Entrevista a Mariana Marchesi, Directora Artística del Museo Nacional de Bellas Artes. “Abrir las maneras de producir conocimiento es uno de los objetivos que debemos perseguir. En términos del trabajo con la colección, esto significa proponer o instar a que se generen otras maneras de mirar el pasado. Se trata de generar diálogos de una manera que solo el arte puede hacer, de interpelar lecturas y discursos establecidos desde el patrimonio, de abrir preguntas que nos permitan transitar hacia otros temas, pasados, presentes, futuros”.
Por: Juan Manuel Ciucci
Revista Broquel: Tras el cierre que le impuso la pandemia por Covid19, el Museo reabrió sus puertas hace tiempo ya con gran participación del público, ¿cómo fue transitar esa virtualidad forzada y qué cambios encuentra en esta nueva normalidad?
Mariana Marchesi: En el caso del Museo Nacional de Bellas Artes, uno de los desafíos más inmediatos del contexto inicial de aislamiento fue la necesidad de garantizar la preservación de las colecciones que alberga. La seguridad del personal fue una prioridad, por lo que, durante los primeros meses de aislamiento, se decidió que las autoridades quedáramos a cargo del cuidado integral del patrimonio artístico. Todo lo demás quedó sometido a la virtualidad. Desde allí se buscó acercar el Museo al público en su casa: entre otras iniciativas se subieron todos los catálogos de exposiciones a la web, se organizaron actividades públicas a través de plataformas digitales, y el área de educación multiplicó el material que ya de por sí producen para trabajar con escuelas y familias. También en la virtualidad se sostuvo el diálogo con expertos e investigadores. Las áreas de Biblioteca y de Documentación y registro realizaron servicios de consulta remota durante todo 2020 y 2021. Esto reviste suma importancia para los y las investigadoras que no pudieron acudir a los repositorios habituales para llevar adelante sus investigaciones.
En cuanto a los equipos, los aprendizajes de las distintas etapas del aislamiento nos impulsaron a repensar los sistemas de trabajo y las estructuras de organización laboral. Eso es algo que impactó mucho en el momento del aislamiento, pero también con posterioridad, cuando el ritmo previo empezó a retornar. La pandemia sin duda mostró cuán importante son las herramientas que posibilitan mantener un vínculo a distancia, pero también nos demostró lo fundamental que es la experiencia de la visita al museo. Toda esa dimensión vinculada a la materialidad del patrimonio nos recordó la importancia del arte como experiencia de vida. Toda esta experiencia nos lleva a pensar que en ese equilibrio entre virtualidad y prespecialidad reside una de las claves de los espacios culturales en la actualidad.
RB: La página web del Museo ofrece muchas propuestas para recorrer, ¿cómo se piensa este acceso virtual, a qué públicos está destinado?
MM: Fomentar el trabajo con la web, pensada como herramienta institucional, amplía la accesibilidad al Museo y sus colecciones. Es fundamental. Es un medio de accesibilidad inigualable, y hay que aprovechar las posibilidades que brinda de llegar a una audiencia aún mayor. El vínculo del Museo con la ciudadanía no se limita al momento de la visita al espacio físico. Las plataformas virtuales permiten un acercamiento previo y posterior al recorrido por las salas En ese sentido, es de vital importancia mantener una página web activa que contemple los distintos grados de información y participación que requiere el público.
Además, el público joven se maneja con medios digitales; entonces debemos entender cómo incorporarlas a la institución de un modo útil. Son las plataformas que utilizan quienes algún día ocuparán nuestros lugares. Pensar en los intereses de esas generaciones, y entender que el Museo va rumbo a un cambio radical en su manera de exhibir, generar lazos con las comunidades y coleccionar, es central.
RB: ¿Cómo analiza el rol del Museo Nacional de Bellas Artes en la actualidad, transitados ya muchos debates en torno al concepto de museo?
MM: Un museo nacional es, en muchos aspectos, un espacio tradicional. Poder incorporar nuevas perspectivas es un desafío que está siempre en el horizonte. Entender las expectativas (de muy diversa índole) que cada momento deposita sobre la institución y articular proyectos en torno a estas necesidades. Allí reside una de las claves para que un museo tenga una función social real. Hoy por hoy muchos de esos intereses pasan por desarrollar propuestas que postulen una pluralidad de miradas, la transversalidad disciplinar, el cruce de saberes y una agenda inclusiva.
RB: ¿Cómo se trabaja con el enorme y diverso patrimonio del Museo? ¿Qué propuestas surgen desde allí para renovar las exposiciones?
MM: Poder fomentar un espacio de diálogo a través de la colección es uno de los temas que más me interesan. Es importante acompañar los cambios en la concepción sobre qué implica y define a una colección nacional. Es necesario preguntarse qué tipo de conocimiento o de significados simbólicos ayudan a construir los patrimonios públicos. Por eso mencionaba antes la importancia de afrontar las diversas expectativas que cada época plantea respecto del museo. La experiencia dentro de la institución debe respetar las necesidades del visitante, involucrarlo y ofrecerle distintas herramientas, que pueda elegir a partir de sus propios intereses e inquietudes. Entonces, los objetos y mensajes que se exhiben deben estar contextualizados, de manera tal que comuniquen de distintas formas. Cómo se maneja el espacio en este proceso es muy importante. También la manera en la que se ofrece la información.
Los museos son espacios situados en una encrucijada de saberes, por lo que pueden ofrecer una transversalidad muy particular. Abrir las maneras de producir conocimiento es uno de los objetivos que debemos perseguir. En términos del trabajo con la colección, esto significa proponer o instar a que se generen otras maneras de mirar el pasado, pensar qué cosas de ese tiempo se activan hoy. Se trata de generar diálogos de una manera que solo el arte puede hacer; de interpelar lecturas y discursos establecidos desde el patrimonio, de abrir preguntas que nos permitan transitar hacia otros temas, pasados, presentes, futuros.
Un claro ejemplo de este camino lo constituye la revisión de las colecciones desde una perspectiva de género. Implica todo un reto abordar el tema en un museo nacional, o en cualquier otro que cubra un espectro temporal amplio, de varios siglos. La ausencia de obras realizadas por mujeres aquí se hace muy evidente. Revisar el lugar que ocupan las mujeres dentro de las colecciones públicas es el principal indicador de que las narrativas o la construcción de la mirada no es algo neutral. En este sentido, no podemos ignorar que el museo, además de un espacio de legitimación, es un espacio oficial y parte de esta construcción de un canon. Por eso, volver sobre los pasos de la construcción y la naturalización de ese canon es, a su vez, un desafío como institución.
RB: Justamente con la muestra “El canon accidental. Mujeres artistas en Argentina (1890-1950)”, se propusieron revisar los cánones historiográficos que han invisibilizado la producción y trayectoria de importantes creadoras. ¿Qué cambios pueden darse para avanzar en esa dirección y cuál fue la reacción del público ante la muestra?
MM: Desde el Museo hemos implementado algunas acciones para repensar su rol del en la construcción del canon. Seguramente la más visible sea la programación de exposiciones como El canon accidental. Mujeres artistas en Argentina, 1890-1950,curada por Georgina Gluzman, investigadora que desde hace muchos años analiza las condiciones en que se dio la inserción de las mujeres en el campo artístico argentino y el modo en que sus historias quedaron relegadas al margen de las narrativas oficiales.
Esta muestra fue parte de un proyecto mayor que dio marco a una serie de acciones cuya intención es incidir directamente sobre la colección, al apoyar una perspectiva de género patrimonial. Esto implica equidad en el cuidado del acervo (restauración de obras) y la administración de la información relativa a las mujeres artistas. En este caso se procesó buena parte del material de investigación que generó la muestra. A su vez, se comenzó a elaborar una base con datos de las artistas mujeres de la colección que ojalá en algún momento pueda estar accesible en la red. Porque para reponer esas trayectorias depositadas en los márgenes por la historia del arte, deben generarse estas puertas de acceso a la información, que podrán generar nuevos trabajos e investigaciones. Es en estos procesos donde la colección también se despliega con un rol activo. Volviendo a la exposición de El canon…, la recepción de la muestra fue muy buena. El catálogo, por ejemplo, está agotado. Durante 2020, en pleno asilamiento, organizamos junto a FLACSO Argentina una de las actividades virtuales más exitosas que formó para de la programación de la muestra que recién pudo inaugurar en 2021: el curso de “Cultura, Arte y Género” que tuvo casi 1200 inscripciones. Estos índices dan la pauta de que el tema despierta mucho interés desde distintos lugares.
RB: ¿Cuáles son las propuestas del MNBA para lo que resta del año?
MM: Desde agosto hasta noviembre se puede visitar la muestra Carmelo Arden Quin. En la trama del arte constructivo, curada por Cristina Rossi, investigadora con amplia trayectoria en la historia de las vanguardias abstractas quien trabaja desde hace años con el legado del artista. A partir de fin de noviembre se presentarán tres exposiciones: Raquel Forner. Ciclo espacial, curada por Marcelo Pacheco, una de las figuras más relevantes del campo curatorial en las últimas décadas; también tendremos la exhibición del Premio Nacional a la Trayectoria Artística que se realiza dentro del marco del Salón Nacional de Artes Visuales; y una colaboración con el Instituto Italiano de Cultura en Argentina y el Museo Arqueológico de Taranto, con la exhibición de un conjunto de casi setenta piezas de la antigüedad romana.
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