CULTURA

“Surge de una inquietud por hablar del crecimiento de las mujeres en los barrios populares”

Entrevista con la directora argentina Sabrina Blanco, a partir de su opera prima La Botera. “Pienso que una habla de los temas que la convocan y la conmueven, y esos mismos temas constituyen una mirada sobre el mundo”.

Por: Juan Manuel Ciucci  

La Botera, película argentina que participó del Festival Construir Cine y que puede verse por Cine.ar nos introduce en la historia de Tati, una niña de 13 años que habita la Isla Maciel, barrio humilde surcado por un río contaminado. Tati se ve forzada a crecer sola en un contexto problemático y confuso. Mientras aprende a navegar en el río, sueña con ser botera, un oficio solo realizado por hombres. Compartimos nuestra entrevista a su directora, Sabrina Blanco, quien tras 10 años ejerciendo el oficio de guionista por primera vez tomó las riendas de la dirección para contar esta historia.

Broquel: ¿Cómo surgió el proyecto de la película?

Sabrina Blanco: La botera surge a partir de una inquietud personal, la de hablar del crecimiento de las mujeres en los barrios populares. Algo de lo que sentía que no se hablaba mucho, inclusive en un momento en donde el movimiento feminista empezaba a crecer cada vez mas,  yo sentía que las mujeres en los estratos más bajos seguían siendo un tema un tanto invisible. Ese fue el primer disparador y surgió del propio trabajo que yo realizaba con chicas de esa edad y en ese contexto en la época que comencé a escribir la película. Sin embargo, creo que también es el resultado de los intereses políticos e ideológicos que fui construyendo a lo largo de mi vida, y no precisamente dentro del cine. Como también de experiencias propias muy cercanas en mi adolescencia. Pienso que una habla de los temas que la convocan y la conmueven, y esos mismos temas constituyen una mirada sobre el mundo. Después, elegí la Isla Maciel como escenario, el riachuelo, los botes, un universo que me permitía abordar en distintos niveles las ausencias, el olvido, y también la resistencia.

B: ¿Cómo elegiste al reparto y qué desafíos te presentó esa elección?

SB: La primera decisión fue que los actores jóvenes de la película sean actores reales o lo más cercanos a esa realidad posible. Me parecía que la honestidad de la película recaía en gran porcentaje en esta decisión, y que había algo estético, narrativo y hasta inclusive poético que acompañaba esta idea. También entendía las complicaciones que eso podía traerme a nivel formal. Era mi primera película y además de la inexperiencia de ellxs, había mucha inexperiencia propia en juego. Sin embargo recuerdo que en el primer casting abierto que hice, donde vi muchos chicos y chicas de todos lados acercarse e intentar impostar una realidad que no conocían o no les pertenecía pensé, cuanto mas difícil puede llegar a ser forzar ese naturalismo, inclusive desde lo formal. Quiero decir, hacer una película de una forma en la que no crees, o que no responde a tu mirada, es mucho mas complicado para quien la hace. Después, filmar siempre es difícil, pero hay que elegir las batallas. Supongo que en buena parte dirigir es eso, no? Elegir tus batallas.

B: ¿Cuánto del registro del ambiente y las personas que lo habitan determinó la historia que se cuenta en la película? ¿Apareció un trabajo de “ficcionalización” de experiencias reales?

SB: Si bien llegué al barrio con una historia escrita, habitar el espacio y relacionarme con su gente fueron muy determinantes para lo que hoy se ve en la pantalla. Ese trabajo fue todo el tiempo muy dinámico y la ficción y la realidad se fueron entrelazando. Hay situaciones que fueron incluidas porque las vi estando ahí. También, a pesar de tener un guion totalmente escrito, había una decisión de dirección muy clara que era dejar que los actores hablen como hablan, usen sus propias formas, expresiones y gestualidad y no dar indicaciones sobre eso. El trabajo en ese sentido era ir amoldando las escenas  a esa realidad. También es muy importante decir que con los actores naturales se trabajó con improvisación y ellxs nunca leyeron el guion,  con lo cual, si bien hubo mucho ensayo previo, el rodaje todo el tiempo operaba sobre un margen de imprevistos que para mí fue muy espontaneo y creativo.

B: Sin dudas retrata “La Botera” un marco de exclusión, pero donde se generan espacios de proyectos y esperanzas. ¿Cómo fue ése trabajo lidiando con cierto sentido común que se construye respecto a esos ámbitos y sus habitantes

SB: Creo que básicamente fue dándole la espalda a ese sentido común que mencionas, que me parece que está totalmente mediatizado. Lo que se sabe o se piensa que sucede en los barrios populares es una operación consciente y sistemática de los grupos de poder sobre los que menos tienen. El estigma, la comercialización de la violencia, la pobreza y el temor al otro son operaciones políticas que convienen a un sector de la sociedad, que a su vez está plagado de cómplices. Pero en los barrios pasan otras cosas. Yo no he visto mayor solidaridad que la que sucede adentro de los barrios. Y esa esperanza y proyectos que decís, son los mismos que tenemos todxs. La diferencia acá no está en lo que sucede en el interior de cada una de las personas que habita estos espacios, sino de la ausencia estructura del Estado o del propio sistema capitalista en el que vivimos. Las fisuras que aparecen para que sucedan ciertas cosas surgen a raíz de esta problemática y no al revés. Y este fue mi punto de partida, no de llegada. Siempre digo que una hace la película que puede, no la que quiere. Con esto me refiero a que lo que unx es y piensa brota solo, siempre, por mas que se quiera ocultar.

B: “La Botera” refleja también las dificultades frente al trabajo y los esquemas que se asocian aún a los géneros. ¿Qué desafíos te presentaba pensar desde allí la película?¿Qué de toda esa complejidad buscabas trabajar?

SB: El tema del trabajo es uno de los grandes temas  de agenda cuando hablamos de desigualdad de género. Históricamente las mujeres luchamos para acceder a actividades que son adjudicadas a los varones. Hoy en día dirigir una película o tener roles técnicos dentro de ella sigue siendo una batalla para nosotras (de paso, aprovecho para contar que todas las cabezas de equipo de La Botera son mujeres, y que eso fue parte de esta batalla que menciono). En este sentido, como te decía antes, ser mujer es difícil de por sí, ser mujer y se pobre, lo es más. Ser mujer, pobre y tener el deseo de insertarse en una actividad asociada a lo masculino es directamente una dificultad maratónica. Si pensamos los trabajos adjudicados a las mujeres pobres la mayoría deambula entre tareas de limpieza, de cuidado o de estética. ¿Y qué pasa cuando no? Creo que hay algo interesante en este sentido que es pensar como las nuevas generaciones empiezan a derribar estos mandatos casi por condición de existencia. En La botera este deseo no aparece intelectualizado, pero emerge de la protagonista, de una manera tal vez errática y un poco brutal, pero no por eso menos verdadera. Es que creo que así vamos ganando terrenos nosotras; peleando contra lo imposible.

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