OPINIÓNTAPA

El futuro del trabajo como responsabilidad colectiva

Por: Oscar Oszlak*
Imagen: Desocu, Juan Carlos Romero, 1995, Museo Nacional de Bellas Artes

“Las innovaciones en robótica no solo supondrán desafíos para los responsables de adoptar políticas públicas. También deberán enfrentarlos los líderes empresarios, la comunidad jurídica, las instituciones académicas y la ciudadanía, en tanto los robots se vayan incorporando progresivamente a la vida social. El alcance de las transformaciones que ya se vislumbran en este campo es de tal magnitud, y las decisiones requeridas para identificar sus potenciales ventajas y riesgos son de tal complejidad, que casi ningún sector o actor social puede quedar al margen del debate”.

A mediados de la década de 1990, Rifkin pronosticaba en su influyente libro “El fin del trabajo” que los avances tecnológicos y los nuevos procesos productivos tenderían a la gradual eliminación de puestos trabajo y a un desempleo estructural profundo. Si bien, ya por entonces, la convergencia de la revolución digital, la inteligencia artificial y la robótica comenzaban a producir en parte los impactos anticipados por Rifkin, los desarrollos verificados desde la aparición de su trabajo confirman la irreversibilidad de esa tendencia. El autor señalaba que ni la teoría tradicional del capitalismo industrial ni los actores sociales relevantes (Estado, empresarios, organizaciones sindicales, ONG) ofrecían soluciones eficaces para enfrentar el probable fin del trabajo. Rifkin llega a referirse en su obra a la “tercera revolución industrial” y a la era posmercado. En pocos años, con la aceleración de la innovación tecnológica, hemos ingresado a la “cuarta revolución industrial” y a la era exponencial (o, para algunos, poshumana).

Las innovaciones en robótica no solo supondrán desafíos para los responsables de adoptar políticas públicas. También deberán enfrentarlos los líderes empresarios, la comunidad jurídica, las instituciones académicas y la ciudadanía, en tanto los robots se vayan incorporando progresivamente a la vida social. El alcance de las transformaciones que ya se vislumbran en este campo es de tal magnitud, y las decisiones requeridas para identificar sus potenciales ventajas y riesgos son de tal complejidad, que casi ningún sector o actor social puede quedar al margen del debate.

Soy consciente de que muchos de los argumentos que se plantean frente a este proceso, están fuertemente teñidos por los intereses económicos de las empresas que lideran la innovación tecnológica y por los análisis de sus consultores. Son escasas las tomas de posición de los gobiernos y el tema recién comienza a ser planteado sistemáticamente por los organismos multilaterales. Por eso, como resumen del análisis realizado, me pareció oportuno sintetizar las conclusiones de un reciente trabajo (Lawrence et al., 2017) elaborado por la Comisión de Justicia Económica del IPPR (1), que reflejan plenamente mi posición sobre los desafíos que deberán enfrentarse:

  1. El trabajo se verá transformado por la automatización, pero no eliminado. La automatización derivará en una gradual redistribución de las ocupaciones a lo largo de varias décadas, más que en una súbita eliminación del empleo. Evolucionarán los contenidos de las tareas de la mayoría de los empleos, lo cual modificará la naturaleza del trabajo. Es esperable que los efectos agregados sobre el empleo compensen sus impactos negativos. A medida que se vayan introduciendo tecnologías de automatización, la creciente productividad causará una reducción en el número de ciertos empleos y sectores. En cualquier sector, el impacto agregado dependerá de la elasticidad de la demanda de la producción de ese sector. Dentro del conjunto de la economía, el empleo será redistribuido, más que eliminado. Cambiará la composición de las tareas que llevan a cabo las personas. Se estima que un 60% de las ocupaciones tienen al menos un 30% de actividades que podrían ser automatizadas a través de tecnologías ya probadas. A medida que se automatice, el trabajo se verá redefinido, con foco en áreas donde existen ventajas comparativas respecto a las máquinas. Existe un serio riesgo de polarización entre trabajos “deseables” y trabajos “detestables”. La automatización podría incrementar la demanda de trabajo en roles creativos, cognitivos, de planificación, toma de decisiones, management y cuidado, en que los humanos todavía se desempeñan mejor que las máquinas. Emergerán nuevos empleos y formas de trabajo, a menudo en asociación con máquinas. Sin embargo, algunas tecnologías emergentes corren el riesgo de reducir la autonomía en el trabajo e intensificar la explotación. Por lo tanto, el foco central de la política deberá colocarse en la calidad del trabajo.
  2. En ausencia de intervención estatal, el resultado más probable de la automatización es el aumento de la desigualdad de riqueza, ingreso y poder. A medida que el ingreso se traslade del trabajo al capital y el mercado laboral se polarice entre empleos de alta y baja calificación, los dividendos económicos de la automatización tenderán a fluir hacia los dueños de las tecnologías, los negocios y los empleos altamente calificados. Si la automatización conduce a salarios promedio más bajos, a menos horas de trabajo o a pérdidas de empleo agregado, una porción significativa del ingreso nacional podría ser transferida desde el trabajo al capital. Aun si los salarios no declinaran, si la retribución del capital creciera más rápidamente, se incrementaría la porción de este último en el ingreso nacional. Los empleos con mayor potencial de ser automatizado serán, inevitablemente, los que reciban menores salarios. Es que en promedio, los empleos de bajos salarios tienen cinco veces mayor probabilidad técnica de ser automatizados que los de elevado salario. Es previsible que el cambio tecnológico incremente los ingresos de los empleados altamente calificados en aquellos roles que aumenten el potencial de las máquinas. La automatización variará según regiones y sectores. Por ejemplo, en ciertas zonas de un país podrá haber empleos más resilientes a la automatización que en otras. O ciertos sectores, como el transporte o el comercio mayorista y minorista, pueden llegar una mayor proporción de puestos automatizados que otros. Con la automatización se corre el riesgo de una mayor desigualdad de género y etnia. Las mujeres podrían tener una mayor proporción de empleos técnicamente automatizables en comparación con los de los hombres, además de representar una menor proporción de personas en ocupaciones de alta calificación susceptibles de ser automatizadas o complementadas por la tecnología. Algunos grupos étnicos tienen mayor riesgo de estar trabajando en ocupaciones de baja calificación automatizables. El impacto de la inequidad dependerá  del nivel de calificación de los nuevos empleos que se creen y de la capacidad de las personas para acceder a las oportunidades que surjan.
  3. La aceleración de la automatización debe ser administrada para aprovechar los beneficios de la productividad global que se obtenga y así permitir mayores salarios. El mayor desafío se presenta en aquellos países caracterizados por bajas tasas de inversión, deficientes prácticas de gestión y gran número de empresas escasamente productivas, donde el problema no será la inminente robotización sino su ausencia, lo que los colocará en desventaja frente a los que lideren esta innovación tecnológica. Una más rápida adopción de tecnologías digitales, incluyendo la automatización, debería ser una misión central de la estrategia de industrialización de todo gobierno. Se plantea el establecimiento de una organización orientada a elevar el nivel de productividad de las empresas, que incluya mayor inversión en tecnologías de automatización. Su objetivo sería trabajar en los distintos niveles jurisdiccionales, dando apoyo a las empresas en tareas de diagnóstico, asesoría, entrenamiento y desarrollo de destrezas. Debería crearse un subsidio para el reentrenamiento de personal empleado en empresas y sectores en declinación o transición, o cuyos empleos resulten redundantes.
  4. También debería crearse una autoridad para el uso ético de la robótica y la inteligencia artificial, para regular el uso de estas tecnologías. Este marco normativo debería preceder, y no ser posterior al proceso de desarrollo tecnológico. Tecnologías de automatización cada vez más poderosas y diseminadas crearán profundas y complejas cuestiones éticas. Si no se adoptan acciones oportunas, las normas éticas y sociales que encuadren su utilización, serán determinadas por las compañías tecnológicas, que no rinden cuentas a la sociedad. Esta Autoridad debería hacer recomendaciones a los gobiernos y las empresas acerca de la gobernanza del uso de robots e IA.
  5. Por último, serán necesarios nuevos modelos de propiedad del capital para asegurar que la automatización ensanche la prosperidad en lugar de concentrar la riqueza. La redistribución de la propiedad del capital  ayudaría a que la automatización genere una economía en la que la prosperidad esté basada en la justicia. Si crece la porción del ingreso nacional que fluye hacia los dueños del capital, los niveles desiguales de propiedad del capital acelerarán la desigualdad. Para asegurar una mejor distribución de los dividendos de la automatización, serán necesarios nuevos modelos de propiedad que democraticen su acceso a los sectores que resulten excluidos. Por ejemplo, un Fondo Ciudadano de Riqueza que sea poseedor de un amplio portafolio de activos administrados en nombre del público y pague un dividendo de capital de alcance universal. También puede incluir la formación de trusts de propiedad del personal, que otorgue a los trabajadores una mayor participación en las firmas en que estén empleados y un derecho a apropiar una parte del valor que ayudan a crear.

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En definitiva, la automatización debería permitir trabajar mejor con menos esfuerzo. Las ganancias de productividad de la automatización deberían ser parte de un debate, no solo sobre cómo organizar el tiempo de trabajo de la mejor manera, sino también sobre la redistribución de la plusvalía generada por la mayor productividad tecnológica. Esto sería lo deseable. De lo que no cabe duda es que la intervención del Estado será decisiva para que ese futuro escenario sea posible.

1 – El Institute of Public Policy Research (IPPR) es un think tank británico, tal vez el más progresista, que tiene por objeto promover la investigación y difusión de investigaciones, así como la educación ciudadana en cuestiones económicas, sociales y políticas, la ciencia y la tecnología, el sector voluntario y las empresas sociales, la industria y el comercio.

* PhD Political Science y Master of Arts in Public Administration, UC Berkeley; Dr. Economía y Contador Público Nacional (UBA, Argentina); Graduado del International Tax Program, Harvard Law School. Ex Director Maestría Administración Pública UBA, Investigador Superior CONICET, Ex Presidente de la Red INPAE (Inter American Network for Public Administration Education. Ex Subsecretario de Reforma Administrativa y Asesor Presidencial (Presidencia Alfonsín). Fundador y ex Presidente de la Sociedad Argentina de Análisis Político, 1983-1994. Profesor Consulto de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, Profesor Titular en Programas de Posgrado de las Universidades de Buenos Aires, ISEN, San Andrés, FLACSO y San Martín. Ex Profesor en Tres de Febrero, Patagonia y otras. Obtuvo los siguientes premios y becas: UN, Peter Odegard Award, Tinker, Rockefeller, Guggenheim, Ford, CLAD, etc. Ganador del primer International Public Administration Award 2003 (American Society for Public Administration). Autor de “La Formación del Estado Argentino”, “Merecer la Ciudad: los Pobres y el Derecho al Espacio Urbano”, “Proceso, Crisis y Transición Democrática”, “Estado y Sociedad: Nuevas Reglas de Juego”, “Teoría de la Burocracia Estatal: Ensayos Críticos” y alrededor de otros 100 artículos, capítulos de libros, etc., publicados en Argentina, Estados Unidos, Europa y Asia.

** Este artículo forma parte del libro El Estado en la era exponencial / Oscar Oszlak. – 1ª  ed. – Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Instituto Nacional de la Administración Pública – INAP, 2020. Libro digital, PDF que puede descargarse gratuitamente.

Las opiniones expresadas en esta nota son responsabilidad exclusiva del autor y no representan necesariamente la posición de Broquel.

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