kate Millet, Virginia Wolf o Simone De Beauvoir, entre otras.

La UFA estaba conformada por mujeres de diversas organizaciones y clases: estudiantes, amas de casa, obreras, militantes del Partido Comunista, Frente de Izquierda, intelectuales y PRT-La verdad. Su tarea consistía en desarrollar prácticas de concientización de género a partir del concepto marxista leninista sobre la toma de noción de clase. Pero su actividad, se vió alterada luego de la masacre de Trelew, donde comenzaron las persecuciones y hasta el allanamiento del local en 1974, hechos que se profundizaron tras el Golpe de Estado de 1976. 
 
A partir de la escritura de esos guiones, su carrera abordó los temas que la preocupaban desde una mirada propia, que ya no es más la masculina, en relación al tratamiento de los conflictos humanos expuestos en la pantalla. Esa fue la primera ruptura con lo establecido, ya que en el cine argentino esa mirada era novedosa. Sin embargo, aún percibía que nadie podía expresar por ella lo que sentía profundamente. En pleno rodaje de Crónica de una señora, Bemberg le comenta al iluminador, que era Juan Carlos Desanzo, su inconformismo con lo que veía, y Desanzo le contesta: -Por qué no dirigís vos?. Ella asombrada, le responde: ¿Yo, mujer…dirigir? No sé nada de técnica. Y Desanzó la motivó al decirle: “sólo necesitás un asistente, un iluminador y un compaginador”. María Luisa, comentó en un reportaje, que en ese momento recordó una consigna femenista: es hora de que las mujeres nos atrevamos a atrevernos. Y me atreví.”
 
El paso a la dirección se concretó con la realización de dos cortometrajes combativos y sarcásticos que no han sido tan difundidos como el resto de sus películas, y que marcarán la línea temática que adoptará a lo largo de su filmografía en relación a la mujer. 

El primero de ellos fue El mundo de la mujer (1972) filmado en 16mm en la exposición “La mujer y su Mundo” que se realizó en la Sociedad Rural. El corto muestra un espacio de consumo que sintetiza la limitada, arcaica y condicionada concepción que se tenía de la mujer, a quien no sólo se le imponía cómo verse, sino también cómo deber ser y actuar en sociedad y con los hombres. Bajo el slogan publicitario “todo lo que le interesa a la mujer, modas, belleza, peinados, artículos para el hogar” anunciado por el locutor de Femimundo´72, la cámara se infiltra entre stands y desfiles, para registrar el comportamiento del público que observa a las jóvenes como mercancía y proyección, mientras ellas posan junto a los productos de consumo y goce.

Desde la crítica y la ironía, la ruptura discursiva se apoya en el uso del plano sonoro y musical, a partir de la narración en off del cuento La Cenicienta desde el inicio hasta el final del relato, dando cuenta de la fantasía que se sostuvo por años, al cultivar un imaginario social sexista y discriminatorio, que fue sostenido y retroalimentado por las mismas mujeres. Con la misma intención, inserta la lectura de fragmentos del libro Azul de “Para ti” y la Guía para saber cuál es la mujer ideal para cada hombre, como debe hacer para conquistarlo y conservar su amor…”

Asimismo, Bemberg juega con el contrapunto visual, desde un acertado trabajo de montaje, componiendo un collage de imágenes que deconstruyen los valores impuestos y el sometimiento de género.

La militancia de la UFA también se hace presente en la película en un escena que muestra a Sara Torres (activista feminista de la Unión) repartiendo folletos realizados por la agrupación en la puerta de la Feria.

El artificio que denotan las imágenes al exhibir a la mujer-objeto en ese “mundo limitado y decadente”, son expuestas con cierta brutalidad para incomodar y provocar una reacción frente a lo dado. Al hacerlo, no esconde la ideologización que implican; por el contrario, Bemberg va en busca de una dialéctica audiovisual que genere un nuevo sentido al modelo imperante.  

El segundo cortometraje fue Juguetes (1978) que retoma el tema del género desde la niñez, en relación a cómo influye la educación y la formación primaria para condicionar patrones de comportamiento con una finalidad sexista.  

La propuesta presenta dos definiciones iniciales que forman el eje temático. “Desde la infancia las expectativas de conducta son diferentes para cada sexo. Se educa a los hijos de manera específica para que actúen de manera específica”. “Los juguetes y los cuentos no son inocentes porque son la primera presión cultural”.

Rodada en la exposición del juguete infantil, la película se propone resignificar el uso de los objetos como símbolos que marcan desigualdad, limitan la subjetividad de les niñes y orientan el proceder sujeto a normas prefijadas. La falta de inocencia en los juguetes y libros infantiles, opera en función de la asignación de los roles “esperables” durante su crecimiento.

La realizadora opta, nuevamente, por los contrastes visuales y sonoros a través del montaje y el matizado uso de la ironía, a fin de demostrar que el entretenimiento no es sólo una actividad lúdica, sino que es utilizada como un instrumento que favorece las diferencias de género y la discriminación. La canción “Arroz con leche” que escuchamos mientras la cámara toma a las nenas jugando con las muñecas, planchando, cocinando y maquillándose, es un claro ejemplo del modelo a transmitir, que se diferencia de los varones. Ellos juegan con pistolas, construyen con bloques y arman batallas.

En esa misma dirección, se observa la orientación ejercida por los libros de cuentos que los adultos acercan a los pequeños, orientando la lectura para cada género: La Cenicienta se impone como modelo para las niñas que deben mostrarse bellas y resignadas sin quejarse; y Los tres Mosqueteros hacia los niños, que deberán ser valientes y aguerridos. Mientras las niñas están destinadas al culto de la belleza y dedicación al hogar; los varones se preparan para la competitividad y el profesionalismo. Esa idea también se subraya con una encuesta que se realiza dentro de la Feria, preguntándoles a les niñes qué quieren ser de grandes. Sus respuestas replican patrones de comportamientos sociales y culturales: las nenas optan por ser maestras o enfermeras y los nenes médicos o ingenieros.

Las intervenciones en off de frases de autores conocidos en relación al género, dialoga con las imágenes de fondo, proyectando la orientación futura que tendrá la inocencia de esos pequeños moldeados por estereotipos de clase. El final de Juguetes contiene una cálida dedicatoria a una de sus nietas, en la que expresa su deseo de esperanza para “que su futuro se abra hacia una auténtica libertad”.

El legado cinematográfico de María Luisa Bemberg continuó con los largometrajes Momentos (1980); Señora de nadie (1982); Camila (1984), Miss Mary (1986), entre otras, demostrando una coherencia ideológica, moral y estética en cada una de las historias que nos dejó.  En el marco de la semana del 8M y del Día Internacional de las mujeres trabajadoras, destacar el inicio de la carrera cinematográfica y política de Bemberg responde a la convocatoria lanzada por el Ministerio de las mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación “Nosotras movemos el mundo y lo transformamos”.

En ese devenir movilizante de cara al futuro, María Luisa inició el camino para muchas guionistas y realizadoras argentinas, además de ser un ejemplo de activismo que, como menciona Andrea Giunta, forma parte “de las artistas que emanciparon el cuerpo”, y se atrevieron a cuestionar los parámetros del gusto, el consumo y la calidad cinematográfica ampliando la mirada y la participación de la mujer detrás y delante de la cámara. Sin duda, a lo largo de toda su filmografía, nunca dejó de luchar por desnaturalizar y desacreditar viejas formas de opresión e invisibilidad.

*Lic. En Relaciones Públicas. Crítica cinematográfica y profesora de Historia del cine.

Las opiniones expresadas en esta nota son responsabilidad exclusiva de la autora y no representan necesariamente la posición de Broquel.

Bibliografía Consultada:
-Fontana, Clara (1993). Los directores del cine agentino. María Luisa Bemberg. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina S.A.
-Giunta, Andrea (2019). Feminismo y arte Latinoamericano. Historias de artistas que emnaciparon el cuerpo. México: Siglo Veintiuno Editores.

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