Por: Redacción Broquel
Gabriela Bauer, Presidenta del Consejo Administrativo del Hospital, se define como pediatra por decisión, vocación y convicción. Con una trayectoria de treinta años de trabajo en el Garrahan (y una pausa de dos para conducir la Dirección de Salud Perinatal y Niñez del Ministerio de Salud), desarrolló su carrera profesional cercana a las necesidades relacionadas al cuidado integral de las niñeces. Patricia García Arrigoni integró la primera camada de médicos residentes que abrieron el Hospital hace casi 36 años, y desde febrero del 2020 se desempeña como Directora Médica Ejecutiva. En diálogo con Revista Broquel, ambas profesionales reflexionaron respecto a la tarea de llevar adelante una gestión en clave federal e intersectorial, los avances normativos y los desafíos persistentes para garantizar el cuidado de la salud integral de los niños, niñas y adolescentes en nuestro país.
Revista Broquel: ¿Qué función cumple el Hospital Garrahan en el marco del sistema de salud? ¿Cómo es la labor que se lleva adelante allí, en el cotidiano?
Gabriela Bauer: El Hospital de pediatría Garrahan es un centro de referencia nacional y regional. Su alta complejidad significa que aquí se atiende y se da respuesta a procesos de alto impacto en la salud integral de las personas que transitan el curso de la niñez y la adolescencia. Con mucho anclaje federal. Hay respuesta a todas las provincias del país, ninguna queda afuera. Hay intercambio para el plano asistencial y para lo que es la formación de recursos humanos de las provincias.
Patricia García Arrigoni: Nuestras puertas son abiertas, atendemos toda la complejidad. Desde el catarro y la bronquiolitis en invierno hasta el trasplante, pasando por todas las enfermedades. Es un hospital de tercer nivel. Atendemos los pacientes más complejos, niños y niñas no solamente del ámbito público, sino de todo el país. Somos referentes y referencia para muchas patologías, sin distinción. Por supuesto que aquellos que tienen situaciones de mayor vulnerabilidad y que seguramente no encuentran respuesta en ningún otro lugar, son nuestro principal objetivo. El tener las puertas abiertas, hace que compitan la baja y la mediana complejidad con la alta complejidad. Esto es un problema a la hora de no poder dar todas las respuestas que a nosotros nos gustaría. Cuando viene un chico sano que tiene una bronquiolitis y necesita oxígeno lo internamos y ocupamos una cama y a lo mejor dejamos de operar, o suspendemos la cirugía de un paciente complejo que hace meses se viene programando porque necesita la misma cama en terapia intensiva. El recurso es finito y tratamos de adaptarlo para darle respuesta a todos.
GB: A lo largo del tiempo se ha ido construyendo una red asistencial donde hoy el Garrahan no se significa sólo desde un edificio, sino que se significa y resignifica en clave federal, pensado como una red, donde nuestros principales interlocutores son los efectores de la salud pediátrica compleja de las distintas provincias. El hospital tiene 4800 trabajadoresde planta estable, con una carrera estable, y alrededor de 1500 personas más en formación, ya sea por residencias o por becas. Tiene también servicios contratados, como son los de alimentación, de seguridad y de limpieza. Con lo cual convivimos entre siete mil y ocho mil personas. Coexistimos en la mejor de las armonías, con las tensiones que implica estar a la altura de dar respuesta a múltiples procesos complejos de las personas que vienen en búsqueda de solución para los mismos. Y además con una realidad nacional que siempre te interpela y te requiere adaptaciones importantes.
PGA: Somos algo así como un gran semillero de pediatras y especialidades pediátricas para todo el país y para sus alrededores, que nos gusta, porque es tener pies nuestros en otras provincias. Se puede seguir interactuando, contrarreferenciar. Es un hospital complejo, tiene como fábricas funcionando adentro. Tenemos farmacia, hacemos medicamentos para nosotros y también para pacientes del resto del país, porque los bebés no consumen medicamentos que la industria farmacéutica les provea. Son enfermedades raras, no es negocio, entonces nosotros hacemos los componentes o los mini comprimidos para que los puedan recibir.
RB: ¿De qué manera se organizan el presupuesto y las tareas en las distintas áreas que integran el Hospital?
GB: La tendencia de este hospital, al ser nacional es, en lo presupuestario, 80% dependiente del ministerio de Salud de la Nación y 20% de la jurisdicción de CABA. Lo caracteriza estar bajo la órbita de la ley SAMIC, que significa servicios asistenciales médicos anclados en la comunidad. Somos siete hospitales SAMIC en el país. Nos caracteriza tener un alto nivel de autarquía. Aquí se administra el presupuesto y se compra mediante distintos tipos procesos desde los utensilios para la limpieza hasta los microscopios, equipamiento de quirófano complejísimo, drogas de alto costo, etc. Tal es así que semanalmente hay entre 80 y 100 expedientes que tienen que ver con esos procesos de licitación, con lo cual toda el área administrativa del hospital tiene un rol tan fundamental como lo asistencial, y en ese equilibrio también se va andando. El área de administración implica todo lo que significa el cuidado de la infraestructura, las nuevas obras, el mantenimiento, los procesos de compra y la supervisión de todos los servicios que se requieren para poder funcionar. En cuanto al área asistencial, lo que tiene de característico es trabajar en red matricial. Hay áreas y servicios dependiendo de qué tipo de solución hay que ir dando: el gran servicio de oncología, los servicios de cirugía, los servicios de clínica, las terapias intensivas, y todo en interacción. Quienes conforman esas áreas, van interactuando con servicios de especialistas, áreas de alimentación, servicios de otras profesiones médicas. La verdadera matriz que a lo que apunta es que haya soluciones de continuidad en una persona que debe transitar procesos que suelen ser largos.
En general, cuando un niño o una niña ingresa a este hospital con un proceso crónico, con un cáncer o una malformación compleja, se sabe que le va a llevar bastante tiempo la solución de ese proceso. En algunos momentos estará internado, otros momentos estará ambulatorio, pero para evitar esas discontinuidades en el proceso asistencial hay que trabajar y funcionar en red. Hay que juntarse, hablar, debatir. Esto que entendemos como interdisciplina, es clave. Para funcionar en la interdisciplina se requiere una red de soporte, una voluntad y una consideración en que esto suceda. Sumado a esto hay toda un área enorme que viene avanzando, que es la telesalud. Tiene que ver con cómo nos comunicamos con el afuera. Estas provincias y estos pares que están con necesidad de intercambiar sobre pacientes, mejoras y el fortalecimiento de los servicios, y de intercambio de su recurso humano para formaciones específicas. Hoy en día la oficina de comunicación a distancia es enorme, brinda muchísimas prácticas de este tipo de intercambios y tiene un lugar fuerte en el hospital.
PGR: La tarea es enorme, es compleja, es un pueblo y tenemos todas las particularidades del mismo. Pero tenemos una gran vocación, los que estamos acá tenemos la camiseta puesta. El desafío es seguir creciendo, seguir avanzando. La mejor respuesta que pueda darse en todas las patologías a nivel mundial, a la luz de los conocimientos mundiales, poder acercársela a los chicos acá en Argentina. Ese es el objetivo y para eso estamos trabajando todos los días.
RB: ¿Cuál es la situación actual de las niñeces en nuestro país?
GB: Intentando sintetizar la problemática de las niñeces en este momento, y enfocándonos desde la sociedad que somos, estamos absolutamente interpelados y en falta con los niños, niñas y adolescentes. Podemos hacer un recorrido breve y ver la lectura de lo que sucedió en la pandemia con los niños y niñas. Fueron los que mejor se portaron, los que primero vieron lo que significaba quedarse en la casa, aislados, sin sus brazos de socialización como son las escuelas, los clubes, las veredas. Entendieron rápido el significado de solidaridad, de cuidar a los abuelos, lavarse las manos, enseñaban a lavarse las manos, buscaban la forma de entender lo que es el coronavirus. En la medida que fue transcurriendo la pandemia, fue un grupo poblacional con el cual demoramos la reinclusión en la sociedad, por distintos motivos (algunos justificados y otros no tanto). No pudimos ponernos de acuerdo como sociedad. Se tensó y se llevó a un plano de disputa mediática, si estaba bien o estaba mal que vuelvan a la escuela. Nos los llevamos puestos a los niños y niñas, en todas estas tensiones y egoísmos brutales que a veces dañan a la hora de dar respuesta.
Desde esa perspectiva, si uno observa lo que fue sucediendo con la capacidad, la plástica y la puja por el curso de vida que les corresponde, son los que primero lograron adaptarse, volver a la escuela en tiempo y forma. Y aún así se describen y se publican importantes secuelas en la salud mental, sobre todo en los adolescentes, y todavía no está la respuesta concreta para poder darles el apoyo y la ayuda que requieren. Sabemos que en el Ministerio de Salud está puesto en agenda el tema de la salud mental, se está trabajando muchísimo. Desde este hospital hemos trabajado y conveniado líneas de trabajo con el Hospital Bonaparte, pero todavía falta bastante. Si le damos una mirada de pandemia eso nos lleva a pensar qué lugar están ocupando las niñeces en nuestra sociedad. Cuánto se prioriza.
Si le agregamos números, vemos que en cinco años cayó un treinta por ciento la natalidad en la Argentina. En parte tiene que ver con una jerarquización o decisión de las maternidades, con cambios generacionales en términos de lo que es la decisión de tener un hijo o una hija, pero habla fuertemente de que estamos en una sociedad que se ha ido envejeciendo vertiginosamente. Se invirtió la pirámide y tampoco está puesto en agenda. Cuando se exploran los quintiles, en qué poblaciones está descendiendo más que en otras, en general en el cuarto y quinto quintil está bajando más la natalidad que en los quintiles inferiores.
Relacionado a esto, también pensando en números, hay especialidades fundamentales como la pediatría, en que los cargos de residencia, de formación, están quedando vacantes. No ha disminuido la cantidad de estudiantes de medicina, pero sí significativamente una de las especialidades que más cayó es la pediatría. Decididamente alguien que termina medicina no está eligiendo cuidar a los chicos. Lo mismo sucede en educación, con los maestros y maestras, hay realmente una crisis vocacional muy fuerte en la educación. Entonces, ¿quiénes van a cuidar a nuestros niños y niñas en muy poco período? Es lo que más nos preocupa en el hospital: qué va a pasar en cinco años. Ya hay hospitales pediátricos con cupos vacantes en pediatría. Todas estas preguntas nos llevan a pensar si realmente nos estamos proponiendo como sociedad cuidar mejor la salud integral de los niños y niñas en este presente absoluto que son. Del mismo modo, sino la alternativa es seguir repitiendo que dentro de la pobreza los más pobres son los chicos, proporcionalmente la población con mayor afectación de la pobreza son los niños y las niñas. El problema de la niñez es serio y mi sensación es que nos juega a favor que la mortalidad infantil haya descendido y poniéndola en la agenda porque esto es una buena noticia. Ahora, preguntémonos cuán buena noticia es a la hora de tomar decisiones.
RB: La irrupción de la pandemia mundial por Covid 19 planteó a las distintas áreas del Estado el desafío de una rápida readecuación para hacer frente a la emergencia sanitaria, ¿cómo transitaron esa experiencia desde el Hospital?
PGA: Se declara pandemia a nivel mundial el 3 de marzo, hace tres años. El primer caso pediátrico nuestro es el 23 de abril del 2020. Para ser absolutamente sinceros, el Covid no afectaba a los niños como lo hacía con los adultos y con los ancianos. Era más benévolo. Pero eso lo supimos después. Al principio era la misma incertidumbre. No sabíamos qué podía pasar con los pacientes. Nosotros atendemos a un grupo de pacientes que no podemos decirle ‘no vengas más’. Un paciente oncológico en seguimiento o un paciente con una enfermedad rara, un paciente neurológico, una cardiopatía congénita. A esos chicos hay que atenderlos con pandemia o sin pandemia. Teníamos una enfermedad nueva que no sabíamos cómo nos iba a ir, un grupo de pacientes complejos que había que seguir atendiendo y que no se podía decir ‘señores estamos en pandemia’ y un tercer aspecto, no menos importante: el personal de la salud. Los seis mil trabajadores que temían contagiarse, que tenían que cumplir un aislamiento de alguna manera, que tenían patologías ellos y por lo tanto no podían salir de sus casas, y nosotros teníamos que seguir trabajando en estas condiciones.
Muchos de ellos trabajaban acá y a lo mejor en otra institución. Con lo cual, si no se contagiaban acá, se podían contagiar en otra institución y luego volver. Es decir, fue sumamente complejo por un lado seguir dándole la respuesta a un grupo de pacientes tan complejos con un personal que estaba diezmado por la pandemia. Más allá del miedo que todos teníamos al comienzo. El hospital se adaptó, se reformuló en sus circuitos. Dónde iban a ir los inmunosuprimidos, dónde iban a ir los que no lo son, las medidas de aislamiento. El hospital oncológico siguió recibiendo a todos sus pacientes como siempre, se siguieron haciendo los más de 100 trasplantes en niños que hacemos todos los años, las colectas de sangre y la sangre de todo el país que nosotros producimos se siguió trabajando, y eso con el esfuerzo de todos los trabajadores. Todos continuamos viniendo de diferentes maneras, seguimos trabajando. La respuesta se dio y después, a medida que fue pasando el tiempo, tuvimos que desandar.
RB: ¿Qué impacto tuvo, en ese sentido, la llegada de las vacunas?
PGA: Cuando llegan las vacunas cambia absolutamente la perspectiva y a partir de la segunda dosis, se empiezan a reincorporar un montón de personas que no podían venir porque no podían salir a trabajar por su propia enfermedad. Empezaron a venir ellos, empezaron a venir los pacientes. El 2021 fue un año de recuperación y el 2022 ya trabajamos a niveles iguales a los pre pandemia. El 2020 fue un año de mucho trabajo en cuanto a reformularnos. Las oficinas de comunicación a distancia trabajaron muchísimo, acercaron a los pacientes. Aprendimos a hacer consultas con los pacientes inclusive en sus domicilios y nosotros acá. Cuando había que traerlos, se les decía ‘tal día y tal hora’ y entraban, efectivamente, sin contaminarse, sin contagiar. Fue excelente lo que pudimos aprender ese año de todo lo que es la virtualidad. Al año siguiente hubo que aprender a traer a los pacientes y no desechar el método a distancia porque es un método útil para que el paciente no tenga que viajar tanto.
El desafío es ese. Cómo compatibilizamos las dos modalidades. La presencial, que es que los médicos no podemos trabajar de modalidad virtual porque al paciente hay que revisarlo más allá de que lo puedas ver en una teleconsulta. Lo tenés que ver, lo tenés que revisar. Hay una cuestión de acompañamiento que hay que hacerlo, y más cuando son niños.
RB: ¿Qué implica pensar la salud desde una mirada integral?
GB:La salud es un derecho humano. Primero, entenderla como un derecho, y entonces dejar de pensar que ‘asistimos’ a las personas, sino que garantizamos derechos cuando las cuidamos integralmente. ‘Integralmente’, significa tener en cuenta todas las dimensiones. La dimensión del cuerpo, la salud mental, la dimensión emocional. Y también los determinantes sociales de la salud. Cuando vos estás evaluando a un niño, una niña, y sobre todo, más aún, cuando está con alto impacto de algún proceso biológico que le afecta integralmente, estás pensando dónde vive, cómo va a acceder a ver a la cantidad de controles que tiene, quién va a estar cuidando a los otros hermanos; pensando en todas estas líneas que nos atraviesan, en las cuales estamos obligadas ya por leyes, como van a estar distribuidas en esa familia las tareas de cuidado, si vamos a estar reproduciendo que la madre es quien tiene que traerla siempre al control. O sea, hay una diversidad de enfoques que tienen que estar contemplados en el plan de trabajo de cada una de las personas que transita, buscando solución para sus procesos de salud.
Esta sería la mirada de la salud a la cual tenemos que ir arribando progresivamente. Me encantaría llegar de un día para el otro pero hay que trabajar y trabajar desde múltiples dimensiones y transversalizar esas prácticas que han quedado como muy hegemónicas, muy atrapadas por el modelo médico este que durante tantos años nos sostuvo, y que sabemos que debe ser superado lo más rápido posible.
RB: ¿Qué balance realizan respecto a las normativas incorporadas en los últimos años, en lo que hace a la salud integral de las niñeces? ¿Cómo viene siendo la experiencia de vehiculización de políticas públicas en ese marco?
GB:Celebro que en esta gestión de gobierno se hayan sancionado leyes que sirven no para anunciar, sino para generar planes estratégicos y operativos rápidos. Para poder facilitar la ejecución de políticas que tiempo atrás venían más demoradas. En ese sentido, también se trata de leyes que fueron muy trabajadas en equipo. Quizás en lo que particularmente me compitió por el rol que tuve, fue la Ley de 1000 días, la 27.611, que es una ley hermana de la ley 27.610 de interrupción voluntaria del embarazo (IVE), que garantiza una cantidad de derechos de las mujeres que deciden maternar para tratar de llevar todo lo que significa el cuidado integral del embarazo y los primeros años de vida de una manera lo más cuidada y resguardada y valorada posible. En ese sentido, puedo dar fe de todo lo que la actual ministra Carla Vizotti trabajó en equipo y coordinando el equipo para llegar al mejor de los proyectos.
Se trata de una ley que fue sancionada por mayoría absoluta. Eso también juega a favor. Desde ahí se trabajó rápido en la reglamentación y lo que gana esta ley, lo que exige y a lo que da fuerza en su reglamentación, es al trabajo con intersectorialidad. Para formular políticas que tengan que ver con este curso de vida te tenés que juntar, dejar algo de lado y abrir a que entre el otro o la otra. En ese sentido, se conformó una unidad coordinadora, con representantes de distintos organismos, el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, de Cultura, de todos estos organismos que están directamente vinculados al cuidado de este curso de vida y se va trabajando provincia a provincia, propiciando que se generen mesas de trabajo con esta mirada. Realmente los avances han sido maravillosos. Se te amplifica la mirada de lo que significa el cuidado, y las políticas que se van formulando son mucho más ricas y probablemente más eficaces.
Podemos tomar el tema de la lactancia, por ejemplo. Lactancia es un tema casi encriptado en la salud, con esa mirada de una puericultora, una enfermera, un médico, una médica que estaban dando consejos a una madre solemne con su niño o su niña tomando la teta. Pudimos trascender a que se deje de hablar de lactancia materna, hablar de las lactancias, de lactancias en corresponsabilidad. El valor de alimentar a un niño o niña en sus primeros años con leche humana es enorme en beneficios, es un derecho. También es un derecho de la persona que está llevando adelante esa tarea ser cuidada, valorada, acompañada. Tener espacios de lactancia dignos, tener una familia que entienda lo que significa el tiempo que lleva darle la teta a un bebé. Ese concepto de lactancia en corresponsabilidad logró derribar muros. Probablemente va a llevar a que tengamos mejores resultados en lactancia de los que venimos teniendo, donde no podíamos sostener lactancia exclusiva, sólo llegábamos hasta la mitad de la población. La mitad de los chicos hoy en día no llegan al estándar ese, que es alimentación exclusiva con leche humana en los primeros seis meses.
RB: Con la reciente reglamentación de la Ley de Oncopediatría (Ley N° 27.674), se dio a conocer la noticia de que el Hospital coordinará la red federal de atención de niños, niñas y adolescentes con cáncer. ¿Qué implica cumplir este rol, qué objetivos se persiguen?
GB: Es una ley emparentada a lo que veníamos hablando recién. Es un enfoque de ampliación de derechos que pone en agenda lo que son los derechos de una familia en la cual se produce una disrupción enorme, como lo es una enfermedad gravísima en uno de sus integrantes, en este caso un niño o una niña, y que debe ser cuidada en su rol de cuidadora principal. Esta ley contempla el derecho a la familia al apoyo de su salud mental, a tener una vivienda acondicionada a las necesidades de la persona que está cursando el cáncer, a tener sus traslados garantizados. Esto antes no estaba, se intentaba hacer recreando. Un montón de familias de niños y niñas con cáncer, solidariamente, dijeron: ‘hasta aquí llegamos, esto no puede seguir siendo así para las generaciones venideras’.
Entonces, es una ley que celebramos y además agradecemos a todo ese caudal de personas maravillosas que llegaron a este puerto y que, como dice la ministra, ‘nada sin la sociedad civil’. En este momento son parte del problema y, cuando identifican un problema, probablemente tienen razón. Lo que hay que acompañar desde la gestión es cómo se llega a mejor puerto, en este caso una ley, una buena reglamentación. Estamos, en el día de hoy, con que los organismos competentes ya tienen presupuesto asignado para que, desde un centro coordinador bien organizado y con mucha historia y vínculo con todas las provincias, a cada niño o niña con diagnóstico de cáncer uno pueda darle una respuesta rápida, certificar que tiene una enfermedad (que facilita mucho los trámites), y acompañar. Jerarquizar lo que significa que la familia es el centro del cuidado.
RB: ¿Qué balance realizan de la experiencia de consolidación de las redes federales?
GB: Es una experiencia humana riquísima. Hay veces que te sentís como una provincia más desde este hospital. Los principales protagonistas son cada niño y cada niña que vienen de rincones recónditos del país, y sentís que hay un pueblo entero acompañándolo. Su madre, su padre. Lo mismo cuando vienen residentes o becarios de las provincias a formarse, y plantean inquietudes, dificultades. Todo lo que llega a través de la telesalud, que es inmediato. La inmediatez de lo complejo. Desde todos esos vínculos humanos concretos le vamos dando formalidad a convenios y detectando encuentros con cada una de las provincias, por dónde ven que desde el Garrahan podemos colaborar a fortalecer servicios médicos, servicios administrativos también, de arquitectura hospitalaria. Entonces hay viajes, intercambios, cursos, becas, hay videoconferencias. Un montón de dispositivos.
Por ejemplo, aquí se está trabajando mucho la comunicación, es uno de los ejes del plan estratégico. Ustedes van a poder ver cómo se le está dando una vuelta y una nueva mirada a lo que es la señalética y la ambientación del espacio centrada en los niños y las niñas. Eso hace que otros hospitales también empiecen a preguntarse qué estamos haciendo nosotros y quieran, desde el área de comunicación de ellos, comunicarse con nuestro equipo, intercambiar, adaptar, innovar. También nos enriquece ese ida y vuelta, con cosas que por ahí no estamos visualizando. Eso es estar en clave federal. Hoy en día, con la directora ejecutiva y con el coordinador de la OCD (oficina de comunicación a distancia) viajamos a las provincias y estamos en total sintonía con los equipos de los hospitales. Ya nos conocemos, por trayectoria y a través de todo el recorrido de estos años. Ahí es que se gestan distintos tipos de acciones concretas. La Fundación del hospital también tiene un rol de acompañamiento, fortalecimiento, financiación para las acciones que se llevan a cabo.
RB: En los últimos meses se visibilizaron mediáticamente distintas historias relacionadas a situaciones de maltrato en la niñez. ¿Cómo piensan el abordaje de esta problemática?
GB: Para abordar con esta mirada la problemática de las niñeces hay tres ejes muy organizadores, que están propuestos desde múltiples organizaciones (como por ejemplo OPS, OMS, UNICEF): sobrevivir, prosperar y transformar. Sobrevivir es, en todos los ciclos de vida pero sobre todo cuando existe mucho riesgo de mortalidad como sucede en el primer año de vida, ir ganando en sobrevida y bajar la mortalidad infantil a ritmo alto. Prosperar tiene que ver con un cuidado integral, con la prevención de las anemias, con la buena nutrición, el acceso a bienes culturales, educativos y demás. El transformar tiene que ver con cómo logramos en ese curso jerarquizar y valorar el valor de vínculos. Recuperar la potencia de esos vínculos amorosos que se dan en esta etapa de la vida como en casi ninguna otra etapa.
El transformar las violencias durante el curso de las niñeces y las adolescencias tiene que estar puesto en la agenda de cualquier organismo efector donde lo principal sea cuidar a las personas en esta etapa de la vida. Es un problema para darle una mirada mucho más intersectorial de la que tiene, para derribar los muros egoístas que han encriptado, digamos, “de esto yo me ocupo”. Transversalizar y aprender. Tomar el ejemplo del abordaje de las violencias de género, que son parientes, hermanas, en ese sentido, y darnos cuenta de que hay que volver a jerarquizar el poder de los vínculos. No tener pudor en hablar de amor, en hablar de que la primera hora de vida es algo que es un momento único donde se está constituyendo ese vínculo que después te va a llevar a puertos increíbles o que, si no se da, puede generar disrupciones devastadoras. Entonces, siempre hay un uno y un otro, es una situación desbalanceada la de los niños y las niñas, todavía ocurre que están puestos por lo bajo en los vínculos. Hay que horizontalizar los vínculos de las niñeces. Tenemos que trabajar en conjunto, en interdisciplina, dejar los egoísmos de lado. Hay que volver a empezar.
RB: En este sentido, ¿qué rol deben cumplir los medios de comunicación? ¿Cómo poner a la niñez en agenda, garantizando a la vez una cobertura mediática responsable y con perspectiva de derechos?
GB: Básicamente, no hay que poner al periodismo por fuera del problema. Si el periodismo lo que va a hacer es detectar las tensiones y las fallas que existen entre los grupos y tomar lo peor, va a hacer estragos. Si se va a meter como parte del problema y va a ver cómo lo aborda y lo acompaña, probablemente estará mejor. Hay que llenar la carrera, la formación de grado, de posgrado, de comunicación y de periodismo, de estos temas. Mucho de verdad pasa por el pudor. A veces no se animan a hablar de los chicos, con lo que eso implica. Así como se ha tomado de bastión, con seriedad, la violencia de género (más allá de todos los desafíos que quedan por delante), hay que hablar de la violencia hacia las infancias. Cada vez que uno presencia una situación de violencia, ¿qué te está pasando? ¿Te está atravesando el cuerpo? ¿Estás acompañando a ese sujeto en lo que significa la violación de derechos que está cursando?
Hay una encuesta (dentro de las pocas encuestas que hay), con una buena muestra, que es la encuesta MICS, armada por desarrollo social y unicef, que es una encuesta de hogares sobre distintas dimensiones y cuando preguntan acerca de la violencia, 7 de cada 10 familias reconocen alguna práctica de violencia en la vinculación con sus hijos e hijas. Eso dice muchísimo. La violencia verbal, la violencia por poder, la violencia física. Hay que empezar a hablar, trabajarla, y también ver la manera que cuando se están produciendo violaciones desde el periodismo, desde la falta de denuncia y demás, qué hacemos. Hay que incluir dentro de la interdisciplina a los comunicadores. El eje de comunicación tiene que ser una política en todos los organismos efectores que se dediquen a cuidar a chicos.
RB: Para concluir, ¿qué desafíos enfrentan actualmente en el ámbito de la salud pediátrica?
PGA: Por un lado, tenemos objetivos muy concretos, como lo es desarrollar todo lo que es la alta complejidad. Hay algo muy específico en pediatría que es el trasplante de médula ósea. Tenemos un grupo muy importante de pacientes que necesitan ser trasplantados y tenemos una obra que, si Dios quiere y los fondos nos acompañan, la vamos a terminar en el curso de este año, con lo cual duplicaríamos la capacidad para los chicos que necesitan trasplantar. Para sintetizar, lo que queremos es seguir ofreciendo mayor avance científico tecnológico para que todos sepan que sus hijos reciben el tratamiento que necesitan. Ni más ni menos.
El segundo desafío enorme es, con el cambio tan importante que hubo después de la pandemia, intentar que todo el talento humano, que es el más difícil de recuperar y el más difícil de formar, siga formándose. Que siga queriendo este hospital, siga con ganas de trabajar y de seguir llevando adelante estos desafíos. En un momento en el cual hay una situación difícil en cuanto a la presencia de médicos de vocación, de atención pediátrica (es difícil en todo el país y en todo el mundo), nuestro desafío es seguir siendo nosotros de alguna manera los formadores y los forjadores de todo el talento humano para poder seguir llevando adelante esta tarea en el hospital Garrahan y en todo el país. Porque nosotros, al ser formadores, podemos replicar y repetir lo que vamos haciendo y trabajar con todos. Así que estos son los dos objetivos más importantes. Siempre el paciente y su familia son el centro de nuestra atención. Pero si no cuidamos y no protegemos a los que cuidan es muy difícil que podamos cumplir con el objetivo.
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