ENTREVISTASTAPA

“Para tener democracias participativas y activas necesitamos una ciudadanía formada e informada”

Bernarda Llorente

El 14 de abril de 1945 nacía Télam, bajo la orden del entonces secretario de Trabajo y Previsión, Juan Domingo Perón. En el 78° aniversario de la agencia de noticias oficial de la República Argentina, Revista Broquel dialogó con su Presidenta, Bernarda Llorente, respecto a los desafíos actuales de la labor periodística y el rol de los medios estatales y las políticas de comunicación en el fortalecimiento de la democracia.  

Por: Redacción Broquel

Revista Broquel: El 14 de abril la Agencia cumple 78 años, ¿qué es hoy Télam? 

Bernarda Llorente: Télam nació hace 78 años como una Agencia Nacional de Noticias. La única agencia que está y sigue estando en todo el territorio nacional, además de tener algunas corresponsalías extranjeras. Obviamente, en estos 78 años, fue teniendo una historia con todos los altibajos y con todos los capítulos más negros y más felices de la historia argentina. El destino de Télam estuvo muy unido a la propia realidad argentina y también de los medios de comunicación y los cambios de paradigma. 

Si bien Télam empezó como una agencia exclusiva de noticias (una agencia de noticias es básicamente insumo para otros medios de comunicación, y los insumos son las noticias), hoy se plantea como una agencia del siglo XXI. ¿Cuál es la diferencia? Que no sólo seguimos trabajando para abastecer de información a todos los medios del país, sin importar su tamaño, sino que además hemos empezado a trabajar en los cambios de paradigma comunicacional y, al mismo tiempo, intentamos ser un medio de una relación directa con la ciudadanía. Esto lo hacemos a través de la web, abierta y obviamente gratuita, y de las redes sociales. 

Cumplimos una doble función. Abastecer a los medios, con lo cual no solo es abastecerlos de noticias, sino también garantizar la existencia de muchos medios. Los medios de comunicación se han ido achicando, para muchos es muy difícil poder tener una cobertura temática completa. Incluso para los grandes medios. Las coberturas cada vez exigen más temas, más diversidades, más aspectos. Somos una herramienta importante para abastecer de información a estos medios, y también a la ciudadanía, con determinadas características y calidades en esta información.

RB: Usted fue designada Presidenta del directorio de Télam en diciembre de 2019,  luego de una gestión signada por el conflicto. ¿Qué objetivos se planteó? 

BL: Télam ha intentado ser cerrada o desbaratada once veces. Esto tiene mucho que ver con el tipo de gobierno. Los gobiernos más nacionales y populares creen que la información tiene que ser una herramienta democrática, diversa y representativa; y, sobre todo, pilar fundamental en las democracias modernas. Cuando analizamos las crisis de las democracias en el mundo (porque la democracia como sistema ha mostrado sus falencias en el ejercicio), uno se pregunta cuál es la solución. Creo que la solución, frente a los problemas de la democracia, es mayor democracia y mayor participación. Estamos hablando de democracias participativas. Para poder tener democracias participativas y activas, necesitamos también una ciudadanía formada e informada, que pueda pelear por sus derechos pero que también pueda construir un modelo de país. Que también pueda elegir cómo informarse y qué debates dar. Obviamente, hablando desde la pluralidad de información. De eso se trata, desde el Estado y desde los medios estatales. Es poder, por un lado, representar los intereses de una sociedad, todas las voces y todas las problemáticas. No solo tiene que ver con posturas políticas, sino también con representaciones muy concretas y cada vez más diversas y mayores en las sociedades modernas. Tiene que ver con una información de calidad y sin fines de lucro, y también con la territorialidad. Nosotros cubrimos todo el país, más allá de que algunos países sean considerados, en una lógica económica, más o menos rentables.

Hay un punto muy interesante que empieza a haber ahora, y sobre todo después de la pandemia, que tiene que ver con el rol del Estado. Si algo quedó claro en la pandemia fue la importancia de tener un Estado fuerte en todos los sentidos, que garantice una serie de cosas. Y, entre otras cosas, en términos específicos de información, el poder garantizar el acceso a la información y el acceso universal al conocimiento. Cuando pensábamos que salíamos con todos esos consensos, que se demostró la necesidad del Estado a través de poder brindar salud, poder brindar información confiable a los ciudadanos en medio de una epidemia también de noticias falsas que fue conocida por la OMS como “infodemia”,  cuando parecía que determinadas capacidades del Estado estábamos todos de acuerdo y ya no podían ser cuestionadas, vuelven a aparecer estas voces neoliberales que cuestionan el rol del Estado. Y en ese rol del Estado también, obviamente, a los medios públicos y las agencias de noticias. 

Volviendo a cómo encontramos la agencia, la destrucción de Télam se inscribe en este modelo. Un modelo neoliberal que hubo durante el macrismo, que pensaba que un sistema de comunicación se basaba básicamente en intereses y aliados, que los medios públicos eran casi un obstáculo porque obligaban a otro tipo de información y de modelo informativo. Intentaron destruirlo. Fueron 359 trabajadores y trabajadoras despedidos. Télam como tal, fue una agencia destruida, partida, en el ámbito profesional y también en lo humano. Porque hubo una grieta enorme en el tejido social de la agencia. Sobre esa base, empezamos a reconstruir Télam. Cuando llegamos, en el 2019, era una agencia completamente destruida: con algunos trabajadores y trabajadoras incorporados, otros todavía no incorporados, que la propia justicia determinó que tenían que ser reincorporados porque los despidos habían sido absolutamente arbitrarios, además de persecución ideológica. Fue despedida prácticamente la mitad de la agencia. 

RB: ¿Cómo fue encarar ese proceso de reconstrucción?

BL: Destruir es muchísimo más fácil que construir. Destruir, podés destruir rápido, construir te lleva mucho tiempo. En primer lugar, tuvimos que volver a entusiasmar a los trabajadores y trabajadoras. Venían de un conflicto muy duro, hubo que volver a unificar la agencia y sobre todo volver a entusiasmar y tener un proyecto. Un proyecto que, básicamente, los hiciera volver a sentirse orgullosos de pertenecer a Télam. Télam en un momento fue una marca muy asociada al conflicto. Lo importante era el desafío de asociarla al buen periodismo, al periodismo de calidad, al periodismo innovador también. Los medios públicos, como tales, tienen una tarea importantísima en la innovación, en la creatividad, en la experimentación, justamente al no tener una lógica comercial y que también tiene que ser como la locomotora en muchos cambios. El Estado, cuando no hace de locomotora impulsando los cambios, hay cambios que no vienen de la sociedad. Por lo menos, tiene que tender a canalizar esos cambios que muchas veces no pueden realizarse si no tenés políticas para que se realicen. Creo que eso se ha logrado con creces. 

RB: ¿Qué cambios destaca de la experiencia transitada en los últimos años?

BL: Hubo un planteo importante. Había pasado esta destrucción, estos cuatro años, y también un cambio de paradigma en el mundo, con respecto a los medios. Nosotros teníamos el desafío de pensar qué tipo de agencia reconstruíamos, desde dónde. Si una agencia igual a lo que había sido, o intentábamos construir una agencia con futuro. E hicimos eso. Las agencias han sobrevivido en el mundo y hoy, además, han vuelto a tomar una importancia enorme (cuando hubo vaticinios hace algunos años de que las agencias de noticias, por la propia dinámica de internet, iban a tender a desaparecer porque finalmente la gente podía informarse sola y podía tener acceso a un montón de información que antes no existía). Sin embargo, lo que demostró la propia dinámica de las redes sociales fue: la construcción de noticias falsas como nunca en otra época, la casi imposibilidad de buscar la trazabilidad de la información, que es muy importante (cuál es la fuente, cómo siguió la noticia, el chequeo y la rigurosidad periodística que tiene una agencia de noticias, con algunas reglas básicas del periodismo, pero con mucho chequeado). Porque las agencias somos responsables, cuando lanzamos una información, de que esa información se propague. Por lo tanto, la rigurosidad periodística es uno de los valores más importantes. Cada vez que dicen ‘esto es verdad porque lo dijo Télam’, para todos nosotros es un orgullo, un certificado del trabajo bien hecho. En este contexto, donde las agencias de noticias han vuelto a ser fundamentales en el ecosistema de medios, reconstruimos esta agencia con todos estos parámetros, pero también con la modernidad o los desafíos que presenta una comunicación en transición, un periodismo en transición, con cambios completos de paradigma. 

También creo que cambiaron muchos estereotipos. Yo tuve la suerte de ser la primera mujer en presidir Télam. En general, las mujeres no hemos dirigido los medios de comunicación. Ha habido mucha resistencia. Yo fui una de las primeras mujeres en el mundo en manejar una agencia de noticias, ahora aparecieron 3 o 4 más. Eso es importante, no sólo por una cuestión de  género, sino porque, también, las mujeres construimos de otra manera. O, al menos, lo importante de las mujeres que llegamos no es solo una cuestión de justicia, de tener más igualdad de oportunidades, sino también que seamos capaces las mujeres de empoderar a otras mujeres, pero por sobre todo cambiar las perspectivas de género, e implementarlas y poder traducirlas en contenidos. Acá fue lo primero que pasó, pusimos una experta en género, todo el directorio de Télam somos mujeres. En los cargos jerárquicos el 66% somos mujeres, pero somos mujeres no sólo porque vinieron algunas mujeres a cargos importantes, sino porque también al poder rejerarquizar puestos donde las mujeres habían sido injustamente dificultadas en su ascenso, y darles los lugares que merecían, inmediatamente cambió la composición. 

También trabajamos mucho contra los estereotipos, porque cualquier palabra que nosotros pongamos, que no sea la palabra adecuada, también se reproduce. Eso es parte  de un cambio cultural. Trabajamos mucho en toda la cuestión de los consumos problemáticos, en la cuestión de las infancias, porque hay cosas que se dan como por hecho. Por ejemplo, uno lee en los medios “pornografía infantil”, y no puede existir, porque la pornografía de por sí es voluntaria, entonces son dos palabras que en realidad son absolutamente incompatibles en cuanto a la niñez. Trabajamos mucho la perspectiva de género, trabajamos mucho contra los estereotipos de todo tipo.

Si bien el lenguaje no transforma la realidad, sí ayuda bastante a transformarla. Cuando empezamos a nominar las cosas de otra manera, o a crear otra perspectiva, empezamos a caminar hacia un cambio de determinadas cosas que culturalmente están muy instaladas, pero de repente estamos en una época de cambios, pero que si no profundizamos los avances, retrocedés. No necesariamente por avanzar los cambios quedan fijos, sino que es un constante avance y retroceso. Lo que hay que intentar es que los cambios sean profundos Y que finalmente pasen a formar parte en serio de nuestros saberes y nuestra cultura.

RB: ¿Qué desafíos plantea la labor periodística en la actualidad?

BL: Hoy el periodismo enfrenta un montón de desafíos, que no solo tienen que ver con las múltiples plataformas. Enfrenta el desafío, por ejemplo, del deterioro en la credibilidad que han tenido los medios en su conjunto. Por un lado, abusaron mucho de la lógica de las redes sociales. Por otro lado, un periodismo de intereses. Hoy, cuando uno lee una noticia, lo primero que se pregunta es de quién viene, qué busca y hacia dónde va. Porque el periodismo dejó de ser como una especie de fiscal, una especie de intermediario y cuidador de la información, para pasar a ser un jugador. Un jugador protagonista en los intereses de la sociedad, y eso cambia diametralmente el propio papel del periodismo. 

En medio de este contexto empezamos a producir materiales e hicimos de Télam una agencia digital. Porque ser digital significaba una serie de cosas. Significa poder abrir las agendas, poder utilizar múltiples lenguajes, poder en un mundo cada vez más segmentado direccionar a determinados target, determinados lenguajes en cuanto a la información. Y también abrir nuestras agendas, porque las agendas son cada vez más amplias y más diversas. Y este es el desafío. Cuando uno está en un medio de comunicación, lo que tiene que entender es tratar de llegar a la mayor cantidad de gente, sobre todo si uno además es un medio que quiere poder representar de alguna manera las problemáticas, y también las esperanzas y las construcciones de los argentinos y las argentinas.

El segundo desafío muy importante de los medios es volver a captar a la gente, que quiera informarse. Hay un fenómeno relativamente nuevo pero muy interesante, que al mismo tiempo se da en términos mundiales: en un mundo en el que nosotros vivimos como abrumados por el exceso de información, la gente cada vez empieza a resistirse más a informarse. Por un lado está la desinformación frente a los propios medios, y por otro la desinformación producto de la época. De escapar a las noticias malas, a las noticias catastróficas, a las noticias distópicas que los medios abusaron mucho poniéndolas en función de que pensaban que eso es lo que vendía, y la gente empezó a tener como mucho rechazo. Hay una masa de gente en el mundo que no quiere consumir ese tipo de información. No es solamente no querer informarse, lo que no quiere es un regodeo en esta especie de títulos catástrofes, sino intentar encontrar soluciones después de una pandemia donde hubo obviamente un escepticismo en términos globales, y sobre todo en términos de jóvenes y la puesta al futuro. Un poco es eso. Debatamos nuestras problemáticas pero debatámoslas desde el lugar de las soluciones. 

RB: ¿Qué herramientas considera que pueden implementarse para hacer frente a ese escenario?

BL: Creo que pueden existir muchas herramientas. Lo que les decía recién, tiene que ver con estudios del Instituto Reuters donde, además, el grado de credibilidad o el escaparle a las noticias está muy asociado con los targets etarios. A medida que vas en escala, bajando, la gente de menos de 25 años son los que más presentan este fenómeno, porque además no se ven reflejados, no en las problemáticas, porque las problemáticas un poco son las mismas, sino en las manifestaciones de esas problemáticas. Creo que una de las respuestas fundamentales también es: si la democracia se salva con más democracia, el periodismo se salva  con más y mejor periodismo. Mientras hay sectores de la población terriblemente abrumados por este embate permanente de supuestas noticias e informaciones, o desinformaciones, de lo que se dice y lo que no se dice, es mucho más importante lo que se calla en términos de agendas, que no aparecen,  que las agendas también que nos imponen. 

Por un lado, tenemos que socializar la conectividad. Cuando uno toma una población como la Argentina, las asimetrías offline son las mismas que las asimetrías online. Hay gente que tiene un acceso prácticamente infinito a la información, y otros que no. Y la diferencia fundamental la da el tipo de conectividad, hoy es cierto que todos estamos conectados de alguna manera, pero lo que cambia sustancialmente es que tipo de conectividad tenemos. ¿Nos conectamos a través del celular, que vemos medio video y nos quedamos sin crédito y sin datos o tenemos conexiones fijas que nos permiten elegir qué ver, dónde ver, cuánto ver, en qué momento, etc? Esta es una diferencia importante, hay mucha gente que escapa de esta información, que tiene que ver con un mensajito de whatsapp, que ya no sabes si es cierto, si no es cierto. Hay poco acceso a la información real. La primera cosa es poder tener una conectividad mucho más equilibrada, y esto sí es una tarea del gobierno, en cuanto a impulsar políticas, en cuanto a regular algunas políticas que te lleven a la conectividad como un derecho humano y no como un privilegio, en cuanto a los costos y a los lugares donde vivís y el acceso que tenés a esa conectividad. 

La segunda cosa tiene que ver con retomar en serio determinados parámetros periodísticos que nunca deberían haberse movido. Una cosa es el debate, las distintas ideas, opiniones, pero para eso no es necesario mentir. Creo que lo mejor que podemos hacer como ciudadanos y ciudadanas es darle la mayor cantidad de elementos posibles para que haya un debate rico que nos permita sintetizar algunas diferencias, pero por sobre todo nos permita tener a todos elementos de participación y de conformación de ideas y de pensamiento crítico. Con eso no sólo vamos a mejorar el periodismo sino que además vamos a mejorar básicamente la ciudadanía, y mejorando la ciudadanía vamos a mejorar indefectiblemente el proyecto de país que tenemos. 

RB: Recientemente, volvió a ponerse en tela de juicio el papel de Télam. ¿Es posible plantear puntos de acuerdo para la continuidad de la agencia, más allá de los cambios de gestión? ¿Cuáles serían?

BL: Creo que hay mucha provocación a veces de las fuerzas opositoras, que largan una serie de consignas, muchas veces más vacías, pero que son efectivas. ‘Vamos a cerrar’, o ‘vamos a tener un Estado no presente’. ‘Un Estado mínimo, que solo sirva para los negocios y las fuerzas de seguridad’, sería básicamente el esquema. Yo creo que nada de esto es tan fácil, primero porque la oposición no ha ganado las elecciones. Nadie va a hacer algo que primero no sea electo por la voluntad popular. Hay una confusión, a veces, en las fuerzas políticas que piensan que los pueblos votan casi con todas las pautas programáticas. Y a veces los pueblos votan porque están frustrados, porque están cansados, porque vienen de una pandemia que fue dolorosa, porque obviamente hay respuestas económicas que el mundo no está dando. Es un mundo con mucho escepticismo, con inflación, donde a veces esta bronca o esta frustración es capitalizada por sectores de extrema derecha proponiendo soluciones muy fáciles y sencillas. Después, cuando estos gobiernos tienen que ejercer, nada de eso parece ni tan fácil ni aparecen las soluciones. Por eso los períodos de estas oleadas son cada vez más cortas.

Creo fundamentalmente que el pueblo argentino tiene mucha conciencia y que, más allá de lo que pueda pasar en un futuro electoral (que yo creo que va a haber una continuidad y que va a seguir el mismo proyecto), si uno hiciera hipótesis, creo que habría mucha resistencia de la gente contra determinadas políticas de shock que van directamente contra sus intereses. Ya pasó, once veces intentaron cerrar Télam, y una cosa es decirlo y otra es hacerlo. El pueblo argentino mostró su conciencia, por ejemplo, en esos cuatro años de macrismo, cuando se intentó tocar la educación pública, a los jubilados, a Télam. Pasaron a ser conflictos donde masivamente hubo resistencia y no lograron hacerlo. Creo que más allá de un voto en un momento determinado, que puede llegar a juntar determinados estados anímicos colectivos, hay conciencias mucho más importantes. El 2×1, por ejemplo, esa marcha en derechos humanos fue muy importante y frenó todo. Hay conciencias colectivas que están casi en nuestros genes de argentinos en estos 40 años de democracia. Que, cuando se quiere convertir al Estado argentino en un Estado que no protege a sus ciudadanos o retroceder en determinadas políticas que están muy hechas carne en el pueblo, hay resistencia. Esa resistencia puede traducirse en una gran conflictividad social, esto es lo que suele ocurrir y que ha ocurrido en la historia argentina.

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